En la segunda columna de Emer-gentes compartimos mesa con Thomas Evans para conversar acerca de las personas en situación de calle. Recibimos también los aportes de la Fiorella Ciapessoni, que se hizo presente mediante algunos audios. Tanto Thomas como Fiorella son sociólogos investigadores que vienen trabajando el tema calle en sus tesis de maestría en sociología. Thomas, además, trabaja la temática desde tu trabajo como técnico en la Dirección Nacional de Evaluación y Monitoreo, del Ministerio de Desarrollo Social (DINEM-MIDES).
Para problematizar esta cuestión que nos toca a todos, partimos de algunas preguntas básicas: ¿qué es la situación de calle?, ¿cuál es su magnitud actualmente en nuestro país y cómo ha evolucionado a lo largo del tiempo?, ¿qué características comparten las personas que se encuentran en esta situación?, ¿cuáles son los factores que llevan a vivir en la calle? y ¿cuáles serían las posibles acciones para prevenir y revertir la situación? A pensar acerca de estas cuestiones nos ayudaron los invitados.
Definición: hablemos claro
Thomas nos cuenta que existen discusiones acerca de qué se entiende por situación de calle. El imaginario que tenemos, generalmente, es el de las personas que vemos habitando los espacios públicos (personas sin techo). Esta es solo la parte más visible del fenómeno. También se encuentran en situación de calle las personas que duermen en los refugios nocturnos (personas sin casa). Y si ampliamos la mirada, también es posible considerar como parte del fenómeno de situación de calle a aquellas personas que residen en viviendas en condiciones inseguras o inadecuadas. La vivienda insegura refiere a aquellos casos en que las personas están en riesgo de ser desalojadas —como pueden ser las personas que ocupan una vivienda— o que no tienen seguridad sobre su propia vida porque cohabitan con personas que las violentan —por ejemplo, mujeres expuestas a situaciones de violencia de género—. La vivienda inadecuada refiere a aquellas viviendas cuya infraestructura no cumple los requisitos mínimos de una vivienda digna —esto puede estar vinculado a materiales de construcción, acceso a servicios de saneamiento o baño, entre otros—.
Los números más allá de las sensaciones
Hace algún tiempo se dieron a conocer las cifras del MIDES acerca del último conteo de personas en situación de calle. En este conteo, realizado en junio de 2016, la definición de situación de calle contempla a las personas sin casa y a las sin techo, y dio como resultado un total de 1.651 personas, 556 en intemperie y 1.095 en refugios. Estos datos muestran la foto de un día, pero el fenómenos no es estático.
Thomas y Fiorella coinciden en que la mayoría de las personas que atraviesan la situación de calle no lo hacen de forma permanente, sino que lo más frecuente es que lo hagan durante períodos cortos. Aunque no existe una estimación exacta de la cantidad de personas que pasan por situación de calle a lo largo de un año, tomando como referencia los registros de los refugios del MIDES, se sabe que en promedio estos centros reciben a unas 5.000 personas al año.
Con relación a los cambios en la magnitud del fenómeno a lo largo de los años, los conteos de personas en calle muestran un aumento del 52% entre 2011 y 2016.
Thomas destaca que la población de personas en calle es mayormente urbanizada, se aglomera en zonas céntricas de Montevideo, es altamente masculinizada —el 94% de las personas durmiendo a la intemperie son varones— y tiene una fuerte representación de jóvenes —cuya proporción, de hecho, ha aumentado—. Al respecto, nos explica que, contrariamente al imaginario colectivo, el promedio de edad de las personas en situación de calle ronda los 40 años.
¿Cómo se llega a vivir en la calle?
Fiorella nos da algunas pistas para que podamos entender cómo se llega a esta situación. Explica que se trata de un proceso multidimensional y dinámico: las situaciones son diversas y cambiantes en el tiempo; no obstante, un factor común a estas trayectorias de vida es que se encuentran marcadas por la vulnerabilidad en múltiples dimensiones (económica, afectiva, educativa), desde muy temprana edad.
Muchas de las historias de vida de estas personas están signadas por la exposición a situaciones de violencia intraparental en sus hogares de origen, que derivan en un abandono temprano del hogar, que en general se ven acompañadas de trayectorias educativas truncas y un ingreso al mercado laboral en condiciones precarias (trabajos inestables y en condiciones de informalidad).
