Los flacos pedaleando despacio con una mochila tamaño microondas a cuestas han trastocado el paisaje urbano de Montevideo, especialmente de su zona céntrica y su círculo ampliado. Es cuestión de salir a la calle para verlos por todos lados, llevando y trayendo los paquetes de comida (aunque cada vez más, también de otras cosas) que el nuevo uruguayo pidió desde su celular.
Estas aplicaciones de deliverys, que son en verdad empresas deslocalizadas para evitar las cargas sociales y fiscales, ya tienen algunos años en Uruguay, aunque nunca habían tenido la expansión ni la visibilidad que tienen ahora, al haberse vuelto un fenómeno callejero. PedidosYa y Uber Eats son los más famosos dentro de un modelo que llegó con otras aplicaciones del mismo estilo, como el propio Uber y Airbnb.
Se basan en el modelo de la economía colaborativa, que es presentada por sus impulsores como una empresa que intermedia entre alguien que quiere trabajar, alguien que quiere vender su producto y alguien que quiere comer. El tema es que de esta intermediación extraen mucha renta.
Muchos problemas surgen de estas aplicaciones tan prácticas y cómodas. Para los trabajadores, falta de derechos de seguridad social y dificultades para sindicalizarse. Para los locales, una creciente dependencia de las aplicaciones, ya que tienden a hacerse con el monopolio del servicio de delivery. Para los consumidores, algo que sabemos hace rato, pero que no deja de ser inquietante: el acceso a nuestras búsquedas, nuestras preferencias y nuestros datos personales.
Texto: Nacho De Boni y Gabriel Delacoste