La cosmovisión Charrúa
De ahora en más que nos guíe la luna
Hasta ahora buscamos alternativas al individualismo occidental en teorías provenientes de su misma génesis, este gesto evidencia la vigencia de una colonialidad que nos ha llevado a ignorar las propuestas de cosmovisiones que se despliegan aquí. Nos toca a quienes habitamos ciudades de individualidades blanqueadas pasar a la acción, ya no basta con pensar y refritar ideas de ideas de ideas, hay que hacer. Hay que crear acciones y relaciones que impliquen otros modos de vida, asumiendo nuestro mestizaje preguntemos conversemos, acompañemos y sobre todo aprendamos de quienes hoy a nuestro lado ya lo están haciendo.
En estas tierras viven comunidades indígenas que están reconstruyendo y creando sus cosmovisiones pese a la negación sistemática de su existencia. Se instaló como relato oficial “todos bajamos de los barcos provenientes de Europa”, lo indigena quedó en el pasado como imaginario exótico. Para crear la “patria” se desplazaron e intentaron exterminar las comunidades originarias, sus identidades fueron y son juzgadas desde criterios y estereotipos occidentales: evolucionistas, racistas y colonialistas. Quizás todo esto pasó y pasa porque ellas son actos reales de resistencia al colonialismo y al capitalismo. Con ellas no se trata de pensar lo imposible, se trata de hacerlo, no se trata de ser consecuente con nuestros deseos gestados en el individualismo, se trata de aprender a desear el bienestar común, creándolo y practicándolo.
Invitamos a escribir y conversar sobre las cosmovisiones de la comunidad Charrúa a Guidai y Flor activistas indígenas y ambientales integrantes de la comunidad Basquadé Inchalá que actualmente lideran junto a otras mujeres el proyecto: Memoria, Restauración y Ancestralidad Indígena. Nos cuentan:
Las cosmovisiones originarias creamos comunidad y estas varían según los territorios, en ellas nos complementamos, intercambiamos, relacionamos, aprendemos unas de las otras y nos ayudamos recíprocamente. Están integradas por personas, árboles, plantas, cerros, cursos de agua, animales, etc. Se trata de comprender que no se puede vivir bien si los demás viven mal o si se daña a la Madre Tierra. Todo está interrelacionado y todo es interdependiente. Por tanto, el deterioro de nuestro entorno es el deterioro de la comunidad. Esto se puede entender mejor si vemos la vida como un tejido. Aprender a vivir para aprender a convivir. Como modo de disputar la vida nos comprometemos a compartir las cosmovisiones de los pueblos originarios. La memoria, las prácticas y valores de nuestros antepasados son pilares que nos traen a tierra, nos guían en nuestro, oblé nderé, buen camino. Nos relacionamos desde el respeto, de manera horizontal, usando la percepción (intuitiva), y desde el cuidado mutuo entre las personas y con el territorio. Creamos espacios para escuchar, escucharnos y escucharse, consideramos importante tener vínculos afectuosos entre las personas de la comunidad. La familia elegida son esos vínculos de años que han pasado por nuestra comunidad.
La espiritualidad nos conecta con nuestros antepasados indígenas, con los diferentes seres y elementos que hacen posible la vida, en especial con la luna, el agua, los montes y el territorio. Nos mantiene fuertes, por eso las ceremonias de llamado a los ancestros con las guampas y caracolas son tan importantes para traernos al presente. Nuestra conexión espiritual le da sentido a nuestras prácticas y forma de vida, nos da seguridad y confianza. Son ceremonias cuándo le cantamos al agua en lengua Charrúa-Chaná, cuando plantamos y cosechamos pidiéndoles permiso y que nos curen antes de tomarlas y agradeciéndoles por su curación. Preservamos las semillas de un año a otro para la continuidad de la vida diversa, nativa. Recuperamos los saberes de las plantas nativas, que nos acompañan en nuestra vida cotidiana. Otro de los valores de nuestra cosmovisión, y de muchas otras, es la reciprocidad entre las personas, los seres, elementos y territorios. Tomamos, pero también damos.
