La Dirección Nacional de Apoyo al Liberado (Dinali) fue oficialmente inaugurada en 2016, aunque en realidad se considera la continuación de lo que era el Patronato Nacional de Encarcelados y Liberados, fundado en 1934. El patronato ofrecía servicios a quienes estaban privados de libertad y también a quienes, al salir de la cárcel, elegían hacer uso de esos servicios. Lo que cambió en 2016 fue que se decidió crear la Dinali para dedicar atención exclusiva para las personas liberadas del sistema penitenciario, de donde nace la nueva denominación.
Esta dirección cuenta con 75 funcionarios y brinda sus servicios a cerca de 2.300 usuarios al año, aunque no todos son nuevos sino que varios de ellos son asistidos por más de un año: el máximo tiempo de asistencia por usuario permitido es de tres años, siendo esta la única restricción del organismo, al no haber restricciones por edad ni por delito.
El servicio puede comenzar incluso seis meses antes de que el usuario salga del sistema penitencial, en donde técnicos que conforman el equipo de trabajo conocen a los futuros usuarios y los asisten. Una vez fuera de la cárcel, la ayuda que brinda el organismo consiste en atención psicosocial, asesoramiento jurídico, pasantías educativo-laborales, capacitación laboral, talleres y actividades de recreación y ayuda con la vivienda y el acceso al crédito.
También cuentan con la “Posada del Camino”, situada en el barrio de Tres Cruces, en donde se pueden hospedar aquellos usuarios que se encuentren en casos más críticos y no tengan a dónde recurrir luego de recobrar su libertad. Jaime Saavedra, asesor del Ministerio del Interior y titular de la Dinali, cuenta a Trazos que la integración de los ex reclusos en el barrio a través de la posada ha sido muy positiva. “Es creciente la sensibilidad, la solidaridad, y cuando la gente percibe que las cosas se hacen bien, la enorme mayoría de las personas acompaña”, explica.
El experto también brindó su opinión sobre el sistema carcelario en Uruguay y las posibles soluciones a la inseguridad y el delito. “No podemos esperar que la cárcel resuelva lo que nunca resolvió, ni que la policía ni los palos resuelvan por sí solos lo que nunca en ningún lado resolvieron: acá lo que debemos resolver son muros muy duros de exclusión social”. Según el funcionario, se debe invertir en mejores escuelas, centros deportivos, universidades y servicios de salud en aquellos barrios y zonas del país que siempre han sido dejados de lado y olvidados de alguna forma, haciendo que crezca esa exclusión social y económica. “Yo no tengo ni en el Comcar ni en el penal de libertad chiquilines de Carrasco, de Pocitos, de Malvín. Los tengo de cinco o seis barrios de Montevideo: todos jóvenes, todos muy pobres, con débil vínculo con el sistema educativo”, sostuvo, y concluyó que “hay un fuerte vínculo entre la exclusión y la criminalidad”.
Sin embargo, se muestra esperanzado. A pesar del creciente disgusto e indignación del uruguayo con respecto a quienes cometen delitos, Saavedra entiende que muchas veces ese rechazo viene de un lugar no meditado. “Si a mi hijo le roban o lo lastiman y me ponen en seguida ante un micrófono, voy a decir cosas disparatadas. Si te hacen opinar en momentos inoportunos, vas a decir cosas inoportunas. Pero el Uruguay que hemos construido, felizmente, es otro”. Según él, el pueblo uruguayo se encuentra hoy en día con ganas de cambiar para bien y la buena noticia, explica, es que nuestro país tiene todo para poder solucionarlo. “Cuando la gente advierte que hay un sincero deseo de meterle el corazón y la cabeza para construir un país distinto para nuestros hijos y nuestros nietos todo el mundo se suma, eso es lo que yo recibo”. Con ese mensaje esperanzador finaliza el aporte de su visión.
Texto: Martina Vilar del Valle
Foto: Archivo de Presidencia
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