¿Y si las personas no fuéramos todas iguales? ¿Y si consideramos que de hecho no lo somos? ¿Y si nuestras condiciones determinaran nuestra vida y las posibilidades que tenemos de vivirla? ¿Y si en lugar de alcanzar la igualdad entre personas pensáramos en construir un camino por el cual entendamos que cada cual, en función de sus condiciones, necesita cosas diferentes y, en base a esas diferentes necesidades, se legislara, se decidiera y se conviviera?
En un mundo ideal, los derechos enumerados en la declaración universal de derechos humanos serían suficientes para proteger a todas las personas. Pero en la práctica, a ciertos grupos, como las mujeres, las niñas y los niños, o las personas refugiadas, se les complica más la tarea de vivir que a otros grupos, y las instituciones, tanto nacionales como internacionales, tienen el objetivo de promover los derechos humanos de esos grupos. Lo mismo sucede con cerca de 650 millones de personas con discapacidad, alrededor de 10% de la población mundial, que carece de las oportunidades que tiene la población en general. Este colectivo se enfrenta a un cúmulo de obstáculos físicos y sociales en lo que tiene que ver con el acceso a la educación, a un empleo digno, a una sanidad adecuada, al libre desplazamiento y, en fin, a ser parte de la sociedad en las mejores condiciones posibles.
Las prácticas discriminatorias y las dificultades que presenta la realidad para que las personas discapacitadas puedan vivir en condiciones de dignidad hace que este grupo se mantenga al margen y, por tanto, sea invisibilizado en diversos aspectos que afectan lo político, lo social y lo cultural.
No se trata de adaptabilidad, no se trata de que una minoría pueda agregarse a las dinámicas de vida común de la mayoría de la población. Se trata de abrirse, de entender, de concebir que la ciudad, la educación y la sanidad, entre otras cosas, están para servir a todas y todos, y que es desde el lugar privilegiado desde donde hay que hacer esfuerzos para que todas las personas tengan las necesidades básicas cubiertas y la dignidad e integridad humana que todas las personas se merecen. Sea cual sea su condición.
Sobre estas cuestiones reflexionamos con Federico Lezama, coordinador ejecutivo de la Secretaría para la Gestión Social de la Discapacidad de la Intendencia de Montevideo.
Texto: ¿Por qué no te callas?