Operación memoria: la visita
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Montevideo 1981.
Amanece, voy tomado de la mano con mi tío Fabián, él es obrero.
Paso Molino. Vías del tren, hace frío, hay bruma y el aire del puerto y la planta de ANCAP se mezclan con la niebla.
Hace frío, mucho frío.
Llega la CITA, me subo al ómnibus, adentro huele a humo de tabaco, el aire es irrespirable, la gente fuma, no me gusta el humo, me hace arder los ojos, no es el aire limpio como el del puerto… pero allí están mi abuelo Ñato y mi mamá con mis dos hermanos, Mateo de 4 años y María de 2, ella es la beba. Me siento al lado de mi abuelo. Me gusta estar al lado de él, me gusta su olor, huele a madera mezclado con sudor, un poco de campo y tabaco, él no fuma adentro del ómnibus.
El ómnibus va lleno, casi todas son mujeres, madres con sus hijos, hay abuelos y abuelas también. Trato de dormirme pero no puedo y juego a sacarle la boina vasca al abuelo, me gusta verle su pelada, es brillante, él me festeja, se ríe y juega conmigo.
El conductor escucha un programa de radio a alto volumen, la gente presta atención, de la radio sale una voz que habla sin cesar, no me gusta, es ruidosa. No es como la música de los Beatles o de Darnauchans que ponemos con mi mamá en la casetera JVC allá en casa.
Pasamos por un gran río (Santa Lucía), ahora el sol está saliendo y el puente es todo de hierro, es viejo, muy viejo, está oxidado, mi abuelo me dice que tiene un mecanismo que hace que se levante, ¡se abre en dos! para que pasen los barcos por debajo de él, si no chocan contra el puente.
Pasé tantas veces por el puente y siempre desié que estuviera abierto de par en par para ver al barco o el velero que pasaría, pero nunca vi el puente abierto.
El ómnibus para, está sobre un pueblo en la carretera, nos bajamos, ya está cerca, pienso. Mi abuelo arma un tabaco y toma mate con otro señor, con mi madre vamos a un boliche y pedimos un café con leche y un pedazo de pastafrola. Para Maria y Mateo leche en mamadera. Hace frío pero el sol ya está levantando, me quito el pasamontañas, el café me dio calor, estoy contento. La pastafrola me encanta y casi nunca la como. Mi mamá no hace postres, mi ma, me hace polenta con leche de noche, todas las noches, al medio día como arroz o moñitas, a veces churrasco; pescado y pollo no porque eso es muy caro, me dice que eso lo come la gente que tiene plata. Mis otros abuelos tienen plata, allí siempre comen rerico, además a mi abuela Mecha le gusta el dulce de leche y los bombones, entre los dos ( cuando voy a su departamento) nos comemos hasta medio kilo de dulce de leche. Me gusta su departamento, todo es limpito y ordenado, mi abuela tiene un olor muy rico, se pone una colonia que está hecha de flores de limón y de jazmines, además en su departamento nunca hace frío porque tiene loza radiante que no sé bien que es pero si estas descalzo se siente calientito en los pies.
Nos subimos de nuevo a la CITA, un ratito después nos bajamos en la carretera y empezamos a caminar por un camino asfaltado, a lo lejos se ve un edificio rojo enorme como un elefante cuadrado lleno, lleno de ventanas. Caminamos y caminamos, yo me canso mucho porque me parece que es muy lejos, por fin llegamos a la entrada. En la entrada hay un edificio cuadrado y grande, es frío, muy frío, es alto también, en donde los sonidos se escuchan fuerte parece un parlante gigante y aunque la gente apenas hable o hable bajo sus voces se escuchan muy alto. Le pregunto a mi má ¿Por qué la CITA no nos deja aquí si hay un camino?, porque está prohibido me responde, si es cierto, muchas cosas están prohibidas en mi vida, no me parece mal, estoy acostumbrado, por ejemplo mi nombre es Camilo, Camilo Pedragosa, aunque mi pa se llama Ruben Abrines y mi abuelo Ñato Abrines o Edison Abrines. Desde siempre me llamé Camilo Padragosa, mi madre dice que es mejor así. Pedragosa es mi abuelo Orlando que fue embajador en la India, yo casi no conocí a ese abuelo, una vez lo fui a ver pero estaba dormido y parece que se despertó porque me escuchó y estaba de mal humor, él vivía con la Nona, la Nona es su mamá, es la abuela de mi mamá, es mi bisabuela. Ella me lleva a la cocina y me convida con dulce de zapallo y es el dulce más rico del mundo, es mágico, cuando lo como siento como que como magia en mi cuerpo, además la Nona es viejita viejita, casi tiene 100 años, usa bastón y habla diferente, aunque ella es uruguaya nunca dice vos y utiliza palabras que no escucho en ningún lado, por eso creo que es una maga, porque es buena y conversadora, siempre conversamos no sé bien de qué. A mí me gusta ir a su casa porque ella me quiere y me pregunta cómo me siento, y qué es lo que me gusta jugar, además su casa parece un museo, tiene muebles viejos, radios enormes, alfombras re peludas…mi madre me dice vamos, los soldados le acaban de dar las cédulas.
