No es casual que el nombre del sindicato esté escrito en femenino, ya que de las 120.000 personas que, según el Instituto Nacional de Estadística, trabajan como domésticas, únicamente el 0,6% son hombres. Así que, lejos de necesitar utilizar lenguaje inclusivo, esta mayoría es ampliamente femenina.
De todas ellas, solamente 75.600 tienen registros en BPS y solo 350 están afiliadas al sindicato a nivel nacional.
Según Lucía Gándara, integrante del sindicato, el mayor problema que enfrentan para sindicalizarse es no tener conciencia de que pertenecen a un colectivo como trabajadoras.
Desde abril de este año, el gobierno implementó la reglamentación del pago electrónico, lo que permitirá que las trabajadoras domésticas cobren su sueldo a través de una cuenta bancaria. El sindicato apoya esta medida, ya que facilita el esclarecimiento de los sueldos y los contratos, y ayuda a regularizar situaciones de precarización, teniendo en cuenta que son cerca de 44.500 trabajadoras quienes no están afiliadas.
Respecto a los reclamos por la licencia, piden simplemente que se cumpla este derecho, como todos los demás derechos básicos de los trabajadores. Pero además, denuncian situaciones “de esclavitud”. Según Gándara, “hay compañeras a las que les tiran un colchón en el living, y por ley deben tener un lugar privado. Además hay algunas a las que no se les da de comer, ni un vaso de agua. Es cuestión de humanidad”.
Respecto a los hombres, hay algunos que forman parte del sindicato, pero son pocos. Cabe recordar que el gremio está siempre abierto a aquellos hombres que son trabajadores domésticos y quieran sindicalizarse.
Texto: Valentina Lasalvia
Imagen: https://www.freepik.es/