Setiembre… la primavera, el vuelo de las aves, el ansiado clima cálido, algo más de luz de día, el viento, el sol. Bienvenida tú también estrena séptimo mes de columna con una mujer caótica, conmovida, desordenada, intensa, al borde de los 30. Y eso van a escuchar en esta oportunidad.
Laura Falero dijo alguna vez, en este espacio que compartimos, sentirse como el ano y habló de la honestidad necesaria con nuestro estar, y de eso me agarré para opinar caóticamente sobre cosas que en mi cabeza están conectadas y tienen sentido pero capaz que para ustedes no. “Asociaciones insólitas”, dijo la querida compañera Soledad Castro Lazaroff.
A la luz de los hechos recientes, y unos días después de esta columna, el escenario es indignante y casi desolador. Adolescente violada y asesinada, Esmeralda. Mujer joven apuñalada, Luciana.
No hay dudas, estamos en estado de alerta y de emergencia. Nos matan. La violencia atraviesa nuestros cuerpos y experiencias de forma cotidiana, sistemática. Es, por momentos, desesperante.
Urge seguir encontrándonos, problematizándolo todo, poner el cuerpo en la calle como forma de protesta y resistencia.
En esta columna van a encontrarse con algunas reflexiones sobre esto y siempre, siempre, un espacio para tomar la voz.
- Justicia patriarcal
- Instituciones patriarcales
- Importancia del movimiento social
- El caso del Gucci y la cofradía patriarcal (canción de Laura Falero, Rita Segato, el eternúm prioritario, género o lucha de clases).
Cuando se dio el poco afortunado evento de la política partidaria asociada al cantante plenero acusado de acoso y abuso, estaba mirando la serie “13 reason why”. Y mientras miraba una y otro episodio de la ficción, no podía parar de pensar en el concepto de “cofradía patriarcal” como dice Laura Falero en su canción: “La lealtad entre varones que hace que prime la masculinidad hegemónica y su poder de género sobre cualquier evento que los involucre. Pero sobre todo, que ese show de plumaje colorido es una especie de danza de reafirmación de su condición de varón y de su poder frente a cualquier ser que no esté en esa categoría”.
Por si no lo vieron, la serie gira en torno a un suicidio y un grupo de jóvenes vinculados de diversas maneras a la adolescente muerta. Se puede problematizar varias cosas de la serie, pero en mi caso, me rompió los ojos esta alianza que cuidaba y protegía al excelente estereotipo: varón blanco y rico que hace absolutamente lo que quiere sin límites y con alevosa impunidad. Pero su círculo de varones deportistas conoce y avalan esta actitud, son parte y reproduce el comportamiento en manada. De hecho, cuando se configura una denuncia, la justicia actúa casi descreyendo de los relatos de las denunciantes. Casi impune, de nuevo. Casos como la Manada o la Jauría vuelven a ilustrar esto: varones en grupo ejerciendo su poder de privilegio usando como arma la violencia sexual. La justicia siendo bastante patriarcal.
En una semana, un apretón de manos acercó y alejó al cantante plenero de una banca en el cuadro legislativo. Fue la presión pública, a la interna y afuera de la política la que problematizó esta decisión y puso sobre la mesa, nuevamente, el debate sobre la prioridad de nuestra lucha como parte de la contienda electoral: el compromiso con las mujeres no es un asunto de fórmulas paritarias ni de eslóganes ni remeras: implica que cuando lo más rancio del machismo te explota en la cara, te quedes de este lado, aunque el costo político sea alto, porque si no siempre vamos a ser el accesorio que está bien usar, pero tampoco tanto. Esto no solamente generó tremendos debates sobre qué es lo importante y qué debería hacer un candidato de izquierda que se anuncia feminista (¿?) sino que puso sobre la mesa nuevamente la pregunta de dónde estamos nosotras en los compromisos políticos electorales o, mejor dicho, ¿cómo estamos? ¿víctimas, sujetas políticas, aliadas?
Y volviendo, la pregunta es: ¿acaso volvemos al punto cero en el que sí hay que elegir?, ¿cuál es la prioridad?, ¿cuál es el proyecto colectivo?, ¿la prioridad es la lucha de clases?, ¿será que todavía no entendimos la alianza originaria o que la resistencia de privilegios sigue vigente?
En este caso, celebramos la discusión y a las compañeras que desde adentro de la política partidaria generan y sostienen las discusiones. Martínez: puede y debe estudiar más.
