Crisis económicas, guerras, inestabilidad política, desempleo, desastres naturales, diferentes culturas… todas estas son posibles causas de migración, de marchar del lugar de origen de una para establecerse en otro lugar en el que, se espera, pueda encontrarse una vida mejor, o al menos buscarla.
Vemos ahora, en los tiempos que corren, cientos de miles de personas que cada año huyen de sus países para encontrar en otros lo que el suyo no les dio. Las hambrunas, los conflictos armados o las crisis económicas generan fuertes movimientos migratorios. No parece que los países estén muy interesados en legislar para mantener en condiciones de vida digna a su ciudadanía, pero tampoco puede decirse que estén facilitando la llegada y habilitando las condiciones para que las personas que llegan de otros lugares puedan rehacer sus vidas.
¿Nos vamos, o nos echan?
Poner intereses económicos por delante delante de condiciones de vida dignas es condenar a todo un pueblo, a todo un país, a millones de personas. No cumplir con el derecho de cualquier persona a moverse libremente por el mundo y a cubrir sus necesidades cuando en su país de origen no se las quisieron dar, es perder crecimiento, riqueza, diversidad y, sobre todo, justicia.
Texto y foto: ¿Por qué no te callas?