La fuerza de todas las brujas danzando sobre las cenizas del patriarcado

Los días 3, 4 y 5 de noviembre se celebró el Primer Encuentro de Mujeres de Uruguay (EMU). La iniciativa surge de un grupo de mujeres que se juntaron a dar el puntapié inicial a un encuentro que se define como autoconvocado y autofinanciado. Bajo la consigna “Todas las voces, todas las mujeres”, la participación es abierta a mujeres, independientes y organizadas, movidas a discutir experiencias personales y colectivas. La agenda de actividades comenzó el viernes en la explanada de la Universidad. A cielo abierto se montó una mesa para las acreditaciones, un escenario para el desarrollo de espectáculos artísticos y una feria de mujeres artesanas. El sábado comenzaron las Rondas de intercambio, instancia principal del encuentro, cada una de las cuales abordaba uno de los 21 ejes temáticos propuestos por la organización. Se desarrollaron en forma simultánea en los edificios de las facultades de Bellas Artes, Humanidades y Ciencias Sociales, con la participación de una treintena de mujeres por ronda. Definidas como espacio para el encuentro, el debate y la reflexión, se organizaron con una dinámica de participación abierta, con la presencia de una moderadora encargada de ordenar las intervenciones. Los ejes de discusión abarcaron el vínculo de las mujeres con el aborto, la privación de libertad, la creación artística, la educación, el trabajo, los bienes comunes, entre otros. Además de las Rondas, la jornada del sábado contó con talleres, y actividades artísticas desarrolladas en las facultades, en la Plaza Seregni y en otros espacios públicos. Para promover y facilitar la participación, y contando con el apoyo de organizaciones gremiales, sindicales y de la sociedad civil, se ofreció alojamiento a mujeres del interior y del exterior del país. Con igual fin se instalaron espacios de cuidados para los niños durante el transcurso del encuentro. El domingo sobre el medio día, la convocatoria fue en la Plaza Independencia, primero para comenzar la organización del próximo EMU (que se definió será en el departamento de Maldonado) y después para marchar por 18 de Julio hasta la explanada de la Universidad. La marcha dio cierre a un acontecimiento peculiar en diversos sentidos. Plural. Aunque el “todas” siempre es inalcanzable, la pluralidad de voces fue grande. Militante feminista, activista social, sindicalista, militante estudiantil, funcionaria pública, anarquista, trabajadora, eco feminista, antiespecista, ama de casa, estudiante; son ejemplos de algunas de las expresiones usadas en las presentaciones personales en las Rondas. La diversidad de perspectivas y posicionamientos enriqueció los intercambios, en los que la discusión de los ejes temáticos propuestos fue transversalizada por el debate acerca de la definición del espacio político y las diferentes formas en las que las mujeres definen, participan, se apropian y transforman ese espacio. Afectivo. A diferencia de lo que sucede en otros espacios de participación, donde la carga afectiva es sancionada, en este ámbito, la afectividad, el reconocimiento y la conexión con la vivencia fueron objeto de celebración. La dinámica fue de encuentro entre pares, el fin último, compartir e intercambiar en un espacio de crecimiento personal y colectivo. El clima general fue de alegría, con momentos de mucha intensidad, entre los que destaca la marcha de cierre. A diferencia de otras marchas celebradas este año, la marcha de cierre tuvo un nuevo ingrediente: la presencia de muchas activistas argentinas. El clima en el marchar era muy diferente porque su presencia se notaba en el sentir, no solo por las banderas argentinas y de los nuevos colectivos, sino también en las formas de expresar la indignación y la protesta. Muchas mujeres sin remeras, más bombos que nuca, mensajes en las paredes de 18 de julio: “Estamos hartas, investiguen al culpable”, “Antes puta que sumisa”, “Yo no juego al patriarcado”. Disruptor. Independientemente de los fines con que se celebró el encuentro la sola aglomeración de mujeres en un espacio físico habitualmente reservado para los varones significó un acto disruptivo. El extrañamiento de ver calles, escenarios y facultades copadas exclusivamente por mujeres, llama la atención sobre la naturalidad con la que muchas veces asimilamos la presencia casi exclusiva de varones en estos espacios. Reflejo de esto fueron las reacciones de quienes observaban la marcha de cierre desde afuera, señoras con sus hijos, parejas, familias y transeúntes que con gestos de risa o de enojo, compartían una mueca de sorpresa frente al conjunto de mujeres movilizadas. Horizontal. El encuentro respondió a una lógica de acción colectiva desjerarquizada y desanclada de las organizaciones tradicionales del campo social. La convocatoria fue autogestionada y el proceso de organización se procesó en clave horizontal. El desarrollo de los espacios de intercambio guardó esta misma lógica, representando el término “ronda” la equidistancia entre cada una de las participantes. La sensación de este primer encuentro de mujeres fue de alianza, de construcción de nuevos lazos sociales que quizá traigan nuevas dinámicas a los movimientos feministas en Uruguay, tanto en su formas de lucha como en sus horizontes de acción, al resignificar el rol de las mujeres y del feminismo en el cambio social. Texto y fotos: Fanny Rudnitzky y Ximena Vargas

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