Si no queda claro cuál es el punto en común de este desarrollo, voy por acá: material y simbólicamente seguimos siendo sombra, siendo residuales. Especialmente lo simbólico es lo que me preocupa, porque es invisible y sin embargo, tan inlfuyente, y nos permea continuamente en nuestra identidad y cultura. Pensar en un proyecto político emancipatorio implica habitar todos los terrenos en disputa y construir la contrahegemonía, lo instituyente. Es necesario crear otras narrativas, que relaten otras historias, que sean otras las voces que nos atraviesan y posicionan. Y en eso estamos.
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- Si venimos de la alianza machista, no podemos olvidar que las instituciones son patriarcales porque el Estado es patriarcal. Spolier alert: el patriarcado como sistema político y cultural es muy amigo del capitalismo, a lo que llamaríamos un aliado. Entonces las instituciones, las leyes y los protocolos, están atravesados por la cultura colectiva y los prejuicios colectivos. Si sos mujer, pobre y trabajadora sexual les explota la cabeza a las personas de bien y de sanas costumbres. De la mano de un sistema judicial y jurídico al que todavía le falta terminás procesada, criminalizada y castigada. Sola, siempre sola y siempre vos porque, por sobre todas las cosas, justicia. ¿Justicia social?
Resulta bastante frustrante y doloroso mirar la peli de afuera, sobre todo porque esto que suena tan fuerte se hace carne en el cuerpo de una mujer concreta, y de tantas otras, que han de ser la fuente de indignación de nuestra lucha política. Porque el tema es que lo que tanto cuestionamos, exigimos y denunciamos, es experiencia material concreta, material y simbólica, en cuerpos concretos, familias concretas, comunidades concretas. Entonces es real. Me gustó bastante cuando apareció el ejemplo Maru Botana, por supuesto que nada tiene que ver con el placer de que haya vivido la muerte de su hijo, sino de ver cómo cuando lo mismo le pasa a la mujer correcta, los linchamientos casi desaparecen. Y digo casi porque una cosa es ser mujer rica o mujer pobre, pero siempre se es mujer. Y en este caso, no importa en qué parte de la escala, el instinto maternal es el instinto ¿o no?
Una se pregunta en estos casos cuánto falta.
Otra vez, la presión social, los cuerpos a la calle denunciando la (in)justicia patriarcal: porque si algo hemos aprendido es que ahí estamos nosotras, cada vez, para marcar lo que ya no podemos dejar de ver y exigir un marco real de garantías y una lectura que nos considere desde lo estructural y lo subjetivo, como corresponde. ¿Será que podemos pensar en instituciones no patriarcales? No lo sé, pero si este es el marco en el que vivimos, vamos a exigirle todo.
El circo mediático de la desinformación y la condena social: lo fácil que se prende la mecha y las reacciones desmedidas que castigan de nuevo por ser pobre y ser mujer. Como si nos fuera ajena la imagen de hermana mayor cuidando, la tachamos de irresponsable. Como si la muerte súbita fuera controlable, le echamos la culpa. Le tiramos encima el fardo de la mala madre, que claro, es todo lo que no debe ser una mujer, y mucho menos si la responsabilidad parental no es compartida. Su conducta no tuvo que ver con la muerte. Omisión de los derechos inherentes a la patria potestad es la pensión alimentaria, por ejemplo. ¿Cuántos varones están procesados por esto?
¿Y el circo mediático? ¿La ola de desinformación primera, seguida de los juicios y opiniones? ¿Qué hacemos con un periodismo lucrativo que caza noticias y mide su éxito en el minuto a minuto y no en la calidad informativa? Harina de otro costal.
Caso de la adolescente en Durazno: dos militares procesados con permiso para ir a trabajar.
- Y si seguimos un poco más, la pregunta es: ¿qué hacemos con las instituciones que a través de sus integrantes nos violan, nos drogan, nos pegan y nos matan? ¿Qué vino primero, el Estado Patriarcal o el femicida? ¿Qué es seguridad? ¿Nos incluye la política pública de seguridad? El problema es que no nos callamos más, y eso deja en evidencia como la violencia hacia nosotras no está solamente adentro de nuestras casas, sino que su presencia es familiar y cotidiana en la calle, en el liceo o en el trabajo.
Hay que problematizar el concepto de víctimas, la tensión con un aparato que nos coloca allí sistemáticamente y el poder de denuncia y transformación que nos convierte en sujetas políticas con efervescencias transformadoras: compañeras en las calles, colectivos, asesoramiento gratuito.
La importancia de politizar, de seguir politizando: cada caso particular nos lleva a lo colectivo. Lo personal es político.
Texto: Fernanda Berrueta
Foto: Archivo Radio Pedal (Marcha 8M 2019)