Las compas de Envalentonadas nos hicieron una invitación a compartir textos y canciones, o ambos, contra el fascismo, para resistir juntes, juntas, juntos. Es una invitación paradójica, porque es una invitación hermosa a hablar sobre algo horroroso. Esta paradoja estuvo siempre.
Pero parte de haber aceptado la invitación tiene que ver con un deseo fuertísimo de que deje de estar, de que en algún momento no esté más ese aspecto horroroso, y nos podamos quedar solo con lo hermoso.
Y otra parte de haber aceptado la invitación tiene que ver con que laburar para alcanzar ese deseo empieza ya, ya empezó, y tenemos que ser combativamente creativos en las maneras para que en algún momento veamos que el mundo no está embrujado, que el mundo es tan real como el amigo que está a nuestro lado. Para que, en algún momento, junto a nuestros amigos, tomándonos de la mano, cumplamos nuestros sueños haciéndolos realidad.
Miro para atrás y pienso que durante mucho tiempo necesitamos que estas metáforas fueran las que instauraran un país de las maravillas. De hecho, a muchos nos llevó otro mucho tiempo decodificar esas imágenes, esas figuras, deconstruir esas metáforas, que eran para nosotros, pero no por nosotros.
Hoy, somos muchos los que queremos convertir esas maravillosas metáforas en un mundo literal, y somos muchos los que queremos convertir el mundo en una realidad que nos maraville.
Para nosotros, pero, de nuevo, no por nosotros, sino por los mismos dragones, que con sus siete cabezas y sus siete cuellos corbatas nos están buscando el corazón, y no van a dejar de hacerlo.
Pero también somos muchos los que no queremos tener que volver a referirnos a ellos mediante metáforas. Los queremos nombrar, ver; queremos decir y decirles. Les queremos recordar una y otra vez que acá estamos y acá vamos a estar, construyendo formas de resistir y formas para resistir.
Esto también es parte de una realidad que nos maravilla.
Que volviera a ganar la derecha en Uruguay era un mundo posible. Cercanamente posible. Pero no se trató solo de eso. Pensar en la derecha no lleva necesariamente a pensar en aquellos dragones, en esas brujas que con su voz te pueden transformar en piedra, en los lobos feroces que desde detrás de sus escritorios nos quieren devorar… O quizá sí es pensar en eso.
Pero lo que maravilla es que ese mundo posible se convirtió en un mundo real en que todo esto se juntó y en que muy rápidamente se embrujó, o en que muy lentamente se fue embrujando.
La invitación es por esto tan hermosa como pertinente. Y creo que una de las formas de ir contra el fascismo es yendo en pro del afecto, en pro del compañerismo, en pro de la amistad, en pro del amor. Sin embargo, estos conceptos no son de uso exclusivo del contra fascismo. Y eso me repugna. Me repugna pensar que Manini Ríos usa la palabra amor, me dan ganas de vomitar cuando pienso que Gavazzo le llama amigo a alguien y me da asco la idea de que estos y otros sátrapas piensan que tienen afectos. Y simplemente porque creo que el fascismo no puede ir nunca de la mano de estos conceptos, o quizás justamente pueda ir de la mano de los conceptos, pero de ninguna manera los puede llevar a la práctica.
Es cierto que hablar de fascismo es hablar, en su génesis, de muchas cosas, de muchas personas, de muchas contradicciones, de muchas prácticas, de muchas filosofías aglutinadas por un afán totalitario que oficia de denominador común. No es mi intención hilar fino en este sentido, hoy me basta con lo que engloba lo autoritario, en sus múltiples ribetes.
En un librito precioso que me topé hace unos meses, llamado precisamente Contra el fascismo, un Umberto Eco de los años 90 decía por esos días que el concepto de fascismo adquiría connotaciones particulares, locales, puntuales. Se debía a que el texto estaba dedicado a los jóvenes estadounidenses que en ese momento se veían conmovidos porque en su país se había vivido el atentado de Oklahoma y se había descubierto la existencia de organizaciones militares de extrema derecha. Esto supuso revisar el concepto de eterno fascismo a la luz de reflexiones sobre problemas de la actualidad de entonces de diferentes países.
Siguiendo con este razonamiento, creo que hoy también es necesario revisar algunas de las cosas particulares, coyunturales, del fascismo en nuestro país.
