Con los ojos, de Julián Marchante, es un disco de canciones. Es la permanencia de un artista proponiendo el relato desde ese lenguaje. Es quizá la muestra de la importancia de las canciones para el cotidiano ir al almacén, tanto para quien las hace como para quien las escucha. Julián propone canciones, a veces intensas, a veces profundas, a veces simples, y eso “se llama con el alma” en este mundo.
Este disco, que fue grabado de forma independiente y se encuentra para escuchar y descargar de manera gratuita en distintos portales de Internet y en el sitio del propio artista (www.julianmarchante.com), es el cuarto de una carrera corta en tiempo pero prolífica en producción. Marchante establece desde su propio pseudónimo una búsqueda inquieta, construida desde cierta disconformidad.
Los dos últimos, Cuerpo afuera y el que nos ocupa, son discos que redireccionaron cierta furia permanente en la obra del que marcha. La redirecciona hacia el susurro, un susurro que grita, cuestiona y remueve.
El cantor encuentra un sitio de identidad en un registro distinto al imaginable cuando Marchante se perfilaba como un crooner, volviendo a susurrar las melodías. A veces me gusta, a veces me incomoda y por eso lo celebro, por inoportuno y sorprendente.
Con los ojos presenta ocho canciones; es un disco concreto que tiene como cualidad abordar la disconformidad, que es siempre política, sin siquiera nombrarla. “Baguala de la resistencia” narra una historia de amor y huida ante la voraz diligencia de un modelo de región que se transforma.
La orquestación musical del disco recorre lugares interesantes con lindas colaboraciones. Sin salirse del concepto canción, las bases con programaciones e instrumentos dialogan sin fisuras para fusionarse en un todo. Las guitarras de Tomás Fernández son muestra clara de una búsqueda estética que privilegia la canción, esa mezcla de texto, música y qué se yo (parafraseando al gran Jaime).
“Bolero de la paternal” y “Dame” son las canciones con más gancho, de esas que te encontrás cantando rumbo a la farmacia. Julián es un escritor urbano, así carga sus versos de imágenes, “en mi bicicleta acompañarte/a la paternal o alguna parte//” da sitio a sus personajes (casi siempre desde el yo) de modo tierno. En este disco se deja ver una búsqueda por la ternura, como concepto general. Y la ternura no significa ositos cariñosos, ni exceso de color rosa, ni profanar la tumba de Pappo. La ternura creo que va en busca de humanidad, contradicción y desencanto.
Hablando de desencanto, y ante la necesidad humana de rotular y medir, “Canción de la luna” es quizá el tema que menos comprendo, ni textual ni musicalmente. Más allá de contener una de las frases más fuertes del texto del disco, “cuando fui libre de verdad/hacía todo sin pensar”, que, junto con la removedora “y si el corazón no siento/para algo nací cantor/cuando me falta el aire/lo encuentro en una canción//”, del tema “Con los ojos”, que abre y da nombre al disco, consagran a Marchante como letrista a tener en cuenta.
“Hermano hermana” es una canción sobre la universalidad del amor, su propia imperfección y, por qué no, su misterio. “Viento del sur” y “M.A” son las canciones del disco que vuelven al mar, al agua, esa casi obsesión mojada del artista que busca sanación con signos de H2O en toda su obra. Una sanación que busca querer y quererse.
El arte, así como el amor, encierran esa intrigante cuota de misterio que los vuelve inexplicables. En tal caso, desde el monte del absurdo, estas líneas ojalá sirvan de invitación/incitación a escuchar este nuevo puñado de canciones.
Texto: Agustín Silvera
Imagen: Tapa del disco Con los ojos, diseño e ilustración de Dani Scharf