Argentina y los juegos del hambre

Son las 13 horas y una cantidad de organizaciones sociales de base junto a gremios y personas no organizadas se encuentran en la calle peleando por el derecho a comer. La protesta se desarrolla frente al Ministerio de Salud y Desarrollo Social con la intención de que el gobierno declare la emergencia alimentaria, de la misma manera que hace 18 años en el contexto de la mayor crisis política social económica que impactó al vecino país.

Distintos colectivos como Barrios de Pie, La Corriente Clasista y Combativa y La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, entre otros, reclaman al Congreso argentino que sancione una ley que abarque siete proyectos que fueron presentados y tienen carácter de urgencia. La respuesta desde el Poder Ejecutivo es negativa, con el argumento de que estos reclamos ya están contemplados en una ley promulgada en 2016 con el nombre de Emergencia Social.

Acorde a lo informado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), la coalición de gobierno está repleta de índices desfavorables. Actualmente la pobreza afecta a 46,8 % de los menores de 14 años, y el 14,5 % de los niños de esa edad pasó hambre en los últimos doce meses. El terrorismo económico aplicado por la gestión Macri, disparado en base a especulación mercantil con armas de desnutrición masiva, como el dólar y la inflación, ha significado una verdadera masacre para los sectores de menos recursos, los que ponen el cuerpo en la calle y el estómago en el hambre. 

Me llama mucho la atención que en los medios se hable de “los nuevos pobres” al mostrar cantidades, porcentajes y gráficos que representan la caída de personas de la clase media a la pobre, así como la caída de la pobreza a la indigencia. Como si se tratara de un dominó de desventuras que escalonadamente van desplazando a personas de una clase social a otra. Se me encoge el estómago y me explota el pecho solo de pensar en esa caída eterna de gente en dirección a la necesidad.

Al gobierno de los CEO le queda poco más de cuatro meses de gestión, según el resultado de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO). La característica de obligatoriedad, a diferencia de las elecciones internas de Uruguay, sumada a la polarización política hace que el resultado sea una muestra de lo que sucederá en las próximas elecciones presidenciales de octubre con poco margen de error. 

Otra aventura neoliberal que parece agotarse, y que deja tras de sí millones de pobres, otros tantos desocupados, una lista de muertos en manos del gatillo fácil, un sector de la población que se muere por no acceder a tratamientos y/o medicamentos y los invisibles de siempre, que quedan por el camino por no poder comer.

Sobre las 16 horas de la tarde porteña, el aparato represivo avanza contra los manifestantes. Las órdenes son claras: despejar la avenida y dispersar a las personas que se concentran. En formación militar cuasi romana se puede ver el avance de la Policía con el carro hidrante escupiendo agua a presión. Dejan atrás heridos por los palazos, las individualidades que se han configurado por medio del adoctrinamiento, dirigido por la dirección política a cargo de Patricia Bullrich, como “el enemigo”.

Son para la clase política los vagos, los inadaptados y los bancados por la oposición, como sostienen algunas teorías conspirativas sostenidas por los medios hegemónicos que materializan su discurso a través de periodistas lacayos del poder que hasta hace unas semanas pedían calma y asustaban con la reacción de los mercados, esa meta-entidad divina que regula desde la omnipresencia los avatares de la gente sometiéndola desde hace años a la doctrina del aguante. 

Pero el aguante es otro, los movimientos resisten desde la organización y vuelven a recurrir al acampe, la tienda y fogón para sobrellevar el frío. Las carpitas irrumpen la monotonía del paisaje de la ciudad, se despliegan, ocupan las calles, veredas y plazoletas aledañas. A los colores de las carpas se les suman las banderas que identifican los distintos movimientos y organizaciones que se han coordinado. 

Ocupan el espacio público y los minutos de aire para decir con imágenes que ahí están, que no son invisibles a pesar de la indiferencia y que aguantar no se trata de esperar el milagroso derrame desde la punta de la pirámide hacia los sectores más postergados. Hacen frente al despojo de una administración que timbeó los recursos generados por los trabajadores y las trabajadoras en la calesita financiera. 

Texto: Manuel Viera

Imagen: Wikicomons

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