Esto para mí es muchísimo, y hay expertos en la temática que nos deleitan con sus exposiciones, argumentos, análisis, etc. Sin embargo, y de nuevo, lo que me lleva a pensar en lo hermoso de la invitación, es que creo que hoy en día todos tenemos que poder hacer el ejercicio de pensar contra qué vamos. De saber contra qué vamos. Todos tenemos que poder decir algo. Y en esto probablemente entren aspectos no solo teóricos. Creo que no solo referimos o identificamos el fascismo en estos términos o en este nivel, sino que, por el contrario, son muchísimas las asociaciones, experiencias, recuerdos, y un abanico de etcéteras abrumador, que cada uno puede poner en funcionamiento para repensar y recordar en contra de qué vamos.
Al menos, desde mi vivencia, siento que eso podemos hacer quienes nacimos de la década del 80 para atrás, por ejemplo. Pero no solo. Todos tenemos que poder seguir recordando lo que el fascismo hizo, lo que hicieron, acá, allá y acullá, y todos tenemos que seguir peleando por que no lo vuelvan a hacer.
¿Qué tenemos que recordar? Todos los hechos que reprodujeron a modo de manual las características más notorias de un movimiento facho que nuclea las múltiples maneras de lo totalitario y que reprimió y vulneró sistemáticamente los derechos humanos. ¿Y qué tenemos que pensar? Quiero poder pensar en la respuesta que le podemos y que le queremos dar a cada una de estas, y quiero pensar que no solo la vamos a dar en lo conceptual.
El movimiento fascista busca el permanente culto a la tradición. Esto acarrea necesariamente que no haya avance del saber, por el hecho de que existe una única verdad con una única, y oscurísima, interpretación que podamos seguir. El fascismo consolida la cultura de la sospecha por cualquier actitud crítica. El desacuerdo, desde este marco, solo se lee como traición, la diversidad, como desacuerdo. Y así deviene el siniestro bucle. El miedo y la sospecha a la diferencia se traducen, sencillamente, en un racismo exacerbado.
Como se vio recientemente, este movimiento surge y resurge de la frustración individual o social, busca las clases frustradas, desazonadas por golpes económicos, crisis sociales, desencantos políticos que además se ven asustadas y amenazadas por la presión de los grupos sociales deslegitimados y subordinados. Acá encuentra un nicho donde verter, y juega con otorgar privilegios nacionalistas a todos aquellos que nacen entre los mismos límites fronterizos, como si eso fuese un privilegio, y condición suficiente y necesaria.
En términos de límites, fronteras, sospecha, racismo…, el fascismo siempre encuentra un enemigo claro, habita la zona permanente de la guerra y el terror para eliminar a este enemigo, que bien puede venir de afuera, pero que, por supuesto, “está entre nosotros”.
Este es un movimiento en que las élites reaccionarias, aristocráticas y militaristas desprecian a los más débiles. Su estructura mental y social así lo determina. Es un movimiento extremadamente jerárquico donde solo puede haber líderes y subordinados, y donde cada uno desprecia a sus inferiores. De eso se trata. Es un sistema de una ideología altamente elitista que se vuelve recursivamente destructivo. En este mundo de jerarquías, el liderazgo recae en un machismo con extremo rechazo a todos los descontentos e inconformismos sexuales y de género. Porque, claro, los individuos en tanto tales no tienen derechos. El pueblo pierde su poder de mandato, los ciudadanos no actúan, solo son llamados a desempeñar su papel de pueblo, de esta “ficción teatral”, como dice Eco, en un afán que se opone a los gobiernos parlamentarios. Y esto hace eco…
Hoy no solo resuenan estas definiciones o descripciones, hoy nos gritan a la cara que esto es y va a ser. Hoy hay gente amenazada, perseguida, torturada, desaparecida. Así como ayer pasó, hoy está pasando, y mañana probablemente también. Y por otro año, y otros.
¿No supone esto revisar de nuevo qué es el fascismo y cómo se presenta en nuestra realidad, en nuestra coyuntura política, en nuestro Parlamento, en nuestros ministerios, en nuestras instituciones, en nuestra vida cotidiana, en nuestras relaciones, en nuestros vínculos? Porque el fascismo es eterno, sí, pero acá encontró un ancla temporal que es el ahora.
