Mercedes, la cantora eterna

Buenos Aires. Pasan las 10 y media de la noche del 18 de febrero de 1982. Mercedes espera inquieta en el camarín. Los productores del espectáculo, entre ellos su propio hijo, están coordinando los últimos detalles, manejando la tensión que provoca el regreso de una artista exiliada y censurada por una dictadura que aún se mantiene en el poder. En las butacas del Teatro Ópera, 2500 personas más también esperan.

El personal de seguridad se encarga de revisar a quienes ingresan a la sala. La organización se disculpa por las molestias ocasionadas. La Policía Federal despliega efectivos para controlar el show. El público alienta: “Negra, no te vayas, quedate en la Argentina. Este es tu país”. Mercedes tiene miedo de quedarse afónica por la emoción. “Yo salgo a cantar o me voy a la mierda”, grita finalmente. 

Entonces sale a escena. Una lluvia de claveles rojos cae sobre su poncho rojo y negro. 

“Me llamo Mercedes Sosa. Soy argentina”, dice antes de entonar las primeras estrofas de Guitarra enlunarada.

“Mano que toca una guitarra /Si es preciso va a la guerra / Mata un mundo y va a la tierra / La voz que canta una canción / Si es preciso canta un himno, libertad.”

Mercedes, la Negra, la cantora, la voz de Latinoamérica volvía a la Argentina. Era mucho más que un hecho artístico: era un hecho político. 

***

Nació el 9 de julio de 1935 en San Miguel de Tucumán, en el aniversario de la Declaración de Independencia de Argentina. “Parece que esta chica va a ser algo grande”, había dicho su madre, casi como una premonición, al escuchar desde el hospital los cañonazos que celebraban la fecha patria. 

Su papá la anotó como Haydeé Mercedes, contradiciendo la voluntad de su mamá, que le pidió que le pusiera Marta. Así la llamaban su familia y amigos, aunque popularmente siempre fue conocida como Mercedes, como la Negra. 

Si bien aseguraba que la música nunca había sido su vocación, se recordaba cantando desde niña: “Busco y busco en mi pasado y siempre me veo cantando. Cantando en mi casa, cantando en la escuela, cantando en los velorios, cantando entre las tumbas del cementerio. Cantaba porque sí, sin darme cuenta, porque me salía…. A veces me pregunto ¿qué habré aprendido antes: a cantar o a leer y escribir?, ¿a cantar o a hablar?”

En la adolescencia nació Gladys Osorio, seudónimo bajo el que se anotó en un concurso de canto en la radio LV12 de Tucumán para que sus padres no se enteraran. “Aunque se presenten mil, nadie va a poder cantar así”, le dijeron. Y así fue como le anunciaron que había sido la ganadora del concurso. 

En 1957, a los 21 años y después de un mes de noviazgo, se casó con Oscar Matus y se fueron a vivir a Mendoza. Junto a él y otros artistas formó parte del Nuevo Cancionero, un movimiento literario musical surgido a comienzos de los sesenta que pretendía renovar la música popular, trascender la oposición del folclore y el tango y desechar el “folclorismo de tarjeta postal”. Tiempo después, el movimiento se amplió a toda América Latina. En Uruguay adhirieron a él músicos como Alfredo Zitarrosa y Los Olimareños. 

En 1962, Mercedes, Matus y Fabián, el hijo de la pareja, vivieron un año en Montevideo. “En Tucumán están mis raíces, en Mendoza está mi felicidad, en Montevideo está mi primer reconocimiento como artista”, decía la Negra. 

El 31 de enero de 1965, gracias al atrevimiento de Jorge Cafrune, haría su gran debut en el escenario Atahualpa Yupanqui del Festival Nacional de Folklore de Cosquín, en Córdoba. El público estalló. 

“El festival de Cosquín es, y se caracteriza, por dar año a año una o varias figuras nuevas. Yo me voy a atrever, porque es un atrevimiento lo que voy a hacer ahora, y me voy a recibir un tirón de orejas por la comisión, pero qué le voy a hacer, siempre he sido así, galopeador contra el viento… Les voy a ofrecer el canto de una mujer purísima, que no ha tenido oportunidad de darlo y que, como les digo, aunque se arme bronca, les voy a dejar con ustedes a una tucumana: Mercedes Sosa.”

Mercedes se había afiliado al Partido Comunista en 1964. Por eso la rechazaban los organizadores de Cosquín. Por eso la dictadura de Onganía, Levingstone y Lanusse primero, y la de la Junta Militar después, la censuraron y amenazaron constantemente. 

Los últimos años de la década del 60 fueron de mucho movimiento. El ego de Matus no soportaba el triunfo de su pareja, así que la abandonó a ella y a su hijo en el 66. 

Un año después, emprendió su primera gira por el exterior y se juntó con su representante, Francisco “Pocho” Mazzitelli. Cuando quedó embarazada de él, decidió practicarse un aborto: 

“No es fácil vivir y mucho menos fácil es en esta vida ser mujer. Imaginemos a las jovencitas y no jovencitas que, empujadas por la miseria, por el hambre y la desocupación, tienen que abortar. Imaginemos cómo las tratan, cómo las flagelan en esos lugares clandestinos y sórdidos. […] Yo, como tantas mujeres, no quiero promover ni alentar el aborto; quiero que cada mujer sea realmente dueña de su cuerpo y de sus ovarios y de su destino. Nadie puede decir qué hacer con los ovarios de una mujer, salvo ella misma.” 