Caminamos, otra vez caminamos, pero esta vez es menos. Lo que no me gusta de esta caminata es que veo soldados por todos lados, ellos tiene metralletas y perros policías, pasan de a grupos hay alambrados de púas a los costados, hay torres con reflectores y más soldados armados allá arriba, no creo que haya perros policía allá arriba. Los soldados no me gustan, me dan miedo, además se meten con las madres, les gritan cosas o las empujan. Llegamos a un edificio más chico, siempre vamos en grupo, en grupo es más lindo, como que somos más calientes, o sea los soldados me dan frío porque sus armas son de metal y el metal siempre que lo toco es frío. En ese edificio nos piden otra vez los documentos y las familias sacamos bolsas de arpilleras llenas de comida. Veo fideos, arroz, panes, tabaco, hojillas, fósforos y muchas más cosas.
Ahora es el turno de la revisión, las mujeres y niños por un lado, los hombres por otro. Nos separamos de mi abuelo, no me gusta separarme de mi abuelo, me gustaría entrar a la revisión con él porque yo soy hombre como él aunque sea niño, sé que soy un hombre como él, además él se va solito a la revisión y como que eso lo pone triste, aunque no me lo diga me doy cuenta, porque cuando sale de la revisión parece como si hubiera llorado; yo creo que es porque entra solo al cuarto de la revisión y quién sabe cuántos soldados lo revisan. Para nosotros es diferente porque entramos con mi mamá, mis hermanos y yo. El problema de la revisión con mis hermanos es que ellos usan pañales, entonces es muy demorado todo, a mí me revisan rápido porque no uso pañales, solo me hacen bajarme los pantalones hasta las rodillas, me hacen sacarme los zapatos y las medias, la remera, el buzo y la campera también me lo hacen sacar, no me gustan la revisión por muchas cosas, me da vergüenza que las milicas me vean los calzoncillos, ellas son mujeres grandes, son feas, siempre tienen olor a agua jane, sus manos son frías, tampoco me gusta que me toquen con las manos frías porque me da más frío del que tengo que cuando me hacen sacar la ropa. Mi hermana, que es una beba y que casi no tiene pelo de tan beba que es, siempre se caga, mi madre dice que es por el frío porque también le sacan la ropita y los pañales, entonces le viene una diarrea enorme y llena el cuarto de revisión de olor a caca, eso a las milicas no les gusta, les molesta siempre y le hablan mal a mi madre, mi madre les dice que si no desnudaran a los bebés, estos no se cagarían, porque lo que es María, la beba, ella siempre se caga de frío. Con Mateo es diferente, porque las milicas tienen miedo de tocarlo, no saben muy bien cómo hacerlo, porque de repente si vos tocás a Mateo él se pone a reír a carcajadas pero a los gritos, muy fuerte, lo que pasa que él es muy cosquilludo yo sé, porque juego mucho con él. A lo que más jugamos es a tocarnos de a poquito, así con el dedito le toco poco porque si no le da cosquillas y se carcajea, y además si lo tocás mucho te termina abrazando, siempre terminamos abrazados pero él te aprieta muy fuerte, por eso sé que él es muy cosquilludo. Mateo es muy lindo tiene los ojos bien azules y el pelo bien rubio y fino y su piel es lo que más me gusta, es bien blanca, blanca como la leche y suave. Él no es normal, mi mamá dice que es enfermo, que por eso no habla ni camina, todo mundo dice que es enfermo, mis abuelos, mi ma, mi pa, todo mundo dice que es enfermo pero yo nunca lo veo enfermo, nunca lo vi con fiebre como a mí, que me da muy seguido o con cagalera como a María. Solo una vez lo vi enfermo y parece que lo que le pasó es que se comió su lengua y se la mordió y le salió mucha sangre, allí si gritaba muy feo de dolor, yo me imaginaba que debería de doler morderse tanto la lengua, por eso mi mamá se envolvió el dedo con una toalla para que no se la comiera más y no se comiera el dedo de ella, esa vez que se enfermó parece que le dio una convulsión pero los médicos lo curaron y desde allí siempre toma un DPA de mañana y otro de noche y nunca más lo vi enfermo, por eso no me gusta que digan que él es un enfermo, porque nunca se enferma, además es la persona más alegre del mundo, más que mi abuelo Ñato y eso que el abuelo Ñato siempre está de buen humor, solo cuando lo revisan es que él está triste, por eso digo que me gustaría que me revisaran con él porque la revisión con mi ma. y mis hermanos es la más larga de todos los de la visita.
