Cuando preguntamos qué es hablar mal, algunas de las respuestas suelen estar relacionadas con no respetar reglas, usar muletillas o modismos, con hablar el “lenguaje ñeri”, o pronunciar mal. ¿Qué tiene la Lingüística para decir al respecto?
Algunas personas afirman, con convicción, que “los jóvenes hablamos mal”; otras argumentan, desde otro lugar, que los conceptos de hablar mal o bien son construcciones sociales que surgen de la dominación cultural. Pero ¿cómo se considera hablar mal desde la Lingüística?
Lo que sabemos sin saber
La Lingüística es una disciplina que, como todas, tiene diversas áreas y campos. Para abordar este tema, nos paramos desde una perspectiva que concibe la lengua de una manera determinada. Esta mirada implica entender que todo lo que se produce en una lengua particular tiene que ser descrito y tiene que poder ser explicado. Una herramienta útil para poder describir y explicar las cosas que decimos y por qué las decimos supone la distinción entre oraciones bien formadas y mal formadas. Pero estas últimas no son lo que entendemos comúnmente cuando nos referimos a hablar mal.
Las denominadas oraciones mal formadas son aquellas que no cumplen con las reglas de la gramática de una lengua. Es importante tener en cuenta que estas reglas no deben confundirse con las normas, convenciones y prescripciones como pueden ser los estándares de pronunciación (por ejemplo, no dejar caer las “s” al final de las palabras, como en vamo arriba; ayer fuimo a la fiesta…), la preferencia por algunas expresiones o palabras en vez de otras (el calor en vez de la calor), la sanción de ciertas conjugaciones (haiga, hubieron) o a los errores de ortografía en la escritura. Todas estas consideraciones son extralingüísticas, es decir, no dependen del funcionamiento natural de la lengua, sino de determinantes socio-culturales. Nos referimos, por el contrario, a reglas que todos los hablantes sabemos de manera inconsciente desde que somos niños.
Así, las reglas de la gramática de una lengua son aquellas mediante las cuales podemos formar las oraciones: en español, por ejemplo, es muy importante el orden en el que se combinan las palabras dentro de una oración. Estas reglas son las que establecen que el artículo (la, el) siempre va antes del sustantivo (casa o niño, por ejemplo). Pensá que cuando somos niños nadie nos enseña que tenemos que decir “la casa” y no “casa la”. Sin embargo, todos lo sabemos y así hablamos. Entonces, las oraciones bien formadas son precisamente las que decimos cotidianamente sin que nadie antes nos haya enseñado cómo decirlas, y sin haberlas escuchado nunca anteriormente.
Por otro lado, las oraciones mal formadas son oraciones que, en realidad, y por lo que acabamos de decir, justamente un hablante nunca va a proferir. Se trata de un invento de la teoría lingüística (de una de ellas) para reflejar precisamente aquello que ningún hablante dice. ¿Para qué es útil esto? Para poder explicar las reglas que los hablantes sabemos y que justamente solo nos permiten construir oraciones bien formadas, y por tanto, interpretables. Una oración “mala” o gramaticalmente mal formada, sería, por ejemplo, Fui casa la de a Juan, en lugar de Fui a la casa de Juan, donde el orden de las palabras adentro de la oración está alterado.
No hay duda de que ningún hablante de español produciría naturalmente estas oraciones mal formadas. Esto es así porque conoce inconscientemente el funcionamiento de su lengua, aunque a nivel consciente no pueda explicar los mecanismos por los que se forma así la oración. Lo que sí podemos hacer los hablantes es modificar la pronunciación, o usar unas palabras en vez de otras, pero nunca vamos a decir oraciones mal formadas, más allá de nuestra clase social, nuestra edad o nuestros hábitos culturales.
Algunas variables
En octubre de 2018 el diario El País publicó un artículo que dio bastante para hablar (sobre todo, mal). El artículo trataba sobre “el lenguaje ñeri”, la supuesta dificultad para entenderlo en los juzgados, y sobre la necesidad de crear un “diccionario ñeri”. Esto se habló mucho en las redes y en varios programas de televisión, donde se comentaban cosas como “están deformando la lengua” o “hay que combatirlo”.
