Así como muchas veces no es clara la frontera entre la realidad y la ficción, el límite entre el yo y el otro también puede ser difuso. La búsqueda incansable de lo que somos encuentra en el otro un espejo, un camino y, por qué no, un destino, en el sentido de “llegada” o fin del trayecto. Hasta volver a empezar. Y difícilmente sea un camino recto. Hay vorágines, aglomeramientos, sucesos que nos enceguecen y nos hacen perder el norte y, también, el sur…
Es difícil determinar si Alter documenta un proceso o genera una historia. Quizá su argumento más contundente sea la imposibilidad del límite o, mejor, la inutilidad del límite. Lo que empezó como un juego espontáneo en un encuentro de amigos, terminó imponiendo la dirección. El personaje de Luismi Evans, el imitador uruguayo de Luis Miguel, toma el control y moldea la historia, a la vez que moldea la vida misma del actor protagonista, Sebastián Herrera, del director, Joaquín González Vaillant, y de los amigos que también se lanzan al devenir lúdico y doloroso de esta creación colectiva.
Este primer largometraje de Joaquín González Vaillant, máster en Cine Documental de Creación en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, empezó con la documentación espontánea de un alter ego del músico Sebastián Herrera, quien tiene muchos otros. El director elige retratar al imitador del cantante mexicano y, al hacerlo, le impone cierta dirección a la vida de Sebastián. Se sabe cuándo empieza la historia, pero no cuándo termina, puesto que se va filmando en la misma medida que la vida va aconteciendo, durante varios años.
Alter es una película que retrata la búsqueda del yo a partir del otro. Documenta la máscara que usamos para bucear en medio de la gente, en medio de los medios, mientras buscamos la autenticidad o, al menos, algo que suene más parecido a nuestra voz.
Texto: Eliana Lucián y Pao Melgar