Ahora todos los niños caminamos por un corredor, las madres y los abuelos se quedan en otro lado esperando su turno, es lo bueno de ser niños, que a nosotros nos toca primero que a nuestras madres, nos hacen parar y vemos una fila de presos. Siempre juego a adivinar cuál de todos es mi padre porque así de lejos son todos parecidos, son todos pelados, así pelo pincho, porque los milicos les cortan el pelo para que no se agarren piojos, porque parece que allí hay muchos piojos, yo pienso que es por todos esos perros policías que tienen los soldados. También los presos tienen la misma ropa, mamelucos les dicen, es gris como las ratas, y todos, todos son flacos, muy flacos, eso no lo entiendo bien porque con toda la comida que les llevamos están tan flacos, a mi pa siempre así de lejos lo ubico por el bigote y la altura aunque a veces me equivoco de preso y no es mi padre, al final nos dan permiso de acercarnos a nuestros padres y ahora sí empieza la visita, siempre corro hacia él y nos abrazamos, nos abrazamos fuerte, muy fuerte como con Mateo. Cuando nos abrazamos con mi papá se me va todo el frío que tengo y lo siento y me siento, me siento bien, siento que estoy donde quiero estar, me siento feliz y lo reconozco por su olor que se parece al del abuelo pero es diferente, siento su corazón que late fuerte y siento el mío que también late fuerte, allí no me importa más nada, ni los milicos ni la maestra que me pregunta por qué tengo el
apellido de mi madre, no me importa levantarme de noche para ir al penal, no me importa nada, me siento feliz. Después empezamos a pasear, hay caminitos de pedregullo, los demás niños están también con sus padres y todos están contentos, veo cómo se ríen otros padres presos, como se ríe mi pa, lo único malo es que está prohibido jugar con otros niños y padres presos porque si no parece que te suspenden la visita, y eso es lo peor de todo. A mí una vez me suspendieron la visita porque saludé a mi pa después que la visita ya había terminado, lo que pasa es que ya nos íbamos y de repente a través de los alambrados vi la fila en donde se iban los presos y lo vi a él, lo distinguí entre todos los demás presos, era el penúltimo de la fila y eso que estaba lejos y lo vi de atrás, me dio tanta emoción que le empecé a gritar: ¡papá! ¡papá! Y él reconoció mi voz y me saludó con la mano, me sentí tan contento que me saludara… pero en la salida nos esperaba Amanda. Amanda es la milica más mala del penal, es media jefa de las milicas, siempre grita y trata mal a los niños, no nos pega pero es muy dura, me acuerdo que nos llamó a mi abuelo y a mí aparte de toda la gente, mi abuelo me dijo no vayas a llorar delante de ella, no llorés. Y ella empezó que porque había saludado al recluso 2604, no me gustaba que le dijeran así a mi papá porque él se llama Ruben Abrines, porque es mi papá le respondí, que está prohibido saludarlo después de la visita, que teníamos que entender que esa era una cárcel militar de alta seguridad, que mi padre era un subversivo y que por eso estaba preso y que en el penal hay reglas, que yo era hijo de un subversivo y que me tenía que disciplinar si quería seguir yendo a visitarlo, y tantas cosas dijo que de repente no la oí más porque ella gritaba tan fuerte y estábamos tan cerca de ella que hasta la podía oler y me rezongaba y yo no la oía, de repente vi como si fuera un perro policía ladrando fuerte, pero estaba con mi abuelo Ñato y él me agarraba de la mano, además yo escuchaba una canción muy linda de los Beatles, de esa que pongo en mi casa en la casetera JVC, el día era muy lindo, azul, el sol ya estaba alto y había olor a campo limpio. Al final lo que escuché fue que me suspendían la visita un mes a mí y otro mes a mi padre por haberme saludado.
