Ha aparecido el elemento que faltaba en el poderoso grupo de personas que pretenden imponerse en el juego de la lucha por el poder. Se trata, ni más ni menos, que de un grupo que ha influenciado a las diferentes sociedades a lo largo de la historia: se ha sumado la pata clerical, que viene así a consolidar la santa trinidad de actores conservadores dispuestos a cambiar toda política o línea de acción que peque de progresista o que pueda, no ya favorecer sino intentar lograr algo de equidad en pos de las grandes mayorías.
Como es de esperar, luego de más de una década de gobiernos que han rescatado la visión humana (esa de la que la Iglesia se jacta de tener como eje de su ideología), aparecen intereses que empiezan a verse “tocados”, dando lugar a la tradicional dinámica acción-reacción.
El movimiento Un Solo Uruguay, uno de los más recientes portavoces de los reclamos ruralistas cuenta con el apoyo del clero (ese que, pese a hablar y actuar en nombre de Dios, se encuentra en las antípodas de los dignísimos integrantes de la Teología de la Liberación o simplemente de aquellos miembros creyentes que tienen como móvil el actuar conforme a principios éticos deseables en cualquier individuo que apele al sentido común más básico).
Oligarquía rural e Iglesia: dos actores que, indudablemente, han tenido un papel de relevancia extremadamente significativa en el transcurso de los hechos que han ocurrido en América Latina (por supuesto los intelectuales de ideas conservadoras también, pero estos dos actores han sido casi una constante en el devenir histórico regional, con un prontuario manchado de sangre a través del apoyo directo o más solapado).
Todo esto viene a suceder en un momento clave del panorama latinoamericano, coincidiendo con el retiro de varios países de la Unasur, naciones que, casualmente, tienen una fuerte presencia eclesiástica en su matriz social, y que tienen al frente de sus políticas estatales a claros representantes de las clases privilegiadas.
Correspondería, entonces, preguntarse, ¿hasta qué punto debe sorprender que la institución encargada de sembrar amor al prójimo, solidaridad y demás deseos elevados, esté actuando de forma divisoria, alineándose con aquellos sectores que han explicitado sus intereses?
En la columna semanal de Andrés Pampillón, respuestas a estas y otras interrogantes intentaron vislumbrarse.
Texto: Facundo Berterreche
Foto: Archivo de Presidencia
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