Lunes 3 de junio. La Sala Zitarrosa, en pleno centro de Montevideo, está abarrotada de gente. Acuden a escuchar al filósofo argentino Darío Sztajnszrajber en un nuevo ciclo de charlas: Libro los lunes. Esta vez El Banquete, de Platón. El libro sobre el amor, un tema del que, según Sztajnszrajber, “nada nuevo se ha escrito después”.
Una tarea pendiente e imposible: deconstruir el amor
“Si de angustia hablamos metámonos de lleno en el peor de los temas posibles para hacer filosofìa, que es el amor”, dijo el filósofo para iniciar la charla.
Según el filósofo argentino, “desde chiquitos nos formatearon con una idea de amor que nos va a costar la vida sacarnos de encima y, de hecho, no vamos a poder. Ese formato en el que nosotros pensamos y vivimos el amor como algo natural, orgánico, biológico y genético no tiene nada que ver con algo natural, pero la filosofía lo que demuestra es que la metáfora de lo natural es la metáfora más eficiente para el ejercicio de cualquier imposición de poder”. El amor, entonces, es también un lugar de ejercicio del poder, el lugar en el que creemos sentir algo nuestro, autónomo, espontáneo e interior y que, sin embargo, no es nada de todo eso. La filosofía, también en este caso, no resuelve problemas sino que, es más, problematiza allá donde nos dijeron que “es al pedo problematizar”.
Antes de continuar es preciso dar una definición para entender lo que sigue. Philos-sophia (filosofía) del griego antiguo φιλοσοφία, significa «amor a la sabiduría».
En El Banquete pareciera que se dialoga sobre el amor por el otro. Sin embargo, Sócrates dice que la discusión sobre el amor por el otro no es más que una plataforma para discutir el amor por el saber, o sea: philosophia. La razón por la que la discusión sobre el amor parece darse en ese campo del amor entre dos personas, es que solamente así, según Platón, a través de esa metáfora, será posible explicar qué es la filosofía, el amor por el saber, que es el fin último.
Hablar del amor y hacerlo desde la filosfìa es simplemente que la filosofía hable de sí misma, pues la misma estructura de la que hablamos en relación a la filosofía es la que está presente en el amor. Esta similitud se debe a que con la filosofía lo que se intenta es salir de las estructuras de pensamiento establecidas, pero ese acto de pensar otras estructuras posibles está condicionado por otras muchas estructuras previas sin las cuales no podríamos pensar estructuras nuevas (el lenguaje es el ejemplo más claro. Cuando pensamos, nuestro pensamiento está totalmente condicionado por dispositivos lingüísticos, gramaticales, que condicionan nuestra manera de pensar). Pues bien, con el amor sucede lo mismo: no solo nos hacen creer que amamos auténticamente, sino que también nos hacen creer que podemos darnos cuenta de que en realidad no estamos amando auténticamente, sino incurriendo en formatos previos que crean una autenticidad falsa.
Pues bien, toda la filosofía lleva a la angustia final de darnos cuenta de que “pedaleamos sobre el aire”, como lo expresó el filósofo argentino, y eso, por suerte o por desgracia, es también el amor. Entender la filosofía es entender el amor, porque la filosofía es el amor. Un amor que nunca termina de conseguir su objetivo: “el mismo amor por vos que nunca cierra, es el mismo amor por ese todo que quiero conocer que nunca cierra”, dice Darío Sztajnszrajber.
El amor como deidad
Según Sztajnszrajber, “muerto Dios empezamos a buscar nuevas idolatrías, y el amor tiene algo de eso”.
En el amor hay algo religioso reflejado en esa idea de que el amor nos saca de nosotros mismos, y en ese sacarnos de nosotros mismos hay una idea de trascendencia. Y si salimos de nosotros mismos, pregunta Darío Sztajnszrajber, “¿a dónde vamos? Al otro”. El amor es algo profundo, absoluto, trascendente, que nos toma enteros, que nos permite una conexión con la totalidad. ¿Acaso no es eso una nueva deidad que contiene el dispositivo que genera la idea de Dios?
Sócrates en El Banquete plantea la siguiente idea: amamos para alcanzar la inmortalidad. Esto refleja, siguiendo con el análisis del amor como deidad, que necesitamos ordenar la existencia a través de un sentido último, algo que extinga una falla originaria que tenemos, que es nacer para morir. Buscamos, al fin, el remedio a la muerte.
En el amor hay algo religioso, y todo el libro está atravesado por esa narrativa.
Amor platónico
“Si hay una categoría que quedó viva desde que Platón escribió El Banquete, es la idea de amor platónico”, asegura Sztajnszrajber. El amor platónico es un amor idealizado que, en la medida en la que se concreta, se pierde. Por eso lo importante es desidealizar, deconstruir, desidentificarnos, problematizar al amor (eso que anteriormente ya hemos dicho que es imposible). Es importante incluso deconstruir esa idea de que uno elige en el amor, y de que es algo que nos pasa en tanto que lo sentimos. Cuando nos creemos amando libremente en realidad estamos reproduciendo el formato de amor que otros necesitan que reproduzcamos, y esa forma de amar está condicionada por nuestra clase social y por nuestro género, entre otros. En el amor uno se da cuenta de que es un ser sujetado por todos lados pero cuando se enamora cree que le está pasando algo a sí mismo, en su interioridad. El ser humano, en el fondo, de autónomo no tiene nada, y menos en el amor.
