Durante los miércoles de abril en Tundra Bar se llevó a cabo la segunda edición del Festival del Ruido y, a diferencia de aquellas tardenoches de octubre en el Museo de la Memoria, esta vez fue un ciclo de cuatro fechas. Desde NTRANCE le hicimos un especial seguimiento.
Durante el festival hubo grandes actuaciones (que trataré de bajar a palabras), entre las que estuvieron Mihaly Mezsaros, en una versión más instrumental y analógica, sacando desde el infierno un sonido cuasi cumbiero; Jardinez sin Explorar, expansivo y mutante, con tintes tribales e hipnóticos y capas progresivas de baile y fantasías en 8 bits; Tero, con su anarquía sonora, ruidos rotos y desalineados; Eroguro, siempre directo al pecho, musicalizando la rebelión de las máquinas con sonidos aniquiladores y de ciencia ficción; 7887 con su calmo y progresivo trance visosonoro hacia el apocalipsis; Esteta11, en el mejor momento del festival, con un show cargado de baile, frenesí techno y meditación activa; Fede Musso, Nacho Correa e Ismael Dilon, abriendo la última fecha en lo que fue la presentación más larga e inquietante del festival, seguidos de un intermedio de Rictus con una extravagante mezcla, corta pero muy necesaria, y un cierre altamente energético de T.H.V.L.E., que hizo vibrar, desde el sótano del Tundra, el barrio entero hasta la rambla.
Estos son algunos de los momentos que puedo recordar. Pero tratar de narrar o hacer una crónica de este festival es como tratar de describir un afluente: cada vez que lo mires ya no es el mismo. Un afluente es una corriente que desemboca en algo mayor, una confluencia, el mar de ruido.
La idea de nuclear a estos artistas y de que toquen juntos para potenciarse y formar así una comunidad de practicantes es el gran objetivo de este festival, decirle a quien está en su casa experimentando y buscando nuevos sonidos que salga del anonimato y que se anime a compartir. La comunidad le dice que no está solo, un grupo le da la sensación de refugio.
La experimentación sonora seguramente sea el modo de expresión musical más horizontal y liberador. La idea de camino no implica llegar a ningún destino o estándar, no existe la imperfección, lo importante es lo que se descubre al hacerlo, los estados mentales que alcanzamos a través de la práctica, impera la noción de que somos parte de un entrenamiento que dura toda la vida.
La experimentación es, en sí misma, síntoma de progreso. Animate a vivirla.
Texto: Leonardo Borges
Fotos: Valentina Lasalvia, Magdalena Portillo y Matías Ygielka