La historia del 8 de marzo no radica en un hecho aislado o evento puntual como nos enseñaron en la escuela, sino que debe encuadrarse en un contexto ideológico e histórico mucho más amplio y complejo. Existen diversas versiones en torno a cómo se instituye esta fecha como el Día Internacional de la Mujer, y nos resulta pertinente tomar las revisiones de historiadoras y teóricas feministas que trabajan sobre el tema (en particular nos basamos en trabajos de Ana María Portugal y Jeannette Rojas Silva). La versión más difundida de este hecho es el incendio de una fábrica textil en Nueva York (hay quienes lo ubican en 1857 y quienes en 1908), pero como explica la historiadora Reneé Coté, no existen pruebas concretas de que éste sea el detonante único de la instauración de esta conmemoración. Más bien parece haberse elegido posteriormente a modo de mito fundador.
Para rastrear la completa y verdadera historia del 8 de marzo y los movimientos de mujeres debemos remontarnos a mediados del siglo XIX. El primer antecedente aparece en marzo de 1857 cuando en Nueva York un sindicato de costureras de la compañía textil Lower East Side realizó una huelga abogando por bajar la jornada laboral a diez horas diarias. También en Nueva York, diez años después, se realizó una huelga de las planchadoras de cuello. Durante el comienzo del siglo XX se realizan numerosas manifestaciones protagonizadas por mujeres, fundamentalmente por obreras textiles, rubro especialmente precarizado, dada su feminización. Las mujeres del partido socialista de Estados Unidos y España establecen, desde 1908, el 3 de mayo como un día de reflexión y acción: the Woman’s Day. Su finalidad era reflexionar y tomar acciones sobre tres temas fundamentales para las mujeres de la época: el derecho al sufragio, los derechos laborales y manifestarse contra la guerra. Esta propuesta es retomada posteriormente por Clara Zetkin, socialista alemana, cuando en 1910 propone instituir oficialmente un Día Internacional de la Mujer.
Entre los acontecimientos de principios de siglo se destaca también en 1909 la llamada “Sublevación de las 20.000”, cuando un grupo de obreras es despedido de la empresa de blusas Triangle y comienza una huelga a la que se adhieren 20.000 trabajadoras de distintos rubros para prestar su apoyo. Frente a esta realidad, al año siguiente dichas obreras son incorporadas nuevamente pero sus demandas, que referían a condiciones laborales básicas (salidas de emergencia, escaleras de seguridad y prohibición de puertas cerradas), no fueron escuchadas. Esto derivó en un gran incendio el 25 de marzo del año siguiente que dejó como saldo 146 trabajadoras muertas y numerosas heridas.
Posteriormente en 1917 hubo una gran manifestación de mujeres en San Petersburgo, a las que se les unieron trabajadores y estudiantes. Dicha manifestación se realizó a pesar de las negativas de las dirigencias partidarias, las mujeres pedían pan y el regreso de los combatientes de la guerra. Este acontecimiento es incluso considerado por algunas historiadoras el detonante de la Revolución Rusa. A partir de estos hechos se instituye, en los países de la órbita comunista, el Día Internacional de la Mujer Comunista. Asimismo, en occidente son los partidos socialistas y comunistas quienes convocan a su celebración. Durante los años veinte esta fecha comienza a conocerse en el resto del mundo como el Día Internacional de la Mujer. Es importante recordar la historia de este día rescatando diferentes interpretaciones que resignifiquen e iluminen lo que ha sido hasta ahora silenciado.
También en Uruguay el 8 de marzo tiene una trayectoria digna de ser contada. En 1930, las mujeres sindicalistas (no casualmente) llevaron adelante las actividades de esta conmemoración y se organizaron para enviar ayuda a republicanos españoles. En 1946 la Unión Femenina del Uruguay asume la responsabilidad de coordinar las movilizaciones pertinentes a la fecha. Años después, en 1975, nuevamente en Nueva York, Naciones Unidas establece la internacionalidad del 8 de marzo como Día de la Mujer.
Por otro lado, a fines de la dictadura en nuestro país, la policía prohíbe la marcha silenciosa convocada por la Coordinadora de Mujeres. No obstante, las mujeres logran colocar flores en el monumento a la Libertad. En la apertura democrática en Uruguay, Jorgelina Martínez, trabajadora también del rubro textil, proclama el lema “las mujeres no sólo queremos dar la vida, queremos cambiarla”, que lleva a reflexionar no sólo en lo que este día significa en cuanto a lo que nos oponemos, sino en relación a lo que pretendemos, a la vida que queremos.