¿Cómo se relacionan, entonces, la noción de hablar mal que entendemos comúnmente y el “lenguaje ñeri”? Muchos de los comentarios que escuchamos y leímos acerca de esta polémica refirieron a que la lengua está viva y cambia. Lo que ocurre es que la lengua no solo cambia a través del tiempo, sino que una misma lengua también es distinta en relación con otras variables. La lengua cambia en diferentes ejes, por ejemplo, no es lo mismo un joven que un viejo, un joven de Pocitos que uno de Casavalle, una persona con estudios universitarios y una sin educación formal. La lengua incluso cambia en una misma persona dependiendo de la situación en la que se encuentra; así, uno no se comunica igual con su familia que con su jefe, no usa el mismo lenguaje en un bar que en un congreso académico, etc. A estas variables, a estas diferentes maneras de hablar según distintas características, se les denomina registro de habla. Todos los hablantes hacemos uso de varios registros. Cuando decimos que alguien “habla mal”, comúnmente nos referimos a estos tipos de diferencias.
Desde el punto de vista lingüístico, no hay nada en las diferentes variedades que nos haga decir que una es mejor o peor que otra, o que alguien habla mejor que otro, o que los usuarios de una determinada variedad “hablan mal”. Las oraciones que producimos todos los hablantes del español, y de cualquier lengua, cumplen las reglas de la lengua que determinan la buena formación de las expresiones, y solo de estas. Las particularidades de las diferentes variedades también se explican desde la lingüística, y también están sujetas a determinadas reglas particulares.
Pongamos un ejemplo: en el glosario presentado por El País figura el término descansar, con el significado de ‘tomarle el pelo a alguien’. Podemos explicar este cambio de significado a partir del cambio de la estructura del verbo. Esto quiere decir que cuando significa ‘recuperar fuerzas, etc.’ la estructura del verbo supone que ‘alguien descansa’, pero este verbo cobra un nuevo significado que se explica a partir de otra estructura, ‘alguien descansa a alguien’. Este tipo de cambios son intrínsecos y comunes a todas las lenguas. Este mismo fenómeno se ve en desayunar, que supone dos estructuras para dar cuenta de dos posibles significados: ‘alguien desayuna (come la primera comida del día)’ y ‘alguien se desayuna de algo’, con el significado de enterarse de algo.
Entonces, ¿qué pasa con lo que identificamos como hablar mal?
Entre las diferentes variedades de la lengua hay algunas que tienen más prestigio. Este prestigio es un prestigio social, cultural, pero de ninguna manera se trata de un prestigio lingüístico. Desde el punto de vista mencionado de esta disciplina, no existe una variedad que sea “mejor” que otra; todas cumplen las reglas de su gramática y todos sus usos están justificados en ella.
En el español tenemos instituciones y academias como la Real Academia Española (RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) que cumplen diferentes funciones. Una de ellas es la de publicar diccionarios, ortografías y gramáticas. Algunas de estas obras tienen la función de describir la lengua, es decir, de registrar las distintas variedades de las diversas regiones del mundo hispánico. Otras obras, por el contrario, tiene el propósito de decir lo que está bien y lo que está mal. Esta diferencia es sustancial: hay obras normativas y prescriptivas y otras descriptivas. Esto suele dar lugar a confusión. Los hablantes solemos tomar a las instituciones como autoridades de la lengua, y castigamos lo que se salga de esta normativa; lo vemos como “lo malo” o “lo incorrecto”, aunque no exista nada que lo justifique desde el punto de vista estrictamente lingüístico.
En suma, desde la Lingüística no existe la idea de “hablar mal”, sino que lo que se considera “malo” dentro de la lengua son oraciones artificiales que ningún hablante produce. Y se las considera a los efectos de explicar los mecanismos que funcionan en nuestras mentes que hacen que, sin haber aprendido nada, hablemos de manera tan sofisticada como lo hacemos todos los humanos.
Texto: Pamela Ungerfeld Basaldúa
Links de utilidad
Barrenche, E. (28 de octubre de 2018). El lenguaje “ñeri” afecta las audiencias en los juzgados. El País. Recuperado de https://www.elpais.com.uy/informacion/judicia- les/lenguaje-neri-afecta-audiencias-juzgados.html
Vespertinas: El diccionario “ñeri”. (2 de noviembre de 2018). Montecarlo Televisión. Recuperado de http://www.montecarlotv.com.uy/programas/vespertinas/videos/el- diccionario-ñeri