Se nos vienen los cyborgs

Neil Harbisson es un inglés que nació con acromatismo, es decir con una disfuncionalidad visual que le impide ver colores. Ve el mundo en blanco y negro, o mejor dicho, en escala de grises. Imagine el lector lo que eso significa. No es solo una espantosa reducción de la belleza que la simple contemplación del mundo nos regala. Es también un problema práctico: desde no distinguir mucho cuál es la caliente y cuál la fría, hasta los semáforos, un mapa de metro o las banderas de los países. Desde 2004 Neil ha compensado esto mediante una antena que filma en color y un implante en su cerebro que traduce las ondas visuales en auditivas: Neil escucha colores.

Estuvo en Uruguay, en el marco del primer Campus Party realizado aquí, y dio una conferencia acerca de los cyborgs; personas que integran tecnología a su organismo. Campus Party es un evento global nacido en España, que ya ha celebrado 74 ediciones en 13 países (Alemania, Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Gran Bretaña, Italia, México, Países Bajos, Singapur, España), contando con la participación estelar de referentes mundiales como Stephen Hawking, Neil Amstrong, o Steve Wozniak, entre tantos otros. Su propósito es acercar a las nuevas generaciones al mundo de la tecnología, la creatividad,  la innovación y el emprendedurismo.

Además de ser un personaje muy particular, —con su antena que sale de atrás de su cabeza y describe un arco hasta quedar por delante de su frente— Neil es un excelente conferencista. En el Campus habló de su caso, de lo peculiar que es estar escuchando tonos musicales todo el tiempo, de cómo la percepción del mundo le ha cambiado desde entonces, al punto de vestirse “para sonar bien”. Escuchen el audio en el link de abajo para más detalles.

También se refirió a otras personas que están haciendo lo mismo. Moon Rivas empezó con unas caravanas que eran sensores de movimiento y vibraban cuando algo se movía delante o detrás suyo y ahora tiene unos implantes en los pies que son sensores de sismos. La novedad, quizás, es que estas personas conciben el uso de tecnología como un elemento para potenciar su percepción, no para reemplazar un miembro, como un brazo o una pierna. Por supuesto que esto último también ya está ocurriendo. Hay múltiples casos en los cuales se ha logrado que el cerebro dé órdenes a la pieza cibernética.

Junto con Moon, Neil lleva adelante la Cyborg Foundation, una fundación que asesora a personas que buscan dar el paso, y que defiende los derechos de los cyborgs.

Por algo se empieza

En Suecia ya hay unas 4 mil personas que tienen un chip implantado en la mano, bajo la piel que está entre el índice y el pulgar. Se trata de un chip pasivo, es decir, un chip que contiene información que puede ser leída por otros dispositivos, pero que no puede ser reescrita y que no ejecuta ninguna acción interna ni externa. Equivale a tener una tarjeta como las de débito, o la del STM, por ejemplo.

Con ese chip implantado es posible realizar cómodamente algunas tareas de la vida cotidiana, como abrir puertas, o pagar un servicio. La compañía de trenes sueca ya acepta estos chips, es decir, ya es posible subir a un tren y que el pasajero se identifique poniendo la mano en una lectora, y que se le debite de su abono mensual o su crédito.

Leer este tipo de noticias puede provocarnos espanto. ¿Hacia dónde estamos yendo? Una de las barreras de la integración hombre-máquina es nuestra propia piel. Nos asustan las noticias como esta porque estamos poniendo el cuerpo. Pero la operación no es más agresiva que hacerse un piercing. ¿Por qué nos choca más esto que la agresión con fines estéticos? ¿Por qué esto es más invasivo que andar con una poderosa computadora encima todo el día, con la cual resolvemos tantas cosas, y que no dejamos lejos ni un minuto?

Justamente pensando en el celular, este chip tiene además una ventaja: permite hacer transacciones sin que nuestro celular lo sepa. Creemos que tenemos una relación monógama con él pero lo cierto es que nos engaña con muchas corporaciones, más de las que sospechamos. Llevamos encima un buchón que solo con nuestra ubicación, permite a otros deducir un montón de cosas acerca de nosotros. Poder hacer cosas sin que él se entere será una necesidad más temprano que tarde.

Texto: Javier Martínez

Foto: cmfdesigner.com

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