Lucía Rabini Fernández, médica y epidemióloga argentina, forma parte del Programa para la Eliminación de la Oncocercosis en las Américas. La oncocercosis es una enfermedad que se caracteriza por provocar lesiones en la piel y en los ojos, siendo capaz de causar ceguera. Hoy en día el último foco de propagación que queda es en la zona del Amazonas venezolano, donde el país limita con Brasil, que es donde se encuentra la comunidad indígena Yanomami.
Según la especialista, una de las principales vías de propagación de este tipo de enfermedades es la minería ilegal, que no se controla ni se supervisa, lo que ocasiona que el territorio quede con charcos, fuentes de reproducción del mosquito que transmite la malaria, por ejemplo.
Según dijo Rabini en Trazos, el acceso a la zona de foco no es fácil, ya que se trata de un estado que es reserva en casi toda su totalidad, que el pueblo yanomami aumenta progresivamente y cada vez se va dividiendo en más comunidades y que hay que establecer un vínculo y una interacción justa con ellos. Con respecto a esa interacción, la médica cuenta que todas las comunidades tienen un “chamán”, como un capitán o un cacique, que se comunica con ellos y así inician el diálogo.
Este programa comenzó a funcionar bajo el gobierno de Chávez, y, efectivamente, el cambio de la situación política de Venezuela en estos años lo ha afectado. “Los operativos dependen de una logística muy compleja, de una fuerte inversión económica y de comunicaciones efectivas que han sido boicoteadas por la situación de guerra política”, afirma Rabini. “Si hay guerra política va a afectar los programas de salud y es normal y esperable que se afecten los números”.
En su experiencia, Lucía ha observado las comunidades indígenas de cerca: incluso presenció rituales propios de los pueblos. Dos de las características que más le llamaron la atención fueron que la mujer no hable español —lo cual las deja incomunicadas con el exterior, ya que los únicos que pueden hacerlo son los hombres— y el hecho de que son comunidades poligámicas, pero solo para el hombre. Sin embargo, como sociedad también tenemos cosas que aprender de estos pueblos indígenas: “No tienen ambiciones productivistas, están muy anclados en la tierra”, explica la epidemióloga. Uno de los aprendizajes que ella se lleva de la experiencia es el de “vivir muy desde el presente, segundo a segundo”, como considera que lo hacen ellos.
Texto: Martina Vilar del Valle
Foto: Lucía Rabini Fernández
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