En Trazos, entrevistamos a Raúl Zibechi, escritor, pensador, activista y periodista uruguayo, experto en los movimientos sociales de América Latina. Trabaja como periodista freelance en diferentes medios, tales como La Jornada (México), Gara (País Vasco), El Salto (Madrid), Sputnik (Rusia) y publica ocasionalmente en otros medios y portales internacionales. Zibechi dialoga sobre la situación actual en Nicaragua, sobre la figura y personaje de Daniel Ortega, presidente del país, sobre las problemáticas y errores de la izquierda en los movimientos sociales latinoamericanos, entre otros temas de actualidad. Presenta también sus libros ‘Los desbordes desde abajo’ y Descolonizar el pensamiento crítico y las prácticas emancipatorias.
Según Zibechi, el gobierno actual de Nicaragua es antipopular, represivo, enfrenta a todos los pobladores organizados, como estudiantes y mujeres, y está aliado al gobierno de Estados Unidos; es un gobierno que ha matado entre 300 y 400 personas por manifestarse. ‘‘Hay acciones que no se pueden aceptar. Cuando te conviertes en un gobierno que reprime y que mata, hay que saber renunciar e irse a casa. La represión en Nicaragua es peor ahora que cuando dominaba la dictadura de la familia Somoza. Ha llegado a su límite’’, sostiene.
Además, hace una separación entre la situación política del país y el personaje protagonista: Daniel Ortega, actual presidente de Nicaragua y líder del partido Frente Sandinista de Liberación Nacional. El personaje de Ortega provoca mucha controversia. Hace más de 20 años está acusado de violación por parte de su hijastra (hija de su pareja, Rosario Murillo). Ambos son, según Zibechi, polémicos y complejos. Comenta que Murillo, mujer que supuestamente se declara de izquierda, no respalda el movimiento feminista ni la legalización del aborto y que, además, no apoyó a su hija, descreyendo el acuso de violación por parte de su marido. Según el escritor uruguayo, son historias familiares que pasan por fuera del poder político, aunque ‘‘hay que separar el personaje de sus acciones: puede que lo que está haciendo sea defendible, pero un personaje político tiene que ser responsable’’.
El investigador contextualiza la situación política de Nicaragua haciendo un recorrido por la evolución de la corriente de izquierdas en el país centroamericano. El Frente Sandinista, consolidado como el principal partido político de Nicaragua, protagonizó la última revolución latinoamericana. En 1979, el Frente derrocó a la dictadura de la dinastía Somoza, lo que llevó a Daniel Ortega a la presidencia hasta 1990. Se juntan así las tres tendencias que existían: los terceristas, los de la guerra popular y prolongada y los insurreccionales, liderados por prestigiosos comandantes, identificados con una línea ideológica marxista leninista. Inspirada en el legado de Augusto Sandino, quien sostuvo las guerrillas contra la intervención estadounidense en Nicaragua a finales de los años 20, nace como una organización político-militar de izquierdas, dentro de la corriente del movimiento de liberación nacional. En sus inicios, confiscó las posesiones de los Somoza y nacionalizó las principales industrias, aunque no aplicó una política de economía centralizada. Pero, según Zibechi, poco queda hoy de ese ‘‘sentimiento anti-yanqui’’.
En un principio no acabaron totalmente con las libertades, sino que se permitió otros partidos políticos y se celebraron elecciones. En 1990 toma el poder Violeta Barrios de Chamorro, líder de la Unión Nacional Opositora, coalición antisandinista apoyada por los Estados Unidos. Tras 16 años en la oposición, el Frente volvió a la presidencia de gobierno en 2006, pero con sus principios tergiversados: ‘‘Durante su mandato utilizaron siempre los coches blindados y las residencias de la dinastía Somoza, haciendo un uso indebido del poder. Cuando se retiran, se llevan a sus casas y bolsillos muchos de los recursos del Estado. Crearon una repartija de bienes públicos, la famosa piñata. Buena parte de los comandantes que pasaron a la oposición se quedaron con grandes empresas, hicieron alianzas con la derecha, con la Iglesia, diversas concesiones políticas y se aliaron con los intereses estadounidenses. Vuelven, así, años más tarde con todos estos cambios al gobierno’’, sostiene el periodista.
