Lucrecio Evans

Lucrecio Evans es lo más auténtico. Casero, tímido y pa’ dentro. El proyecto solista de Sebastián Herrera tiene unos años, pero es emergente en la medida en que ahora se anima y se muestra. Creció la confianza. Sebastián dice que “música también es compartir”.

El nombre es la primera puerta poética del proyecto. Inventado, Lucrecio Evans nos presta su mundo interno convertido en canciones. Es el anclaje de Sebastián Herrera. En la cabina de Radio Pedal Sebastián cuenta por primera vez la historia detrás de la creación de nombre y apellido.

lucrecio-evansSebastián nunca vio a su abuela, una joven escritora, cuya vida y obra fueron interceptadas por la muerte en un accidente de tránsito. Más poetisa que novelista, Graciela Saralegui deja Tocando fondo, su única novela editada. Lucrecia es el nombre de la protagonista, con perfume autobiográfico. La lectura de la novela habrá permitido a Sebastián conocer a Graciela, y volver tocayos a sus personajes. Lucrecio está inspirado y es en homenaje a aquella Lucrecia. En algo se parecen, la ficción es vía para la autorreferencia.

Evans es el “apellido” que comparten los proyectos de Sebastián, una familia de personajes, como primos dedicados al arte en diferente forma o propósito, unidos en palabra y cuerpo. Sebastián nombra  para crear borde, separarándose de sí mismo, para “generar algo que ya no es uno, es parte de uno”.

Las canciones surgen con sacudones, las vías de expresión de lo que nos conmueve pueden ser diversas. Lucrecio no le canta a hechos o sucesos, más bien abre algo de sí mismo, como quien se desabrocha el sobretodo y ofrece a la vista los bolsillos internos de su propia piel.  Para hacer canciones hay que tener la “necesidad de”, escuchar aquello que pide ser traducido a ese lenguaje. Sebastián tiene varios caminos por los cuales manifiesta y drena su arte: está Lucrecio, está el dibujo, está la escritura, está el video, se entretejen y se alternan, como canales expresivos.

La composición sucede casi sin querer, no hay un método. Cada vez que Sebastián se encuentra con la guitarra es por algo, para algo. Lucrecio es una voz posible, la voz que da melodía y universo particular. No hay ningún lugar al que llegar, pero sí hay una invitación a ser parte de este mundo con canciones como medio. No importa cómo estés vestido, lo que importa es prestarse a las canciones.

Sebastián es autodidacta, autodidacta de verdad. Dice con frescura que fue a una sola clase de guitarra, dice con soltura que no es músico. Y tal vez esta sea una gran fortaleza, la aventura de Lucrecio, en la que todos viajamos. Su proceso creativo es experimental, en sentido del verbo, dice. Canciones “chicas”, de voz y guitarra. Para grabarse usa programas básicos, baterías programadas, sonidos de juguete, divirtiéndose en el ensamblaje. Lo que resulta es una búsqueda estética clara, la diversión y la intuición del creador queda latiendo en la canción, y ahora es de todos. Los paisajes sonoros de cada composición interpretada por Lucrecio son mutables, las canciones son plásticas y dialogan con distintas posibilidades. Las canciones están vivas.

Las imágenes que rodean a Lucrecio son netas, no buscan show. Un bebé de plástico fumando, el perro compañero que demanda atención inoportunamente. Damon Alborn y su proyecto solista, como referencia. Y también aparece Radiohead, Blur, Caetano Veloso y Zitarroza. A The Beatles Sebastián podría escucharlos todos los días.

El 16 de noviembre en El Pinchazo tendremos la oportunidad de escuchar a Lucrecio Evans. No da perdérselo. Podemos ir asomándonos a su mundo a través de las redes sociales, en YoutubeFacebook y Soundcloud: Lucrecio Evans.

Y dar play.

Texto: Valentina Britos

Foto: Lucrecio Evans

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