El 23 de octubre de 1978, fue detenida en La Plata antes de finalizar su actuación en el Almacén San José. También se llevaron a todo el público presente, unas 300 personas. Fue en ese año que murió su representante y pareja, Pocho Mazitelli. 

El 2 de febrero del año siguiente, se exilió en Europa. Primero se fue a España, después probó vivir un tiempo en París, y finalmente regresó a Madrid. En esos tiempos Mercedes dormía con la luz prendida toda la noche y extrañaba la comida casera de su madre. 

“Dicen que yo tuve un exilio dorado. No hay duda que hay exilios con trabajo y exilios sin trabajo. Y es preferible mil veces trabajar. Pero no basta. No basta el dinero ni el éxito ni los comentarios elogiosos de los grandes diarios del mundo. El exilio siempre es una muerte.” 

En febrero de 1982, poco antes de la declaración de la Guerra de las Malvinas, se produjo su regreso esperado: 13 shows en 10 días en el Teatro Ópera. Estas actuaciones fueron registradas en el álbum doble Mercedes Sosa en Argentina

En una de las últimas funciones, cantó La carta, de Violeta Parra, un tema que estaba dentro de la lista de canciones prohibidas. Cuando los organizadores le preguntaron por qué había hecho esa locura ella respondió socarrona: “Fue sin querer”. 

***

Mercedes tuvo un solo hijo biológico, pero la vida le dio muchos más. “Victor Heredia, mi inteligente, León Gieco, mi consciencia, Charly García, mi genio”. Afirmaba que no podía elegir entre ellos, pero que si le pusieran en esa situación incómoda preferiría a Charly “porque come tan poco Carlitos. Y eso me tiene con el corazón en la boca. Entonces tengo que preferirlo: de los tres es el más flaquito”.

Lo conocía desde que era niño, porque la mamá de García era productora de un programa televisivo de folclore. “Cuando yo estaba por el piso, me llevó a su escenario aun sabiendo que a la mayoría de su público yo le podía resultar una persona no grata. Pero no le importó. La Negra fue, me buscó, me llevó, se convirtió en mi cómplice.” 

Así como lo había hecho Cafrune en los sesenta, era ella quien treinta años después cometía una irreverencia en Cosquín. Sin importar la reacción del público, llevó a un escenario tradicionalmente de folclore a un rockero a cantar el himno nacional. En ese mismo año lanzó Alta fidelidad, un álbum de versiones de los éxitos de García. 

***

Editó casi 50 discos, visitó 60 países, más de 200 ciudades. Tuvo cientos de actuaciones en vivo, en salas para 300 personas o estadios para 50 mil y cantó con decenas de artistas nacionales e internacionales que la evocan casi como a una figura celestial.  

Para algunos, como Milton Nascimento, la voz de la Negra Sosa era hasta más poderosa que la propia muerte. En 1984, iba a compartir escenario con ella y León Gieco en la cancha de Vélez. Después de un ensayo, el artista brasileño se subió al auto de Mercedes, que iba al volante, y le pidió que por favor pusiera en la radiocasetera la grabación que ella había hecho de un tema suyo. Al pasar por las vías de un tren, el auto agarró un bache y se apagó. A la derecha se veía un tren acercándose. Mientras el resto de los pasajeros gritaban asustados, Nascimiento subió el volumen de la canción. 

Cuando le preguntaron por qué había hecho eso, él dijo: “Si la muerte nos alcanzaba, a mí me iba a encontrar siendo el hombre más feliz de la tierra. Muerte perfecta: estaba escuchando a Mercedes cantando mi canción”. 

Parece inverosímil que una artista tan querida y admirada hablara tanto de la soledad. La solía comparar con un manojo de llaves. La soledad, decía, es “quedarse sin la llave y no tener quien te abra la puerta de tu casa”. 

***

La década del 90 trajo su consagración mundial definitiva. Actuó en el Carnegie Hall de Nueva York, en el Coliseo de Roma, en el Festival de Viña del Mar, y por supuesto, en ese escenario que la convirtió en leyenda: Cosquín. Festivales, giras y discos siguieron alimentando su prolífica carrera artística. 

En 2009 lanzó su último trabajo, el disco doble Cantora, un álbum de duetos con artistas de la talla de Joan Manuel Serrat, Caetano Veloso y Luis Alberto Spinetta. 

En octubre de ese año, después de casi un mes de internación en un hospital porteño al que había ingresado por una disfunción renal, murió a sus 74 años. Decenas de amigos y artistas la despidieron en el Congreso Nacional cantando las estrofas de Alfonsina y el mar

Así fue como la Negra se llevó para siempre su puñado de llaves. Las de sus miedos, sus angustias, el exilio, las despedidas. Pero dejó como legado una voz que parecía emerger de la tierra misma, cantando y contando a los pueblos originarios, a la clase trabajadora, a los derechos de las mujeres, a la tradición latinoamericana.

Mercedes fue ante todo cantora, porque “cantante es el que puede cantar y cantor el que debe hacerlo”.  

Texto: Laura Seara Rodríguez

Las citas fueron extraídas del libro Mercedes Sosa, la Negra de Rodolfo Braceli

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