En ese segundo mandato, un chorro de petróleo llegado de Venezuela los beneficia. Raúl Zibechi apunta: ‘‘a diferencia de Cuba, que utilizan los bienes provenientes del exterior de forma razonable, en Nicaragua los recursos venezolanos son utilizados por clanes vinculados a Daniel Ortega para sus propios intereses, con una particularidad: no los llevan fuera. Lo invierten en empresas. Pero cuando entra la crisis en Venezuela, desde que muere Hugo Chávez, la situación se empieza a deteriorar. Dejan de recibir los beneficios de Venezuela y la situación económica del país decae’’.
Además, Zibechi defiende que uno de los problemas del Frente en Nicaragua es que no realizó cambios estructurales. Mejoraron la situación económica de la población, pero sin generar ninguna industria, característica que apunta como común en el resto de países latinoamericanos, que se centraron en exportar sus recursos.
Empieza así en Nicaragua una intensa crisis económica y un importante proceso de movilizaciones, protagonizadas por estudiantes universitarios de clases medias. El poder autoritario y represivo y un fuerte aparato estatal con milicias armadas caracteriza al gobierno de Daniel Ortega. El presidente queda acusado de crímenes cometidos en contra de manifestantes opositores durante las protestas en Nicaragua de 2018 y 2019, con múltiples violaciones de derechos y con una dura represión del Estado y de las milicias sandinistas. ‘‘El régimen de Ortega es el que más muertos ha provocado en manifestaciones en la calle. Más que cualquier otro, como Venezuela, Honduras o Guatemala’’, afirma Zibechi, y agrega: ‘‘No encuentro ningún argumento válido para justificar el apoyo ni el silencio al gobierno de Ortega’’.
Hablamos también sobre la izquierda internacional: ‘‘Existe una fuerte deriva hacia el pragmatismo y una gran falta de autocrítica. Se tiene la creencia de que, si nos autocriticamos, perdemos votos, pero es justo lo contrario’’, declara. Zibechi afirma, demás, que antes la izquierda era mucho menos pragmática y que es muy importante tener una lectura crítica de las acciones de uno mismo, para aceptar nuestras limitaciones y desarrollar nuestras posibilidades. Además, sostiene que las nuevas generaciones de jóvenes, que no vivieron la dictadura ni la transición, quienes se están movilizando, necesitan saber qué está pasando.
Según Zibechi, el Frente es un partido jerárquico, dominado por la cúpula del Estado; dispone de un equipo militarizado que se identifica como juventud sandinista. Conocidos como ‘‘turbas’’, se trata de grupos armados paraestatales que defienden de forma agresiva al mandato de Daniel Ortega. A esto se suma que cuentan con el apoyo de los funcionarios públicos estatales y de un pequeño sector de la sociedad, del que reciben ayudas y políticas sociales. ‘‘Todos ellos con interés en que el régimen sobreviva mientras el régimen los alimenta’’, apunta el escritor.
El periodista señala la importancia de cuestionarse el porqué de la situación nicaragüense. El régimen sandinista comenzó como una revolución distinta, con una apertura interesante, una economía mixta y nuevas corrientes de pensamiento de las que participaron intelectuales de todo el mundo. ‘‘¿Por qué está habiendo un retroceso?’’, se cuestiona. ‘‘Hoy en día no se legitima más que en su propio discurso; tiene que haber formas de legitimar el régimen que no sea con la continuidad de los de siempre. Aquí entra un debate necesario para no incidir en los mismos errores y para no volver a dejar que el poder socialista acabe siendo autoritario’’, sostiene el escritor.
Para que la izquierda siga un camino estable y no cometa los mismos errores, Zibechi señala dos ideas: la ética no puede estar separada de la política y la importancia de aprender de otros movimientos, en concreto, del de las mujeres. ‘‘Los cambios en la sociedad se producen fundamentalmente en la cotidianeidad, en el vínculo entre personas. Las mujeres han cambiado el mundo, transformando primero su propio lugar en la sociedad. Después de ese cambio puede venir una ley u otro cambio político o cultural pero no se puede invertir el orden y pensar que es desde arriba, con el poder, como se cambian las cosas’’, argumenta Zibechi.
‘‘El sujeto de los cambios es la gente común organizada llevando a cabo determinadas acciones. El gobierno puede favorecer o no, pero si la sociedad no se involucra, la sociedad no cambia’’, Raúl Zibechi.
Texto: Beatríz Del Corte
Imagen: https://pxhere.com
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