Dínamo: La columna de ciencias del profesor Gustavo “chocho” Pereyra
La capa de ozono es conocida por estar en peligro. Esta zona de la estratosfera terrestre es responsable de filtrar los rayos ultravioletas que llegan en la luz solar y son altamente dañinos para la vida. La comunidad científica alrededor del mundo ha constatado un agujero en la capa que creció exponencialmente en los últimos años.
La Asamblea General de las Naciones Unidas, el 16 de septiembre de 1987, firmó el Protocolo de Montreal, donde los países se comprometían a llevar a 0 las emisiones de compuestos químicos como los clorofluorocarbonos (CFC), que se usan en refrigerantes, disolventes y plásticos.
El cloro de estos compuestos reacciona generando un nuevo átomo de cloro, este al llegar al ozono cataliza una reacción que provoca la desintegración de la capa. El catalizador destruye sin ser destruido, es decir que durante toda su vida va a seguir “agrandando el agujero”.
Otro compuesto muy peligroso es el bromuro, que se usa sobre todo en los extintores de fuego, este es aun peor que los CFC, porque destruyen la capa de ozono 50 veces más rápido.
Lo que ha logrado la comunidad científica en estos años es sustituir estos compuestos por otros igual de eficaces pero sin consecuencias para la atmósfera, siguen generando el átomo de cloro “destructor” pero ahora con una vida media mucho más corta, por lo que hacen menos daño.
Según El País de Madrid, “También hay fenómenos naturales que dañan el ozono, como la temperatura en las capas altas de la atmósfera y, sobre todo, las erupciones volcánicas. De hecho, el agujero de ozono récord que pudo deberse a la erupción de un volcán en Chile, ya que emitió una gran cantidad de pequeñas partículas que favorecen las reacciones que destruyen el ozono”. Es decir, los humanos tienen la potestad de evitar que siga creciendo pero no lo pueden controlar todo, la naturaleza siempre los supera.
Texto: Leticia Castro.