Junto a la idea de amor platónico, en el libro aparecen, durante todos los discursos, otra de las ideas, según Darío Sztajnszrajber, “más dañinas de la Historia de la Humanidad”: el amor como búsqueda de la media naranja, una de las metáforas que, hasta el día de hoy, nos hace entender el amor como la completitud de una falta.
Eros y otros dioses del amor
En el libro, en ningún momento hay una propuesta explícita de dialogar sobre el amor, sino “hacerle un elogio al dios Eros”. En esa época politeísta los dioses representaban fenómenos de la naturaleza o estados de ánimo. Hablar de un dios era entender un sentimiento y, por tanto, para entender sobre el amor era necesario entender la historia de Eros, punto en el que nos vamos a detener un breve instante…
Cuando nació Venus, se celebró un gran festín, en el que se encontraba, entre otros, Poros, dios de la oportunidad, la conveniencia, los medios para conseguir algo y la utilidad. Penía, por su parte, diosa de la pobreza y la necesidad, no fue invitada a la fiesta, y quedó a las puertas mendigando, envidiando, deseando… En este momento, Poros embriagado, salió a tomar aire, y se encontró allí afuera, en el jardín, a Penía. Ambos se acostaron (Darío Sztajnszrajber habla de una violación, el libro dice que Penía se propuso tener un hijo, quédense con la versión que más les agrade), y de esa relación nació Eros, el dios del amor. Hijo de Penía y de Poros, he aquí cuál fue su herencia:
Por una parte es siempre pobre, y lejos de ser bello y delicado, como se cree generalmente, es flaco, desaseado, sin calzado, sin domicilio, sin más lecho que la tierra, sin tener con qué cubrirse, durmiendo a la luna, junto a las puertas o en las calles; en fin, lo mismo que su madre, está siempre peleando con la miseria. Pero, por otra parte, según el natural de su padre, siempre está a la pista de lo que es bello y bueno, es varonil, atrevido, perseverante, cazador hábil; ansioso de saber, siempre maquinando algún artificio, aprendiendo con facilidad, filosofando sin cesar, encantador, mágico, sofista.
Queda más o menos claro de dónde viene el amor pero, ¿de qué está hecho?
Hay dos grandes posturas: la postura científica y la postura metafísica. La postura metafísica es creer que el amor es lo inexplicable en un plano racional. Es como la fe. Es algo que no se puede explicar pero que “nos toma enteros”, dice Darío Sztajnszrajber. Y si se explica se rebaja. Eso es la romantización del amor: ponerlo fuera de lo mundano. Por su parte, la postura científica reduce la cuestión amorosa a dos disciplinas: la biología-química por un lado y la sociología por el otro. Todo es explicable desde el discurso positivista: “lo que siento por vos tan fuerte es neurológico, es orgánico, es el resultado de la producción de feromonas. La versión metafísica del amor es asumir que hay algo más. Asumir que hay una fuerza ontológica llamada amor que nos une”, explica el filósofo.
El amor es literatura
Darío Sztajnszrajber plantea, aún así, la posibilidad de una tercera teoría que explique qué es el amor: “El amor no es ni ciencia ni metafísica y si tengo que elegir digo que el amor es literatura. Literatura en el sentido de que nuestras historias de amor son historias. Uno se enamora y habla, y cuenta. El amor son las historias que nos contamos”. Sin embargo, con esto no quiere decir que nosotros escribamos nuestras historias. De hecho todos estamos reproduciendo y repitiendo las historias de amor consabidas, las historias de amor de las que no podemos zafar. Es por eso que se considera imposible deconstruir el amor: porque seguimos contando los mismos cuentos, las mismas historias con los mismos protagonistas. Darío Sztajnszrajber lo concretó: “Todos somos Adán y Eva, todos somos Romeo y Julieta, todos somos Don Quijote y Dulcinea. Todos somos sujeción patriarcal y sometimiento de la mujer por parte del primer hombre, todos somos la muerte por absurdo trágico en una absoluta potenciación de lo propio por sobre el otro en Romeo y Julieta, y todos hacemos la construcción fatal, ilusoria, idealizada de un otro que no es más que la proyección de nuestros propios fracasos”. Por tanto, todos estamos siendo parte de un dispositivo que construye nuestra subjetividad afectiva y que se plasma en las historias de amor. Todos reproducimos la idea del amor platónico, la idea del amor como completitud y la idea de búsqueda de la inmortalidad. Pero esas historias, esa literatura, nos inscribe en lo que luego nosotros concebimos como formas autónomas de sentir el amor. Como ya se mencionó, el amor es otro campo donde se ejerce el poder, y el poder, lejos de reprimir, normaliza. Lo que precisamente ocurre con el amor es que lo normalizamos, y normalizar el amor es creer ese cuento, esa historia: que amar es un acto liberado y liberador, que es la forma más elevada de ejercer la libertad.
Quizá deconstruir el amor, por más que sea una tarea imposible, siempre nos quede pendiente. Empecemos por contarnos otras historias…
Otras historias de amor.
1 Platón, El Banquete. Obras completas, tomo 5, p. 56.
Edición de Patricio de Azcárate, Madrid 1871.
Este texto está disponible en internet aquí.
Texto: Ema Zelikovitch
Imagen: Wikipedia