A vuelo de pájaro: familiares de los 70

“El terrorismo de Estado rompió con todos los lazos sociales, y familiares”. Esta frase, traída a vuelo de pájaro en columnas anteriores, encierra múltiples dimensiones que nos proponemos profundizar en la columna de hoy a partir de otros testimonios que vivieron la represión de los 70.

Hoy, partimos de algunas nociones que nos han ido acompañando, no solo en estas columnas, sino desde hace décadas. Categorías como miedo, terror, silencio o incertidumbre parecen ser las más adecuadas para tratar de describir y entender los aspectos que atravesaban la vida cotidiana en el período de terrorismo de Estado. Sin embargo, cuando intentamos atribuir hechos concretos a cada una de estas palabras, los límites no parecen ser claros. 

Pero algunas cosas sí lo son. Ante preguntas como ¿en qué se manifestaba el miedo?, ¿en qué se manifestaba el terror? o ¿en qué se manifestaba el silencio?, son recurrentes respuestas que comienzan con “ no saber…”. No saber qué te iba a pasar, no saber si tus compañeros estarían desaparecidos, no saber si algún familiar seguiría vivo, por poner algunos ejemplos que suponían la incertidumbre permanente. 

Pero la incertidumbre no es necesariamente un estado permanente (se puede dejar de tener incertidumbre sobre algo), como puede ser estar vivo, o muerto. Si bien la muerte se da en un momento preciso, luego, lo que hay es un estado: estar muerto (no se puede dejar de estarlo). Pero si hay algo que caracterizó los 70, fue la incertidumbre, que se vistió de estado, con o sin mayúscula…     

Al hablar, son varias las maneras mediante las que podemos referir a la incertidumbre, a la falta de certeza. Tenemos distintos mecanismos lingüísticos para eso. Podemos hacer usos de verbos de incertidumbre, como, imaginarse, no saber, parecer, preguntarse, suponer, o también podemos manifestar este estado mental a partir de adverbios como seguramente, probablemente o quizás. Incluso, algunas características relacionadas con las formas temporales en que se conjugan los verbos nos aportan esta falta de información. Es muy diferente decir Mi hermano está en casa a decir Mi hermano estará en casa. Con el uso del presente (está), el hablante manifiesta la certeza respecto de una situación en el presente, mientras que al usar el futuro simple (estará), el hablante indica la falta de compromiso respecto de la información que tiene de una situación en el presente: Mi hermano estará en casa significa “Supongo que en este momento mi hermano está en casa, pero no lo sé”. 

Frases con este futuro se instalaron en el presente de una gran cantidad de personas en los 70. Quizás no se verbalizaban, pero se pensaban.  

Al hacer memoria colectiva, lo hacemos desde ese lugar “de disputa de sentidos, desde el presente”, en palabras de Gabriel Jones (trabajador del sitio de memoria Automotores Orletti). Hoy, seguimos la disputa, y vamos más allá de cómo podamos decir, intentamos ahondar en cómo se podía sentir, en qué había atrás de lo no dicho. 

En esta columna, tratamos de ir a lo que se escondía en ese pasado, que no dejó más que un futuro de conjeturas. Y lo hacemos intentando, también, dejando ir nuestras propias suposiciones, para entender un poquito más sobre lo que pasó, y, sobre todo, lo que se sintió. Para eso, compartimos algunos relatos de testimonios que nos ayudan a relacionar los hechos de las múltiples dimensiones que atravesaron el terror, el miedo y el silencio con los sentimientos que generaron, y que hoy identificamos quizás con certeza.  

Texto: Cecilia Bértola

Foto: Flickr

Escuchá el audio acá:

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