Es en contra del neoliberalismo

En los últimos meses, en América Latina, y también en Europa, ha sucedido algo que merece cierta atención: los partidos políticos, especialmente los de derecha de impronta liberal, han entendido que el feminismo está inundando todo, que está presente en todo el panorama político actual y, entonces, se han abanderado del movimiento por los derechos de la mujer, en lo que supone una lógica propia del neoliberalismo. Lo han hecho de una manera un tanto particular, declarando que lucharán por los derechos de las mujeres, pero que no lo harán como lo hacen las “radicales”. Y como feminismo sí pero no tanto, lo llaman “feminismo liberal” o “feminismo racional”.

Los medios de comunicación no son ajenos a esta distinción, que, aunque pareciera nueva, no lo es. Tras la marcha del 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, llega el análisis de diferentes opinólogos, y llama la atención la sutileza a la hora de juzgar a las feministas, atribuyendo con mucha ligereza teórica esa distinción entre el feminismo racional o liberal y el feminismo radical, también llamado “excluyente”.

Es necesario intentar derrumbar algunos mitos y algunas etiquetas para conservar la integridad de la lucha del movimiento feminista. La separación entre la emoción (radicalidad) y la razón se remonta a la Francia de mediados del siglo XVIII y desde entonces ha servido para construir estereotipos en torno a la masculinidad y la feminidad. Las etiquetas de “feminismo racional” o “liberal” y “feminismo radical” vienen a representar en nuestros días esa división.

Vale aclarar que la intención de este texto no reside en justificar una forma de hacer feminismo y deslegitimar otras, sino en intentar reflexionar sobre el origen de la diferenciación y la diferencia entre dos posturas distintas. Esta diferencia ha sido favorecida por el discurso social dominante a lo largo de la historia, y hoy en día les sirve a los poderes fácticos y políticos para sustentar sus bases, como lo llevan haciendo desde siglos, y, por tanto, para legitimar el sistema heteropatriarcal en su conjunto.

El feminismo radical

El feminismo radical es un saco de histeria andante que grita, marcha, denuncia y señala todo el machismo que ve a su alrededor. Es el que está a favor del aborto, de la ley trans, de enseñar el cuerpo desnudo, de no depilarse, de acostarse con personas del mismo sexo o de no ser madre. No es casualidad que la radicalidad, en tanto que contraria a la racionalidad, tenga una fuerte relación con lo emocional, y lo emocional siempre fue adjudicado al desborde hormonal que caracteriza a lo femenino. Es así que se construye a la mujer irracional.

Almudena Hernando basa su libro La fantasía de la individualidad (2012) en analizar la separación entre razón y emoción que tuvo lugar con la llegada de la Ilustración y que, según ella, estableció las bases para el desarrollo del orden patriarcal. Existe un conjunto de valores, de comportamientos y de creencias que a las mujeres, debido a la emancipación de los hombres, nos han adjudicado las tareas correspondientes al cuidado del hogar y a la reproducción del grupo, y que nos ha impedido desarrollar nuestra individualidad tal y como la han hecho ellos. Mientras las mujeres limpiábamos, cocinábamos y cuidábamos a los hijos, ellos desarrollaban su individualidad en posiciones de poder especializadas, adquiriendo unos privilegios y dando un paso al frente gracias a la posición de subordinación en la cual nos encontrábamos las mujeres, y en la cual, desgraciadamente, nos seguimos encontrando.

Se empezó a creer que desarrollando la razón se alcanzaría la emancipación, la libertad y el poder, y que para ello era necesario alejarse de los sentimientos más mundanos, terrenales, biológicos y banales. Obtener lo que la Ilustración prometía pasaba por negar la existencia de la parte emocional del ser humano, delegando en las mujeres la responsabilidad de atenderla. La emoción pasó a ser la ausencia de la razón; lo femenino pasó a ser la ausencia de lo masculino. Por eso, cuando se habla de “feminismo radical” y se distingue de otros feminismos, más “blandos”, se está poniendo sobre la mesa una brecha ideológica, tratando de hacer énfasis, una vez más, en la historia, en que el enfado, el grito, la denuncia y la reivindicación no son la manera, que las histéricas y desbordadas han perdido el control y el norte, y que otro feminismo donde quepan todas y todos es posible.

El feminismo racional o liberal

A lo largo de la historia han sido los hombres los que han ocupado puestos de poder, los que han llevado a cabo el desarrollo del intelecto y de la razón y, por tanto, los principales productores del discurso social dominante. Cuando ese discurso social dominante no se cuestiona, cuando no se rompe con los esquemas establecidos, la radicalidad desaparece, porque ya no está en peligro el sistema, y surge el llamado “feminismo racional” o “feminismo liberal”. Cuando hablan de feminismo racional lo que hacen es atribuirle al movimiento características históricamente asignadas a la masculinidad, adjudicando al feminismo ciertos valores que legitiman su discurso, y que lo legitiman precisamente porque no cuestiona nada, no rompe con nada. El feminismo racional es el dice que quiere igualdad pero considera que el uso del lenguaje no sexista es desvarío irracional, es la heterosexualidad de clase alta que no cuestiona el amor romántico, es el que defiende el piropo, que habla de violencia doméstica y no de violencia machista, el de la legalización de los vientres de alquiler y el de “no todos los hombres…”.

El peligro del feminismo racional o feminismo liberal, alineado con el neoliberalismo, reside en que se despolitice el movimiento feminista convirtiéndose en tendencia para que partidos políticos consigan votos y empresas multinacionales ganen dinero. Esto conlleva el enorme riesgo de que un movimiento revolucionario, como lo es el feminista, se vacíe de significado, se convierta solo en marchar y llevar lazos violetas el 8 de marzo, no deconstruya para reconstruir, no cuestione para reinventar; de ser tan ambiguo y liviano que en lugar de avanzar, nos haga retroceder.

El corte entre los dos feminismos que aquí expongo es arbitrario, como cualquier corte; lo señalo a los efectos de dar cuenta de una nueva ideología neoliberal que merece y exige la necesidad de reivindicar los movimientos feministas que justamente van contra toda lógica neoliberal.

Por las asesinadas, por las que lucharon por los derechos que hoy tenemos, por las que vendrán, es de orden seguir siendo feminista extremadamente radical, porque de otra manera seguiríamos haciéndole el juego a lo que custodia un sistema opresor.

Texto: Ema Zelikovitch

Foto: Valeria Amaro

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