Bolivia: diez años de Evo Morales

Jaime Vargas, politólogo boliviano analiza en la columna de Asuntos Internacionales de Abdo Taleb Omar, la situación de su país en los diez años de Gobierno de Evo Morales.

El partido Movimiento al Socialismo (MAS) es el que llegó al poder con la figura de Evo Morales a la cabeza en 2006. El MAS es un partido atípico porque está formado por diferentes movimientos sociales, y se utilizó como un instrumento político social para el cambio.

El Gobierno de Morales, y en general el MAS tuvo varias etapas en los últimos 10 años.

La primera fue  previa al Gobierno en la que efectivamente el partido tenía gran popularidad pero se disputaba con otros movimientos sociales el liderazgo del cambio. Luego un momento postelectoral donde muchos movimientos se agrupan en torno a este partido y un tercer momento cuando se consolida la hegemonía del partido, cuando empieza a elaborarse “el tira y afloje” de la política.  

Oficialmente llegan al poder en el 2006, es el primer presidente que gana con más del 50%, (obtiene el apoyo del 54% de la población) lo que provoca un gobierno directo, sin hacer compromisos ni pactos.  Morales llega al poder con un vacío en el país, provocado por el agotamiento del modelo neoliberal que no respondió más a las necesidades de diversos sectores de la población.

 

El antes

Es difícil determinar exactamente cuáles eran los objetivos originales, principalmente porque el único claro objetivo del MAS era tomar el poder para transformar las instituciones y cambiar la agenda. No hubo un programa concreto, no se hablaba de transformación ni nacionalización.

Lo que el MAS sostenía era una serie de reivindicaciones sociales históricas de los diversos grupos que conformaban el partido. La más notoria era la asamblea constituyente que se reclamaba desde los años 90 cuando los pueblos indígenas, en sus primeras marchas por tierra y territorio, la pedían para transformar las bases del Estado. En un segundo plano sostenían la nacionalización de los hidrocarburos, una lucha del pueblo boliviano desde 2003.

Cuando Morales asumió en 2006 la medida más fuerte e importante que llevó adelante fue la nacionalización de las industrias, que de cara a otros países se vio como una renegociación de los contratos o incluso como expropiación, cuando en realidad lo que se hizo fue renegociar los contratos.

Había dos leyes que limitaban el acceso del Gobierno a los recursos naturales. Estas normas le otorgaban una participación más importante  a las empresas de gas y petróleo que al Estado. En la mayoría de los casos el privado era el dueño del 82% y el 18% quedaba para el sustento público.

Con la autoridad de Morales eso cambió, llegó a estar 50% para cada parte y  ahora se está en un 45% para los privados y un 65% para el Estado. Esa fue la medida fundamental, el 1 de mayo de 2006 a meses del poder, toma simbólicamente lo campos petroleros, logra una renegociación pacífica, que significó una cantidad impresionante de ingresos para la Nación boliviana.

 

El durante

Cuando el gobierno llegó a tener más dinero en sus arcas, gracias a la renegociación de los recursos naturales, lo distribuyó para sacar a la población de la pobreza.

Se utilizaron básicamente tres líneas de distribución de recursos. En primer lugar, crea o amplía los Bonos. A través de estas subvenciones se trabajó el abandono escolar, las diferencias de género, la discapacidad y la vejez.

Además, Morales aplicó una ampliación del aparato del Estado a través de dos medidas definidas: la creación de más ministerios y oficinas  y el fomento del autogobierno, por lo menos de forma administrativa en ciertas regiones que tienen más autonomía.

También se trabajó a nivel industrial que se rezagó porque se fomentó la tendencia a generar una industria nacional, con productos hechos totalmente en Bolivia y consumidos por la población.

En cuanto a la política regional Evo Morales se inserta dentro de una serie de Gobiernos de izquierda: Hugo Chávez en Venezuela, Inacio Lula Da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina, Rafael Correa en Ecuador y  Tabaré Vázquez en Uruguay.  El éxito de Morales se debe en parte al buen pasar de la región con estos Gobiernos izquierdistas. Morales nunca estaría en contra de las políticas de estos países, incluso en el caso de Venezuela estando Maduro en el poder.  

En su momento apostó a la excelente relación que tenía con Michelle Bachelet, presidente de Chile. Creía que ella le iba a dar la salida al mar que Bolivia reclama desde hace dos siglos, pero no funcionó.

En relación a la política exterior del Gobierno de Morales se destaca su esfuerzo por reivindicar la hoja de coca a nivel mundial, ya que el proviene del sindicato de coqueros y entiende que la planta tiene otras propiedades más allá de las relacionadas a la droga.  También son muy conocidas sus reivindicaciones sobre los pueblos indígenas.

Pero su mayor éxito no está ligado a estas causas sino al cambio climático y el reconocimiento del derecho humano al agua. Se tiene una fuerte visión desde el Gobierno de no considerar el agua y la energía como servicios sino como derechos y eso se plasmó en una resolución de las naciones unidas.

Internamente el Gobierno tiene una dificultad en articular el discurso internacional con lo la realidad de la nación porque las políticas de Estado se basan en la extracción que necesita explotar los recursos naturales y choca directamente con los derechos que defiende.

 

El después

Los años del 2006 al 2016 son una “década ganada”. Con números en las manos la transformación del pueblo bolivariano es innegable,  hay un bienestar al que ha llegado mucha gente, y son números elaborados y reconocidos por entes internacionales, no por el gobierno, esto brinda una perspectiva imparcial del país.

Ese es el legado de Evo Morales, que ya es al día de hoy el mejor presidente de bolivia, con sus luces y sombras. A un símbolo solo le puede ganar otro símbolo y no hay en el panorama actual nadie con esa calidad. La oposición plantea que no quiere al presidente pero no plantea lo que está buscando.

Hay cierta oposición que ya está yendo por el camino del reconocimiento, remarcando la necesidad de un cambio, aunque sea dentro del propio MAS, por eso se explica el fracaso en la votación de la reforma que permitiría una nueva reelección.

Jaime Vargas/Leticia Castro

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