Una red necesaria

El veganismo desde una mirada integral.

El veganismo desde una mirada integral.

Desde que Daniel Watson acuñara, en 1944, el término veganismo, ha pasado mucho. De su diferencia de concepto, la ampliación y su extensión mundial; de activistas de bandas de Hardcore en Estados Unidos en los 80 haciendo conciertos por la Liberación Animal; de la expansión de ese fenómeno en Brasil a principios de este siglo; de su continuidad a menor escala en Uruguay; del desarrollo de empresas “veganizando” sus productos a nivel internacional al crecimiento de las empresas importadoras de frutos secos en nuestro país, ya sea por la conciencia de muchos y/o el aprovechamiento capitalista de otros. Se ha logrado mucho cambio.

La globalización extiende los mensajes y acelera la información. Moda o no, según la Unión Vegetariana y Vegana del Uruguay, en nuestro país ya hay 120.000 vegetarianos y veganos. En Estados Unidos esa cifra supera las 20 millones de personas, lo cual hace que no sea casual lo manifestado por la revista The Economist, que meses atrás informó que 2019 sería el año de la expansión vegana.

En Uruguay, dejando de lado el tradicional ruido electoral que este se llevó todas las miradas, el movimiento vegano viene creciendo de forma importante. Donde más se percibe es en lo culinario: muchos emprendimientos han aparecido y se reafirman con su participación en la feria mensual PoneleVerde. Este emprendimiento se inició en 2018; se hace en el edificio histórico Paseo del Hotel, en Agraciada 3787. Por otro lado, lugares que solían vender solo productos derivados de animales también han agregado opciones veganas. 

Movimientos

Lo vegano toca varias aristas. Actualmente, y en lo que se refiere a nuestro país, hay jóvenes activistas que se reúnen para ayudar en distintos temas, esenciales para lograr una mejor sociedad. Partiendo de esa inquietud, en 2019 se han hecho talleres de cocina; manifestaciones pacíficas ante frigoríficos y lugares públicos, para exigir respeto a los derechos animales y el antiespecismo; salidas para limpiar residuos en las playas y otros eventos.

Estas actividades las llevan a cabo personas de distintos colectivos veganos que, en muchos casos, se entrecruzan. Por ejemplo, existen varios participantes que en algunos casos colaboran dando una mano solamente el día del evento y en otros son los organizadores que están durante todo el proceso. En la actualidad, se reúnen en el Centro Antiespecista de Liberación Animal (CALA), a cargo de los activistas Sabrina Cámaras, Maquy García, Laura Mautone, Lucía Roches y Darío Costa. Los últimos dos tuvimos el agrado que visitarán La máquina de tejer.

Tejiendo el CALA 

Lucía nos contó que el 5 de noviembre de 2018 se generó un gran movimiento, denominado Marcha de la Liberación Animal, gestionado por el grupo Asamblea Antiespecista, que marcó la necesidad de tener un centro donde reunir a las organizaciones afines con los activistas veganos.

Anteriormente, estas reuniones se hacían en la Facultad de Ciencias Sociales, hecho que limitaba el proceso aspectos como la necesidad de tener que guardar materiales, si bien siempre lograron encontrar una solución, dividiéndose en casas de activistas o en un depósito que casualmente se encontraba. Tras la convocatoria a la marcha, la inversión en cartelería y afiches creció tanto que se hizo una evaluación y llegaron a la conclusión de que era fundamental encontrar un lugar para tener como base. Todo se hace de manera autogestionada y con espíritu solidario. De esa forma, la idea era que todo lo conseguido pudiera reutilizarse, ya fuera para eventos propios como para otras organizaciones.

En una primera instancia se pensó en un lugar de comida vegana que tuviera por lo menos un sótano para dejar las cosas. Al ver que esto no sucedía, hicieron un llamado por Facebook, comentando su necesidad. Fue así que un activista compañero del colectivo, fotógrafo de The Save Movementy que vive en el exterior, cedió un espacio. Consistía en una casa añosa, en desuso, ubicada en la Ciudad Vieja. 