Son muchísimas las herramientas que podemos desarrollar en contra de esto. Herramientas teóricas, reflexivas; herramientas prácticas, concretas, de acción… Herramientas que miren a lo macro y también que vivan en lo micro. En lo personal, creo que la esfera micro tiene un potencial arrasador. Más precisamente, pienso que, según la perspectiva, según lo micro, según lo macro, según la teoría, según la acción, según se trate de una cosa u otra las herramientas que se pueden desarrollar, las resistencias que se pueden pensar.
Desde lo micro entiendo que inevitablemente nos vemos forzados a poner sobre la mesa la artillería pesada de las emociones más personales y desplegar los mapas estratégicos más colectivos. Y en ambas cosas es necesaria la perspectiva histórica.
Muchos amigos cercanos compartimos este año el gusto de poder retrotraernos a las experiencias que nos dejó el exilio de nuestros padres de la década del 70. Y a nuestros propios exilios, ya sea para un lado o para el otro. Un aspecto significativo de esto supuso reconfigurar el eje de la mirada. ¿Qué quiero decir con esto? Que revisitamos los lugares donde nacimos, la comida que comíamos, las guarderías y escuelas a las que íbamos, los amigos de todos partes que dejamos en todas partes. Juntos, en conjunto, conmemoramos las emociones que guardábamos atrás de esas experiencias. Emociones que eran nuestras pero que llegaban después de atravesar la catarata de sentires de nuestros padres, que se impregnaron como una herencia emocional harto paradójica. En conjunto, nos fuimos remontando a sentimientos muy dolorosos, a recuerdos emocionales muy oscuros, a vivencias de sentimientos muy tristes que tenían que ver no con el lugar donde estaban/estábamos exiliados, sino con todo lo que había dejado el terror de Uruguay, que permanece hasta hoy en muchos de nosotros.
Algunos todavía nos estamos reconfigurando después de ese viaje temporal y emocional, y estamos resignificando un motín de experiencias que no están nada más ni nada menos que relacionadas con el concepto que lo engloba todo, el totalitarismo, y su hedor.
Es doloroso saberse que uno viene de sentimientos tan desgarradores que se te tuerce el estómago, pero fue necesario ese tránsito para saber que tenemos que poder seguir recordando lo que hicieron, lo que nos hicieron, y todos tenemos que seguir peleando por que no lo vuelvan a hacer.
Esto se vuelve inconscientemente un leitmotiv.
Acá encontramos una microresistencia.
En encontrarnos encontramos también una microresistencia.
Pero no solo es retrospectiva la herramienta de resistencia que veo acá. O, mejor dicho, de este ir para atrás podemos recoger un montón de cosas para construir, para desarrollar respuestas.
Respuestas que reflejen que para resistir no puede haber una sola verdad, que para resistir tenemos que dedicarnos, escucharnos, compartirnos, abrazarnos, entrelazarnos, generarnos y perpetuar nuestra confianza colectiva, mostrándonos como individualidades vulnerables que se potencian y fortalecen en conjunto. Sabernos purpurina destellante en la noche, diversa pero encontrada. Que empatiza con otro, que no se deja mover por su desazón individual, que mueve el mundo para otros y se deja retorcer por un otro, por otros. Respuestas que nos encuentren horizontales, llanos, lisos y redondos, sin jerarquías, sin padres, sin jefes que estructuren nuestra mente. Respuestas que nos encuentren libres, libertarios, en el hacer, en la retórica, en el pensar, en nosotros y con nosotros.
Y todo esto es de la mano. Y está en nosotros. Esa es parte de nuestra resistencia. Y es parte de lo que ya somos. Y de lo que ya está. Es una paradoja, que también estuvo siempre, pero que tenemos que resignificar y reactivar.
Este es nuestro país de las maravillas hoy. En el que no aparecen las hadas, ni genios que arreglen todo, ni Batman ni Superman. Nuestra resistencia es construir, con los demás que sueñan como soñamos, para que la realidad que queremos hoy sea tan cierta algún día como un pedazo de pan.
Texto: Cecilia Bértola
Foto: Santiago Mazzarovich. Protesta anti imperialista contra la visita de Barack Obama, presidente de los Estados Unidos. Buenos Aires, Argentina. Marzo/2016
Acá podés escuchar el programa completo de Envalentonadas, en el que compartimos, junto a compañeros y compañeras, textos y canciones de resistencia contra el fascismo.