También es frecuente que algunas de estas personas hayan pasado por instituciones totales, es decir, lugares donde un conjunto de individuos aislados de la sociedad comparte en su encierro una rutina diaria administrada formalmente, como pueden ser algunos centros de INAU, cárceles u hospitales de internación psiquiátrica. Al respecto, un elemento fundamental que señala Fiorella es el debilitamiento de los vínculos que se produce en los sucesivos ingresos a este tipo de instituciones. En este sentido, es importante atender las transiciones de salida de estas instituciones y generar apoyos que permitan una inserción social satisfactoria.
En muchos casos la situación de calle se asocia también a la presencia de problemas de salud y, en particular, de problemas de salud mental, que pueden adquirir un carácter crónico. Este factor también incide sobre las posibilidades de sostener los vínculos personales y laborales.
Además, estas personas suelen venir de situaciones de inestabilidad habitacional, que comienza mucho tiempo antes de que se produzca el ingreso a la situación de calle. Algunos habitan de agregados, en pensiones o en viviendas en condiciones de habitabilidad muy precaria ya desde muy temprana edad.
Thomas explica que la literatura muchas veces distingue entre factores de riesgo y factores desencadenantes de la situación de calle. Los riesgos son aquellos aspectos más estructurales —como la inestabilidad habitacional y ocupacional, el pasaje por instituciones totales, entre otros— que hacen a una persona vulnerable a terminar en situación de calle. Los factores desencadenantes refieren a aquellos sucesos específicos que empujan a la persona a finalmente perder el “techo” y caer en calle.
¿Existen respuestas del Estado?
La principal política de Estado en relación a la situación de calle son los refugios nocturnos. La mayoría de estos centros están gestionados por el MIDES y se orientan según el perfil de los usuarios: varones y mujeres en situación de calle, varones y mujeres en situación de calle que requieran cuidados, y mujeres con niños, niñas y adolescentes en situación de calle. El ingreso a estos refugios se realiza mediante la Puerta de Entrada, una oficina del MIDES donde se asigna a cada persona que recurre a este programa el centro correspondiente según el perfil que tiene y los cupos disponibles.
Las personas pueden llegar a Puerta de Entrada por sus propios medios o al ser derivadas por los Equipos Móviles. Estos son equipos del MIDES que recorren la ciudad contactando a personas en situación de calle e instándoles a que concurran a pernoctar en un refugio. También son derivadas a Puerta de Entrada las personas que son sacadas de la calle por funcionarios de la Intendencia en el marco de la Ley de Faltas.
¿Se sale?
Para la mayoría de las personas el pasaje por situación de calle no es permanente. Esto indica que la salida de esta situación no solo es posible, sino que es frecuente. No obstante, en muchos casos la salida tampoco es permanente y las dificultades para lograr una estabilidad habitacional y de ingresos empujan nuevamente a la situación de calle.
Thomas y Fiorella destacan la importancia de las estrategias de prevención para evitar la situación de calle, tanto para las personas que nunca estuvieron en calle pero que sí están expuestas a muchos de los factores de riesgos asociados a esta situación, como para las personas que lograron salir pero siguen siendo vulnerables a los mismos riesgos.
Si bien es necesario atender la situación de las personas que están en calle con medidas de contención —como lo son los refugios—, también es clave prevenir que las personas lleguen a esta situación. En esta línea, cobran relevancia las políticas que se orienten a disminuir los factores de riesgo. Un ejemplo claro de esto sería el desarrollo de políticas que posibiliten el acceso a una vivienda digna para toda la población.
A su vez, la complejidad de los problemas que atraviesan a las personas viviendo en la calle y la multidimensionalidad de carencias que frecuentemente padecen a lo largo de sus vidas requieren soluciones a su medida, intervenciones integrales.
El diálogo en esta columna nos hace pensar sobre el alcance de las soluciones paliativas existentes en nuestro país, que, aunque necesarias, evaden la atención a las causas más estructurales del problema. Mientras tanto, la dignidad de las personas se juega en cualquier esquina.
Te invitamos a escuchar la nota completa.
Texto: Fanny Rudnitzky y Mariana Tenenbaum
Foto: Fanny Rudnitzky
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