“Qué malvada/egoísta/impulsiva/estúpida es la gente. Si me hubiesen hecho ese experimento a mí, habría reaccionado mucho mejor”, decimos todos, porque con el diario del lunes todos somos la rata de laboratorio más brillante. Estas tres películas muestran qué le pasa a un cerebro humano ante ciertas situaciones, y los resultados son tan fantásticos como escalofriantes.
Das experiment ( Dirección: Oliver Hierschbiegel. Alemania, 2001). En 1971 se convocó en la Universidad de Stanford (EEUU) a 20 hombres para que “jugaran” a ser policías o prisioneros. Durante dos semanas, los prisioneros debían estar encerrados y los guardias, mantener el orden sin recurrir a la violencia. Cualquiera de los participantes podía abandonar el experimento cuando quisiera. Tanto Das experiment como otras versiones de lo acontecido (En 2010, The Experiment de Paul Schering, y en 2015, The Standford Prison Experiment de Kyle Patrick Alvarez) muestran cómo todo se fue de las manos, y se corroboró lo que tememos: que muchos de nosotros seríamos crueles e impiadosos si tan solo nos dieran un poquito más de poder.
Experimenter (Dirección: Michael Almereyda. EEUU, 2015). El psicólogo social Stanley Milgram también se interesó en saber cuán hijos de puta podemos ser si se nos da poder y a la vez alguien con autoridad nos dice que tenemos que realizar una acción que lastimará a un ser humano. El experimento que llevó a cabo en 1961 consistió en invitar a dos voluntarios a realizar un jueguito de profesor-alumno. Cada vez que el alumno respondía mal, el profesor tenía que castigarlo con descargas eléctricas, subiendo el voltaje a medida que se sumaban los errores. La película no se convertirá en un clásico de la cinematografía mundial pero sirve para conocer la carrera de Milgram, las controversias éticas que generó el experimento y el contexto de la investigación psicológica de la época. Y también para confirmar lo dicho: somos una especie horrible.
Svyato (Dirección: Victor Kossakovsky. Rusia, 2005). La última recomendación no es una ficción que representa lo que sucedió durante un experimento, sino el experimento en sí. El documentalista Kossakovsky filma las reacciones de su hijo de dos años al verse reflejado en un espejo por primera vez. Con el fin de lograr gestos y actitudes más complejos y extremos, Kossakovsky decidió cubrir todos los espejos a los que pudiera enfrentarse su pequeño niño, para luego colocar uno gigante en una sala de su hogar, armar una puesta en escena y esperar detrás de una cámara a que el pequeño Svyato atravesara en minutos por todo el espectro de emociones humanas. El documental es una de las películas más hermosas que he visto, pero obviamente el manoseo del cerebro y la intimidad de un niñito, que encima es hijo de quien lleva a cabo el experimento, despertó bastantes reacciones condenatorias.
Texto: Micaela Dominguez Prost