La primera persona que nos recibió, luego de subir las largas escalares que se encuentran en la entrada, fue Lucía. Activista, participante de las asambleas del CALA, de 30 años de edad y vegana desde hace dos años, nos dio la bienvenida presentándonos a toda la gente que estaba ese día (al ser miércoles de tarde, nos encontramos con activistas de Health Save). Nos mostró todas las habitaciones, que tienen techos altos y luminosos gracias a la claraboya central y a la cantidad de ventanas antiguas de gran tamaño que hay en el lugar. Nos frenamos en la biblioteca, donde comenzamos la entrevista mientras esperábamos a Darío.

Ambos nos comentaron que el CALA surgió el 15 de diciembre de 2018 y que lo más complejo fue su acondicionamiento. Se tuvieron que hacer arreglos eléctricos en la mayoría de las habitaciones, revoques, arreglos de pisos, cañería y mucha limpieza por la cantidad de polvo que tenía. Al ser una edificación antigua, a medida que se va utilizando se van encontrando detalles para solucionar que hacen que al día de hoy continúen en ese proceso. 

La mayoría de los muebles los pudieron conseguir a través de donaciones. Además, al ser un lugar que principalmente funciona como red de distintas organizaciones veganas, todo el tiempo está cambiando. Los espacios que se mantienen fijos son la cocina y la biblioteca, están evaluando cómo mejorarla y gestionarla. Si bien su objetivo es lograr consolidar ese espacio para que más personas puedan acceder a mejor información, por el momento la mantienen cerrada para conservar el cuidado de sus materiales. 

El resto de las habitaciones las adaptan según la necesidad de la organización que lo requiera. Estas dependen de la agenda semanal.

Una forma fácil de acercarse al CALA es a través de sus redes sociales y de la página web www.calamontevideo.org. Ahí se logra entender mejor su activismo. Se puede encontrar información sobre los emprendimientos veganos de Montevideo y sobre su forma de actuar como colectivo. 

Ellos se definen como “un espacio abierto que intenta fomentar la integración y participación en torno a una problemática que necesita una atención específica: el especismo”. Un punto de partida que aporta claridad; algo que se habla mucho desde la postura vegana consciente y que sucede a diario. Mientras, en la vida cotidiana de los sistemas de producción de derivados de animales y en la mayoría de las familias uruguayas se vive sin cuestionarse esto. 

Reconocer la discriminación 

Por definición, el especismo es la discriminación moral a miembros de una especie frente a otros y a la justificación de este hecho. Un ejemplo claro es lo que pasa por lo general con los perros y los gatos, comparado con el trato hacia las vacas u otros animales de granja. A unos se los toma como más importantes, hasta los consideran miembros de la familia, mientras que a otros se los come, se los explota, se los viola.

Desde la tradición o la costumbre, esto no se piensa y es lo que se intenta revertir. Según datos que publicó El Observador, Uruguay es el país con más vacas por habitante del mundo, 3.44 per cápita. Esta información impacta en varios sentidos: por el lado medioambiental y porque demuestra la desconexión que existe en nuestra población con respecto al daño que se le hace a esta especie.

Las vacas pueden alcanzar la pubertad a los diez o doce meses de vida, aunque en sí, en términos de producción, se definen por su peso. El tema es que a partir de ahí comienzan el ciclo de inseminación artificial. Estas palabras, dichas de esta forma, suenan como un tecnicismo y nada más. Pero hay que tener en cuenta que el ciclo consiste en embarazar a la vaca. Esto se lo considera una violación, ya que se hace sin tener en cuenta la voluntad del animal. A su vez, hay que agregarle que cuando el ternero nace y es retirado de la madre, esta empieza a ser ordeñada y seguirá produciendo leche durante unos diez meses. Antes de que deje de dar leche, volverá a ser inseminada otra vez y el proceso continuará así durante toda su vida.

Por esta triste situación y otras análogas a las relaciones humanas, en CALA creen que la forma de abordar los temas es partiendo desde esa base. 

