Luisa, la luchadora

Una mujer menuda, de piel arrugada, pelo canoso y mirada nostálgica camina llevando un cartel en la noche otoñal montevideana. Los carteles se multiplican por decenas, cambiando de rostros, de nombres, de historias. Los sostienen otras manos, porque la mujer no está sola. El silencio que colma la avenida únicamente se quiebra para decir “presente”. 

***

María Luisa Cuesta Vila nació el 26 de mayo de 1920 en Montevideo. A causa del fallecimiento de su madre cuando ella tenía 5 años, se mudó a Soriano, a la casa de una hermana mayor. 

Fue a la escuela rural, después estudió administración y a los 23 años tuvo a su único hijo. Lo crió sola, porque su pareja, René Melo, murió pocos años después del nacimiento del niño.

Por más de 20 años trabajó como administrativa en el Taller de Chapa y Pintura Farías. También integró la Asociación de Empleados y Obreros de Mercedes.

Su casa era un lugar de reunión de trabajadoras y trabajadores rurales y sindicalistas y de tertulias políticas. Así lo quiso ella y después también su hijo, a quien apodaban el Petiso. Luisa prefería decirle el compañero Nebio.

El 27 de junio de 1973, el entonces presidente colorado Juan María Bordaberry, con apoyo de las Fuerzas Armadas, disolvió las cámaras de senadores y representantes. Este hecho significó el inicio de 12 años de dictadura cívico-militar en Uruguay.

Un día después del golpe de Estado, Luisa fue detenida y encarcelada en el Batallón 5 de Mercedes. 

“Yo creo que estuve detenida 7 meses, porque después me comunicaron que el juez me había dejado en libertad, pero que el comando entendía que me tenía que quedar por medidas de seguridad. Le pregunté al teniente:‘¿Soy peligrosa?’, y me dijo: ‘Más de lo que usted supone’, señaló en su testimonio para la Investigación histórica sobre detenidos desaparecidos(2007)

El 31 de enero de 1974, fue liberada en régimen de libertad vigilada, lo que suponía que tenía que presentarse todos los meses ante las autoridades del Batallón.  

Para ese entonces, su hijo Nebio y su nuera Alicia se habían exiliado en Argentina, forzados por el pedido de captura del Servicio de Información y Defensa (SID).

Luisa viajó clandestinamente en julio de 1975 a Buenos Aires, donde pudo ver a su hijo por última vez. 

“Yo no te quiero asustar, pero a mí, si me agarran, me matan”, le había dicho él.  

***

Nebio había estudiado en la Escuela de Lechería en Colonia y en la Facultad de Humanidades en Montevideo.

Trabajó en un taller mecánico, como vendedor de libros y también como periodista, colaborando en el semanario Marcha y en los periódicos Causa del pueblo y Prensa libre del Partido Comunista Revolucionario, al que estaba vinculado.

El 8 de febrero de 1976, a las 9 de la noche en el bar Tala, de la estación Belgrano, fue detenido junto a su amigo Winston César Mazzuchi. Ambos fueron llevados a Campo de Mayo. Algunos documentos desclasificados indican que podrían haber sido trasladados posteriormente al 300 Carlos, un centro clandestino de detención ubicado en el barrio Punta Gorda de Montevideo, pero no hay datos confirmados. Nebio tenía 32 años y una hija, Soledad, a la que nunca vería crecer.

Luisa viajó inmediatamente a Buenos Aires para iniciar su búsqueda junto a Alicia. La dictadura en Argentina estalló ese mismo año, por lo que ambas se exiliaron en Holanda un año después. En París, junto a otros compatriotas, participó de la fundación de la Asociación de Familiares de Uruguayos Desaparecidos.

En enero de 1976, detuvieron a su hermano, Gerardo, quien era obrero metalúrgico, fundador y dirigente de la Unión Nacional de Trabajadores del Metal y Ramas Afines (UNTMRA), exdiputado del Partido Comunista y dirigente de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT).Su detención formó parte de la Operación Morgan, operativo militar que tenía como objetivo atacar la estructura orgánica del Partido Comunista.

Gerardo estuvo preso cinco años en el Cuartel de la Paloma y en el Penal de Libertad. En 1981, a sus 63 años, murió en el Hospital Militar por una insuficiencia cardiopulmonar. 

Luisa tampoco pudo despedirse de su hermano.

***

Volvió del exilio en 1985, y a partir de entonces estuvo vinculada con Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos. 

Desde 1996, el colectivo organiza cada 20 de mayo la Marcha del Silencio, una manifestación multitudinaria que sumerge la Avenida 18 de Julio en un silencio sentido y profundo.

Quienes conocieron a Luisa afirman que, a pesar de su avanzada edad, siempre quería acompañar la marcha caminando, con el cartel que le tocara llevar porque, según sus propias palabras, ella sentía a todos los desaparecidos como sus hijos.

Esta mujer —de gesto apacible pero actitud aguerrida— vivió y luchó por 98 años. 

Su vida estuvo signada por el dolor, las pérdidas y la injusticia, pero también por el cariño y el respeto de quienes la rodearon. A lo largo de los años, su inconfundible rostro se transformó en un símbolo de esperanza, de rebeldía y de compromiso.

Su historia es también la historia de cientos de familiares, quienes, con admirable dignidad, siguen manifestándose pacíficamente, reclamando respuestas. La búsqueda de verdad y justicia del pasado reciente se transformó en una causa popular que, a excepción de algunos hallazgos, no encontró un correlato justo en la voluntad política nacional.

Luisa, como tantas otras madres, murió sin saber qué pasó con su hijo. Su legado sigue vivo, a pesar del cinismo de aquellos que sostuvieron y aún sostienen que “el pasado hay que dejárselo a los historiadores”.

Por Luisa, por Nebio, por Gerardo, por Alicia, por Soledad, por los cientos de uruguayas y uruguayos reprimidos, torturados y desaparecidos, por sus familias, amigas y amigos: nunca más.

Texto: Laura Seara Rodríguez

Foto: Rebelarte

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