¿Nos da miedo la palabra vejez?

El 15 de junio es el “Día Internacional de Prevención del Maltrato hacia las personas adultas mayores”. En este mes Radio Pedal comparte distintos contenidos de colaboraciones vinculados a este tema. En este caso invitamos a la licenciada en comunicación Marta Leites de 77 años quien nos comparte su texto “¿Nos da miedo la palabra vejez?”

Como a cada uno le incomoda su propia vejez,  no sabe bien cómo referir al viejo”

Leopoldo Salvarezza

Vejez… una palabra que no queremos escuchar, produce malestar. Pero como seres vivos, a ella nos encaminamos en un proceso inevitable. A medida que el tiempo transcurre esa idea aparece en nuestro pensamiento con más frecuencia. El cuerpo comienza a mostrar sus huellas. Vemos las primeras canas, algunas arrugas se instalan en la cara, las rodillas ya no son tan fuertes.

Y esta situación nos pone en guardia. Porque en la sociedad que vivimos, el cuerpo valorado es el que respeta los parámetros establecidos como positivos, un modelo de belleza elegido no sabemos muy bien por quiénes, que ensalza la juventud, la delgadez, la agilidad. El cuerpo que comienza a mostrarse diferente, se considera y se siente menos valioso.

A este sentimiento también contribuye lo que indica el diccionario sobre el significado de “vejez” como “la calidad de viejo” que, se asocia a deterioro físico y mental, y a la última etapa de la vida. El malestar que produce la palabra “viejo” es producto de este sentido negativo que se le adjudica al término. Son estereotipos que los medios, especialmente la TV, refuerzan en sus programas, donde la mayoría de las veces los personajes añosos encarnan personas enfermas, en roles secundarios, o causando problemas a los personajes principales siempre jóvenes y activos. Los prejuicios negativos dicen que los viejos son enfermos, deprimidos, pobres, que no tienen sexualidad. Así sentimos que nos ven en la calle, en la familia, y esta visión sirve de fundamento para la discriminación, la limitación de la autonomía, el desconocimiento de nuestros derechos en muchas esferas de la vida cotidiana. Sin embargo nosotros seguimos siendo los mismos, no somos solo robots animados a los que se les van oxidando sus piezas. Tenemos memoria, recuerdos, sentimientos, deseos, sueños que no desaparecen con cada arruga ni cada cana.

En este momento de la historia, la ciencia ha permitido que la vida humana se extienda varios años, lo cual debiera alegrarnos. Sin embargo, en ocasiones parece que empieza a incomodar. Como somos muchos, ocupamos mas lugares, nos ven mas.

Reclamemos nuestro derecho a pasar dignamente esta etapa vital. En Uruguay hay una ley que nos protege, aunque mucha gente la ignora. Al interior de muchas familias las personas de edad avanzada, tanto hombres como mujeres, sufren en silencio la actitud indiferente de hijos y nietos, o por el contrario, un tratamiento avasallante, que lastima y destruye la autoestima.

No podés manejar tu plata, te van a robar.”

“Cómo te vas a poner esa ropa, no es para tu edad.”

“Dejame a mi, yo controlo que tomes todos los remedios”

“¿Cómo que vas a bailar?”

“¡Ya no estás para andar de novio!”

Estas conductas algunas veces las realizan por ayudarnos, por quitarnos algunas tareas que parecen cansarnos o evitar situaciones que nos lastimen. Lo que no perciben que tratarnos como niños, vigilarnos permanentemente, no nos hace nada bien.

Tal vez algún día se podrá erradicar esta forma de percibirnos como personas dependientes, a las que hay que asistir y atender, sin tener en cuenta nuestras decisiones, o utilizarnos para cuidar los niños, lo cual hacemos con mucho amor, pero teniendo en cuenta que necesitamos tiempo para nosotros.

Pero para eso, es necesario que la sociedad en su conjunto, rechace el miedo a la vejez, y deje de considerarnos como una carga. Que puedan percibirnos no como personas que ya no producen, sino como personas que aun pueden otorgar grandes beneficios desde sus conocimientos y su experiencia de vida, con capacidad de ser felices y de compartir esa felicidad, en la amistad, en la familia, en la pareja.

La percepción social nos dibuja como seres asexuados y la sola manifestación sexual de cualquier tipo en esta etapa de la vida, es criticada, negada y se convierte en material de chistes y malas bromas que refuerzan el estereotipo.

La idea de que a determinada edad desaparece la sexualidad, da cuenta de sostener un prejuicio basado en conceptos tradicionales, morales o religiosos, al tiempo que se considera que la sexualidad solo tiene manifestaciones físicas, las cuales van disminuyendo con el paso del tiempo. Sin embargo, en nuestra vida la sexualidad implica la capacidad de sentir placer, se manifiesta en las emociones, se relaciona con la forma de sentir, de actuar, de conocerse a sí mismo, se apoya en la comunicación con otros.

La capacidad de compartir amorosamente la compañía, las caricias, las ganas de vivir, y toda la gama de sensaciones de una sexualidad saludable, beneficia cuerpo y espíritu. Es nuestro derecho ser libres y disfrutar de la sexualidad si así lo decidimos, sin sentir vergüenza o culpa. Esta etapa puede ser fructífera, digna de ser vivida en tranquilidad, disfrutando todo lo que la vida y los afectos pueden darnos.

Recordemos que siempre hay otra oportunidad para bailar.

Texto: Lic. Marta Leites

Foto: Mariana Tenenbaum

Envejecimiento y vejez. Red Latinoamericana de Gerontología.

Ley n.º 19.430 de 08/09/2016 (art. 6,7 y 12) de la Convención Interamericana Sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores.

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