Convivencia y actividad

Una de las cosas que entienden fundamental es definir las reglas de convivencia que se deben tener dentro del espacio. CALA “es un espacio libre de acoso, no se consume alcohol ni drogas, no se toleran conductas violentas, ni fascistas; nos regimos por asambleas, llegando a consensos, no se vota, se llegan a acuerdos de forma horizontal”, comenta Lucía.

Aunque ya se están ocupando varias temáticas, dicen que su idea es ampliarse y apoyar más causas sociales, como la lucha contra UPM2. “Consideramos que el cambio social viene desde el activismo, generar una masa crítica de personas que puedan crear una presión social”.

En estos márgenes, las organizaciones que participan son las siguientes: Proyecto Refugio Animal, Chalktivismo, Savotaje, Animalcracia, Climate Save the Movement, Save health movement, Animal Save Movement, Uruveg, Anonymous for the voiceless, Acción Directa Montevideo. De todas ellas, la que está haciendo más uso de los espacios es The Save Movement. De acá se derivan tres grupos, Health Save, Animal Save y Climate Save.

Health Save se reúne en el CALA los miércoles. Su objetivo es contribuir con personas en situación de calle, brindándoles un plato de comida vegana saludable y equilibrada.

Les lleva un día completo organizarse, terminar de armar los platos y entregarlos a la noche a la gente del barrio. La mayoría de los integrantes tiene entre 20 y 30 años. 

La fruta la consiguen a través de Redalco, organización sin fines de lucro ubicada en el Mercado Modelo, cuyo objetivo consiste en recuperar alimentos que actualmente se desechan, clasificarlos y distribuirlos a la población de vulnerabilidad. Save se divide para que se participe en esa instancia para recolectar los alimentos necesarios para formar los platos que van a crear. Cada miércoles se alimenta a un poco más de 30 personas de la Ciudad Vieja. Su intención es seguir creciendo y brindar esta posibilidad en otras zonas, para lo que dependen de un vehículo que aún no consiguieron. Dado su entusiasmo, seguramente alcancen estos planes a la brevedad.

Las personas que quieran enterarse de las novedades de Save, aparte del CALA, lo pueden hacer mediante su Instagram. Ahí se pueden ver fotos y emocionantes agradecimientos de las personas que son ayudadas todos los miércoles. 

El CALA es un lugar que se rige de la autogestión y con mucho sacrificio hacen todo lo que pueden para llevarlo adelante día a día, además de todas las otras actividades: “Todos tenemos un trabajo y todo lo que conlleva una vida personal; a veces es muy difícil”, comenta Darío.

Para solventar y continuar el proyecto, se han hecho encuentros de todo tipo: talleres de comida, cine debate y ventas económicas. En su página web también tienen un sector de tienda donde aparece merchandising de las organizaciones y de CALA: adhesivos, remeras, libretas, pins. 

A su vez, consideran que tanto las donaciones como la gestión humana son imprescindibles para ellos. Nos decían que siempre se precisan manos para cumplir las tareas que se proponen. Ya sea para mantenimiento, limpieza o para salir a la calle formando parte de alguna actividad. Todos aquellos que se arriman a participar son fundamentales para que CALA avance.Tras la visita al Centro Antiespecista de Liberación Animal notamos el crecimiento de cada organización de la red que reúnen y la situación actual del sistema.

Nos alegramos de que existan lugares como estos; creemos que los centros de este tipo, que promueven un nuevo paradigma e intentan trabajar desde el núcleo de las organizaciones actuales ayudan a que el veganismo se propague desde su lugar más sano, ya que crean marcos donde con mucha claridad informan cuáles son los motivos de su lucha. Por otro lado, también nos emociona ver que tantas personas estén trabajando en organizaciones sin fines de lucro por amor a sus ideales, a lo que creen y con mucha solidaridad.

Creemos que los veganos sensibles a los cambios, activando y comunicando su mensaje con compromiso y responsabilidad, brindan esperanza a la enrarecida sociedad en la que participamos hoy en día. Esperamos que CALA continúe su crecimiento, motivando y expandiendo más organizaciones veganas.

Texto: Andrés Criado Dive

Fotos: Sabrina Cámaras y Óscar Torres 

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