Yayo Herrera – IV Jornadas de Debate Feminista
Todos los seres humanos nacemos vulnerables e indefensos en el seno de una madre y llegaremos a ser libres e iguales en dignidad y derechos siempre y cuando recibamos una cantidad ingente de atenciones, de cuidados y de afectos que deberán ser proporcionados por hombres y mujeres de otras generaciones, en una tarea civilizatoria sin la cual nuestra especie no puede existir. En caso de recibirlos, podremos llegar a estar dotados de conciencia y de razón que nos permita vivir fraternalmente los unxs con los otrxs, conscientes de que habitamos un planeta que tiene limites físicos, que compartimos con el resto del mundo vivo y que estamos obligados a conservar.
Relectura Ecofeminista del primer artículo de la declaración de los derechos humanos de 1948, por Yayo Herrero.
Del 12 al 14 de julio se desarrollaron en la Facultad de Ciencias Sociales las IV Jornadas de Debate Feminista, organizadas por Cotidiano Mujer y la Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual, con la colaboración del Grupo Género, Cuerpo y Sexualidad, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Las jornadas reúnen a expositoras de diversos ámbitos para dialogar e intercambiar ideas, investigaciones y propuestas, en un acto de acercamiento y sororidad entre la Academia y el activismo feminista, con el deseo de que los debates en torno a los derechos humanos de las mujeres fortalezcan las demandas de la sociedad civil organizada y de las feministas todas, así como sus vínculos y estrategias colectivas e individuales. Este año los ejes temáticos trabajados fueron “Cuerpos políticos – políticas del cuerpo”, “Sostenibilidad de la vida” y “Violencias y resistencias”. Se discutieron, entre otras, problemáticas en torno al bienestar y los cuidados de las mujeres trans, al lugar de las masculinidades en la lucha feminista y el vínculo entre Academia y movimiento social.
La conferencia central del 12 de julio, el día de apertura, estuvo encabezada por Yayo Herrero, antropóloga social, ingeniera agrícola, profesora, activista y una de las principales referentes del Ecofeminismo en el ámbito mundial. El Ecofeminismo es una corriente de pensamiento y un movimiento social que se basa en la potencialidad del diálogo entre el feminismo y el ecologismo, como formas de resistencia y combate al sistema capitalista y patriarcal que, en palabras de Yayo, “le ha declarado la guerra a la vida”. En el Ecofeminismo, la perspectiva esencialista concibe a la mujer como naturalmente más cercana a la naturaleza; mientras que la constructivista, desde la que ella se posiciona, entiende la cercanía de las mujeres a los procesos de sostenibilidad de la vida a partir de los roles que les han sido asignados en la división sexual del trabajo.
Dada la guerra que el capital le ha declarado a la vida, es necesario dar cuenta de las bases materiales que la sostienen, para protegerla. Debemos entender que somos seres ecodependientes porque no podemos vivir al margen de la naturaleza, de sus ciclos y de lo que produce. Pero también somos interdependientes, ya que la vida humana está encarnada en cuerpos vulnerables que necesitan cuidados (tiempo, trabajo y energía) que no se pueden dejar de hacer. A pesar de que mujeres y varones están igualmente capacitados para cuidar, las primeras han sido sistemáticamente obligadas a hacerse cargo de dicha responsabilidad, invisibilizada y devaluada. El sistema económico y político actual se sustenta en el mito de la independencia que ignora y descuida constantemente los límites físicos del planeta —ya traspasados—, así como los tiempos y necesidades de las personas, en una dinámica expansiva donde no solo crece la economía, sino también las desigualdades.
Frente a esta situación, Yayo propone realizar un ejercicio de amargura, doloroso, pero necesario para salir del pozo: dar cuenta de las crisis y pensar alternativas. Por un lado, una profunda crisis ecológica generada por el traspaso del pico de utilización del petróleo y algunos minerales. Por otro lado, una crisis de reproducción social, que se genera por la falta de corresponsabilidad de los varones en las tareas de cuidado una vez que las mujeres ingresaron masivamente al mercado laboral y por el aumento del “tiempo demandado” de cuidados, dado el envejecimiento poblacional.
Así surge la necesidad de volvernos hacia las energías renovables y de disputar el modo de utilización de los minerales necesarios para su construcción, entendiendo que este cambio debe ir acompañado de una reducción del ritmo de consumo actual. Según la noción de huella ecológica, si todo el mundo viviese como la media de una persona uruguaya se necesitarían tres planetas tierra para satisfacer todas las demandas materiales, pero como tenemos uno solo y está parcialmente degradado, se produce una distribución injusta que implica que miles se vean desposeídos de los recursos que necesitan para vivir una vida que merezca la pena ser vivida, según Yayo. Frente a la segunda crisis que genera, sobre todo, una gran pobreza de tiempo para las mujeres (siendo las migrantes las más afectadas), es necesario cristalizar la idea siguiente: “Si nadie puede vivir sin ser cuidado, nadie tiene derecho a vivir sin cuidar”.
A lo largo de su exposición, Yayo niega la dificultad de hacer frente a estas crisis y alienta la búsqueda de ideas alternativas, que debemos aprender de aquellos que, como los sectores campesinos y los pueblos originarios, se han dedicado a realizar trabajos socialmente necesarios, cercanos a la tierra y a la vida, como la agricultura. Se necesita poder y voluntad política para ponerlas en práctica y para reinventar lo colectivo, porque la construcción de alternativas requiere reaprender a estar juntos y juntas. Aterrizar en la naturaleza y en nuestros cuerpos también implica repensar la noción de valor que maneja la economía, donde la guerra y la enfermedad generan ingresos porque aumentan el Producto Bruto Interno, mientras la salud y la paz no se contabilizan porque no tienen precio. La ponencia de Yayo es como un baño de agua fría seguido de un cálido abrazo, impacta en el cuerpo y, a la vez, nos llena de energía y fuerza para sobreponernos. La lucha feminista está atravesada de otras luchas por la igualdad que se retroalimentan y rescatan entre sí, manteniéndose críticas y humanas. En este sentido, el aporte de la ecología es, sin dudas, justo y necesario.
Texto: Inés Martínez y Sofía Cardozo
Fotos: Mai Rodríguez