Así como la institución del Día de la Mujer no es un hecho aislado ni una decisión arbitraria, sino que es parte de una proceso histórico y debe entenderse como tal, lo mismo sucede con la iniciativa del Paro Internacional de Mujeres que hoy nos convoca. Para comprender de dónde surge esta propuesta es necesario remontarnos a 1975, cuando el 90% de las mujeres de Islandia hicieron una huelga nacional reclamando la igualdad de género. El éxito de esta movilización sirvió como motivación nuevamente en octubre de 2016, en Polonia, donde las mujeres pararon sus actividades durante todo un día para detener un plan del gobierno que criminalizaba el aborto. Gracias al impacto y difusión que tuvo esta medida, el gobierno decidió frenar dicho cambio de legislación. Se sucedieron durante ese mes diversos movimientos de mujeres en todo el mundo, que luchaban por condiciones más justas de vida. Entre éstos destacan la protesta de las mujeres coreanas contra las penas a los médicos que realizaban abortos, y la enorme reacción de las argentinas (con huelgas y manifestaciones masivas) frente a la violación y el feminicidio de una adolescente de 16 años. Este último hecho sucedió el mismo día que una brutal represión policial al movimiento de mujeres en el Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario.
Así, surgieron propuestas para establecer el movimiento del Paro Internacional de Mujeres, que tuvo sus primeras acciones conjuntas el 25 de noviembre, en el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Es así que el día de hoy se unen casi 50 países al Paro Internacional de Mujeres, un día de gran convulsión social que nos lleva a reflexionar, pensar y pensarnos dentro del movimiento de mujeres.
Silvia Federici, activista y teórica feminista italo-estadounidense, explica en una entrevista con Zur la importancia del paro para las relaciones entre mujeres y su unificación como colectivo, no sólo en términos cuantitativos (es un paro internacional), sino en términos cualitativos: la densidad del tejido. De esta forma, el paro del 8 de marzo sirve para potenciar la ayuda mutua, el autocuidado y la reciprocidad entre las mujeres y en su entorno. También se trata de una movilización que nos invita a luchar en la calle, a poner el cuerpo, pero también a pensar estrategias, modos de autoorganizarnos en relación con los nuevos desafíos que enfrentaremos de aquí en más. En este sentido la lucha ilumina tanto el hacer, como el pensar; de ahí su similitud con el lema del Woman´s Day, el día de reflexión y acción que le antecedió. Debemos tomar la experiencia de nuestras compañeras a lo largo de la historia y ser conscientes que somos parte de un continuo, aprender del pasado (de nuestras compañeras antepasadas), y mirar hacia el futuro de manera estratégica, haciendo de la memoria histórica nuestro motor de resistencia.
Estamos en un momento histórico de la lucha de las mujeres donde se revive el sentir del 8 de marzo y de un nuevo internacionalismo. Por ello es importante rescatar lo que históricamente ha sido silenciado en el origen de esta conmemoración, su vínculo con la crítica al capitalismo, es decir, la conexión entre feminismo y otras luchas contra la injusticia y la desigualdad.
Hacer memoria es no sólo rescatar los hechos históricos, sino hacer conciencia de las luchas entabladas por nuestras antecesoras, de los espacios conquistados por ellas que nos habilitan hoy el lugar y las condiciones para nuestros reclamos. Es situarnos este 8 de marzo, y todos los días, con la humildad de no creer que hemos inventado todo, rescatar nuestra historia, que es la historia de todas las mujeres que han luchado por nuestra libertad. Porque si “la felicidad es subversiva cuando se hace colectiva,” la felicidad está en las calles junto a nuestras compañeras, en sus manos, en sus rostros y en su fuerza feminista que nos nutre y abraza, hoy más que nunca. Porque la lucha es cada día, en cada espacio, pero hoy aunamos fuerzas, hoy paramos todas juntas a gritar. Paramos por nosotras, por las que ya no están y por las que vienen. Paramos porque nos queremos vivas, libres, y sin miedo.
Texto: Sofía Cardozo – Inés Martínez
Foto: Milena Santos
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