En ese tiempo solo nos dejaban ir una vez al mes al penal, así que no fui en dos meses. Pero bueno estaba contando que con mi papá caminábamos por los caminitos esos que hicieron los milicos para que pudiéramos caminar, también había un arenero, allí hacíamos figuras: toninas, pájaros, personas, barcos, mi padre era muy bueno haciendo figuras de arena, hasta los milicos de guardia se acercaban y se admiraban de lo que hacíamos con mi papá en la arena. De que los milicos se admiren de las figuras que hacemos en la arena con mi pa no me molesta, porque hasta parece que se ponen contentos, lo que no me gusta es que se acerquen, y yo le digo a mi padre que odio a los milicos, pero él me explica que ese milico que yo odio es un muchachito del campo, y que tiene un montón de hermanos y que sus padres son muy pobres y trabajan para un señor rico dueño de mucho campo y que por eso el muchachito que es de Paso de los Toros creo se hizo milico. Pero ¿para qué se hizo milico si es lo peor de todo? le pregunto a mi pa, él me dice porque en el cuartel él tenía comida todos los días y que además pudo terminar la escuela, después lo mandaron para el penal, y que llora todos los días porque extraña a su familia y al campo que no es de él pero que fue donde se crió, que llora porque no le gusta hacer mal a nadie y que ahí en Libertad se siente mal. Yo me quedo pensando y lo veo a los ojos al milico ese muchachito, y hasta me da lástima de que esté lejos de sus papás, porque yo al menos estoy con mi papá.
Los de las torres de vigilancia no podían admirarse porque estaban muy alto y me imaginaba yo que de allí no se podía ver nada. Esas torres tampoco me gustaban porque de allí salían unas noticias de los altoparlantes a todo volumen, era muy ruidoso, yo sabía que más o menos era la mitad de la visita, porque después de las noticias de CX20 Radio Montecarlo, quedaba poco para terminar, ese ruido no me gusta, porque como que distrae a mi padre y para mí es como que nos dicen ya se va a terminar la visita, prepárense para irse. Una vez le pregunté a mi pa que por qué estaba preso y él me dijo que estaba jugando un partido de fútbol allá por el Cerro y eso a los milicos no les gustaba y se los llevaron a todos para el penal, a los compañeros, yo no lo podía creer porque en mi barrio siempre nos pasábamos jugando a la pelota y nunca vinieron los soldados para llevarnos presos. Me pareció tan raro, que hasta me dio miedo que me fuera a pasar lo mismo que a mi pa y le dije a mi mamá, como que ella se enojó y me preguntó: ¿Quién te dijo ese disparate de que tu padre está preso por jugar un partido de fútbol? Le dije que mi papá y ella me dijo que eso era una bobada, que mi padre y los compañeros estaban presos porque las armas las tenían los fascistas y ellos controlaban a los soldados, que si las armas las tuviera el pueblo, eso no estaría pasando, yo me quede pensando para qué son necesarias las armas si ellas son feas y frías, mi madre después me explicó que en Uruguay los milicos habían dado un golpe de estado antes de que yo naciera y a mi padre lo empezaron a buscar los soldados por todos lados porque mi padre era obrero de una fábrica de yeso y que en la fábrica los obreros se habían organizado para luchar para que no los echaran y mil cosas más. Yo no entendía por qué echaban a los obreros de las fábricas si ellos son trabajadores, tampoco entendía cómo luchaban si ellos no son soldados ni luchadores como “Titanes en el Ring”, tampoco entendía cómo los milicos habían dado un golpe de estado, pensaba, si habían golpeado al estado con un tanque de guerra o con los palos que usan los policías, tampoco entendía qué era un estado, pero entendía muy bien que mi padre y sus compañeros no debían estar presos y que los milicos eran las peores personas del mundo, eran peores que sus perros, peores que las pesadillas que tenía con monstruos porque siempre tengo pesadillas de monstruos que me hacen mal que tiene dientes como los perros de los soldados y que me dan frío como sus armas pero las pesadillas siempre terminan y me despierto. Y allí está mi mamá que me abraza y me besa y me tranquiliza, pero Libertad nunca termina, siempre está allí y allí está mi pa y sus compañeros presos, y nosotros los niños que vamos una vez por mes con nuestras madres y abuelos; siempre sueño el día que va a salir pero en realidad no me lo pienso mucho porque yo la única persona que conocí que salió fue mi tío Pablo, mi tío es joven, no sé cuántos años estuvo preso pero él salió de allí y él me dijo que algún día mi padre va a salir del penal de Libertad, otra cosa que no entiendo y hasta me parece una broma es cómo si es que están presos pueden estar en el Penal de Libertad.
Texto: Camilo Abrines Pedragosa (22 de marzo del 2009)
Ilustración: Tom Moreno
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