COLONialidad IRRITABLE y arsenal epistémico
Miomio propone al individualismo como la base que permite el despliegue de esta manera de vivir que arrasa con todo, incluso la dignidad. El individualismo, característica de la sociedad occidental que privilegia al individuo por encima de todo, es una manera (hay otras) de relacionarnos, percibir, pensar, hacer, sentir, proyectar, de organizar lo político, el conocimiento y las instituciones. Hacemos Miomio porque deseamos intervenir y transformar nuestras existencias individualistas con un gesto, un pensamiento, un movimiento.
En este texto creado con aportes de Ernesto Alves y Pablo Obi, proponemos pensar en las cosmovisiones para detectar algunas ideas y procesos que han sido fundamentales a lo largo de la historia occidental para que hoy tengamos esta sensibilidad individualista como modo radical de vida: los dualismos, las religiones monoteístas, el esencialismo, el individualismo liberal, la propiedad privada, el capitalismo, el racionalismo, el colonialismo, el conocimiento como verdad, el sujeto y el ciudadano, entre otras.
Podemos concebirnos como la especie de los relatos, interpretamos las experiencias (y con estas al mundo) organizándolas, otorgándoles sentido y relacionándolas, creando colectivamente un entramado al que podemos llamar cosmovisión. Esta idea de cosmovisión, que tiene sus complejidades en cuanto a usos y significados, nos sirve, en este caso, para nombrar el modo en que las personas imaginan, piensan, sienten, perciben y valoran lo que solemos llamar universo, realidad, existencia. Son las interpretaciones y representaciones de una comunidad en determinada época, son las relaciones que se establecen con las vidas, comunidades, territorios, recursos, son conocimientos, emociones y todas las producciones de sentido. Sus procesos de consolidación son complejos y el lenguaje es un engranaje fundamental. Las cosmovisiones se definen, se nombran, se destierran, se someten, se eliminan, se modifican intencionalmente, se niegan o sobreviven de maneras ocultas, creando sincretismos y otras estrategias.
Arsenal epistémico. Si queremos acercarnos a los procesos que consolidaron a la cosmovisión occidental y con ella al individualismo, tenemos que revisar las propuestas surgidas en las religiones monoteístas, en la Grecia antigua, Roma y en la modernidad europea. En Miomio creemos que hay una fundamental (que va a tener su propio podcast) y es el dualismo sujeto – mundo exterior que nos propone vivir en la ilusión de un yo encerrado sobre sí mismo y separado del entorno. El individualismo es el fundamento de la noción de un sujeto que es autónomo, independiente, objetivo y que el sentido de su vida es su proyecto personal. Yo soy yo, el resto son objetos que puedo conocer, manipular y son míos en tanto propiedad. Este dualismo es sustento de otros: tú y yo, individual y colectivo, lo privado y lo público, Y aquí linkeamos con el aporte del cristianismo que introduce la noción de mundo interior, una salvación que es individual y no comunitaria. Este gesto de llevar el asunto a algo personal entre un yo y dios, es imprescindible para que surja la dimensión individual. En estos tiempos con la destrucción del mito y la racionalidad dimos un paso más, mi yo está tan encapsulado que no hay lugar para los dioses ni para los demás (no hablamos de sujeción sino de expansión, dinamitemos los poros obstruidos). Volviendo a los dualismos está el que nos separa en mente – cuerpo, estoy dentro de mi cabeza y mi cuerpo es mi propiedad, tengo que controlar y entender todo (me deshago de lo que no puedo someter, ctrl, alt, supr). La especificidad de los occidentalis es su razón, la historia de su pensamiento es la historia de mi razón.
Para que estos dualismos hayan sido postulados, es fundamental el esencialismo (subiendo en el ranking de los top ten). Occidente nombra lo que existe por esencias, características puras, únicas y estáticas (mi identidad, alt tu ser). Desconoce las relaciones, fuerzas y procesos, configurando un orden permanente y jerárquico que no admite modificaciones y nos encierra en individuos y categorías. Esta manera de nombrar tiene fuertes implicancias ontológicas, políticas y sociales en nuestras vidas.
Atentis al liberalismo, ideología basada en la propiedad privada del individuo y la fantasiosa idea de libertad personal en sociedades donde reina la dominación (de clase, patriarcal, racial, etc). Esta propuesta, además de justificar las barbaries de quienes ostentan el poder económico, fue una reacción a las críticas de las comunidades indígenas americanas (XVII) a los colonizadores europeos. Documentadas por misioneros de la época, referían a la arbitrariedad del poder que permitía a algunas personas dominar a otras, a la censura constante de sus cosmovisiones, al punitivismo descarnado y a la normalización de la miseria. La ilustración tomó prestadas estas críticas para rechazar al antiguo régimen de las monarquías feudales, pero desconoció -salvo algunas excepciones- denunciar toda forma de opresión, al poder del dinero y a la propiedad privada como organizadora de la vida. El liberalismo, gran vendedor de humo, consiguió instalar este concepto de libertad a partir de la fantasía de un ciudadano que es un individuo “libre”.
Ya basta de occidentalis, busquemos inspiraciones, pasame el mixer. Quienes compartimos estas tierras asumamos que somos mestizaje y que coexisten en nuestras experiencias cosmovisiones, además de la occidental, que proponen otras implicancias para las vidas y que son silenciadas por la colonialidad. Nosotras vemos posibilidades en aquello, que aún hoy, a muchos genera rechazo, llegando incluso a la violencia de negar sus existencias.
En la cosmovisión guaraní (en el mito de la Tierra Sin Mal de los Mbyá Guaraní) las tekoá, que se puede traducir como aldea comunitaria, es el lugar que reúne las condiciones para desarrollar el modo de vida característica de los Mbyá. En ellas se construyen las casas y el opy, choza ceremonial donde se reúne la comunidad, es el corazón espiritual y sagrado necesario para el sentir colectivo y conectar con su ancestralidad y territorio. El lugar donde viven supone una identificación espiritual y cognoscitiva con un espacio devenido en territorio, una coreografía compuesta por la historia mítica y de los antepasados, el agua, la tierra, las plantas, los animales, los seres tangibles e intangibles que lo habitan. No es una propiedad, es una relación de respeto con lo que vivimos. En estas cosmovisiones la diversidad es parte de la existencia, cada cosa está viva, no se reduce a entidades estáticas o esencias. Las entidades tangibles y no tangibles están en una compleja relación, la cosmología, las formas de entablar las relaciones con el bosque, los animales, el cultivo y el mito son políticas. Si la planta está enferma, está enferma la comunidad. El individuo humanoide no es la única vida que importa y las relaciones relevantes no son sólo humanas. El ritual y la ceremonia, además de culto a los antepasados, son una dramatización que da sentido al hacer en comunidad. Son instancias para restaurar y recordar el equilibrio y cuidado de la naturaleza de la que somos parte, en la que todo está conectado. Los relatos míticos no quedan en el plano de las ideas, son vividos como relaciones reales entre entidades inmanentes al mundo. Se trata más de una experiencia particular y un modo de percibir y recibir un mundo diferente que una visión diferente del mismo mundo que habitamos.
(Acordate lo que me ha hecho la academia) Los occidentalis no tenemos la capacidad de existir en un todo que es más que un yo. Vamos a contagiarnos de otras experiencias para salir de nuestro profundo e hipnotizador ensimismamiento individual.
Compositus humano
texto: Cecilia Graña y Federica Folco