El mundo en el que vivimos enferma y excluye al considerado; en términos del poderoso, raro o diferente. En Uruguay, desde el 9 de agosto del 2017, existe la Ley de Salud Mental, que quizás acoge muy buenas intenciones, pero que en la sociedad civil no encuentra una aceptación total. Si bien el proyecto mejora algunos aspectos claves desde la Ley de Psicópatas de 1936, vigente durante 80 años, se reclama falta de garantías para el cumplimiento de los Derechos Humanos y se rechaza el predominio de la psiquiatría y algunos términos del proyecto como, por ejemplo, “personas con trastorno mental”, que sigue estigmatizando y patologizando.
La desmanicomialización es uno de los reclamos, terminar con el electroshock y el abuso de medicación son también cuestiones importantes. La idea, probablemente, pase por el desmantelamiento de instituciones que siguen hacinando a miles de personas en todo el mundo.
Quizá el resto de la sociedad debiéramos trabajar todo lo relacionado con los prejuicios, con la normalidad entrecomillada, con la locura, con el desequilibrio mental. Quizá tendríamos que apreciar que, detrás del discurso normalizador que nos han vendido, existe una lucidez en cada mente, una potencia en cada cuerpo, y una lucha en cada espíritu que, diariamente, se levanta y se acuesta en una sociedad enferma, enferma hasta las trancas de carencias, de falta de solidaridad y de empatía.
Debiéramos reparar en que, fuera del diagnóstico normativo, cada uno arrastra sus particularidades y las intenta llevar al mejor lugar posible. Quizá el afecto, el relacionamiento con otros y con otras, la apertura de miras y la destrucción de conceptos e ideas sea una buena forma de empezar a desarmar un juego demasiado macabro: la marginación, el arrinconamiento y la exclusión social.
Texto: ¿Por qué no te callas?