Traemos la sabiduría que nos legaron, recordando su origen pero viviéndolas en la actualidad, con tecnología (para bien o para mal, intentamos para bien). Hoy en día estamos atravesad@s por la colonización y hay patrones que hemos traído de ellos. En comunidad hemos tratado de revalorizar las costumbres y modo de vida ancestral tratando de que estas prácticas nos orienten día a día. Aunque lo intentemos hay marcas muy fuertes que soltar o transformar, en ese camino vamos. Algunos llaman deconstrucción, retomada o recordar.
Gran parte de la sociedad es incapaz de ver la presencia indígena. Hay un gran mito que aceptaron y reconocieron cómo verdad: “Uruguay país sin indios“. A veces no hay comprensión de nuestras prácticas o de nuestra manera de sentir y vivir, se en problemáticas como la falta de empatía, el individualismo y la violencia. Hemos optado por no dar demasiadas explicaciones, simplemente estar y ser. El racismo discrimina y excluye. “Cada vez que digo que soy Charrúa muchas personas me miran o me interrogan pero ¿no te vestís como indígena? Ya viví muchos años de esta violencia para que hoy me preocupe la mirada de ese otro. “Cada Charrúa era una potencia en sí mismo“ decía Sendic. En la zonas rurales es más común convivir con personas que reconocen sus raíces y están mucho más naturalizadas las prácticas indígenas que se preservan. Tenemos presente que todos somos mestizos, algunos más otros menos. La diferencia con los no indígenas es que nosotras además de tener raíces indígenas queremos mantener su sabiduría y la historia común. Hay abuelos y principalmente abuelas que han resistido, con rebeldía, alegría, cuidados, son transmisores de ancestralidad. Integramos el presente al pasado y viceversa. La recuperación de las lenguas originarias es la recuperación de las cosmovisiones. Porque la manera de describir y lo qué hay detrás de las palabras está relacionado a la manera de ver y sentir el territorio, el mundo, el universo y la vida. “ M es yo y es tú, depende la frase y los gestos.”
La propiedad privada nos interpela todos los días, nosotras vivimos gran parte de nuestras vidas en casas donde la propiedad se desdibujaba, al ser habitadas por personas diversas que llegaban cuando querían viviendo experiencias comunitarias. La visión de propiedad privada occidental no era entendida por los antiguos como tal, el territorio más allá de que era delimitado por varias tribus y pueblos, no tenía dueño, era de la vida. Al considerarse igual o en horizontal con los animales, plantas, etc no determinaba que fueran propiedad de una persona. Por eso cazaban las vacas y no las robaban como decían los criollos antes de Salsipuedes. El compartir es propio de las comunidades, cuando nos reciben o si me gusta mucho algo del otro, se regala, se comparte se ofrenda. La propiedad privada y el individualismo son conceptos instaurados en las mentes de muchas personas, están deteriorando el planeta, los territorios a pasos agigantados. Porque no hay control de los deseos individuales de acumulación de las riquezas, entonces lo que creen correcto algunos perjudica a las vidas humanas y no humanas.
Frente al individualismo instalado en nuestras sociedades, dialogamos sobre nuestras historias y nuestros objetivos, sobre nuestras aspiraciones, sueños y reclamos. En la familia y lo social proponemos hacer y estar colectivamente. Invitamos a amigas a ayudar a mejorar un espacio, proponemos el trabajo en conjunto, conectamos con el territorio, creamos, plantamos y cantamos. Creemos que la reciprocidad, el diálogo, compartir momentos, alimentos y experiencias ayudan a salir de la individualidad y sentir esa alegría y fuerza que nace de lo colectivo.
Texto creado en colaboración: Guidai, Florencia, Cecilia y Federica