¿Hay algo en este tiempo de confinamiento que me haya roto los ojos? La gordofobia. Justo en el momento en que mis lecturas feministas se van interesando cada vez más en lo queer, no como espectáculo, sino como fuerza política de lo deforme, justo cuando voy entendiendo la heterosexualidad como régimen totalitario y justo cuando empiezo a desarticular la programación de mi deseo.
Acudo a Gimena González, actriz y creadora teatral, compañera conductora de Paren las Rotativas, programa de Radio Pedal en 2018. Gimena guía, encuadra mi investigación, y me sugiere hablar con Ana González, del colectivo poliamoroso Libres Para Amar. Ana me aclara que no está militando dentro del activimismo gordx en este momento, pero comparte conmigo por audios su experiencia y reflexiones de mujer gorda. El intercambio con ella es un punto de partida.
El “humor” de gordxs parece burlarse de nuestro “detector de violencia”. La gordofobia disfrazada de chiste: “A veces surge de gente que vos querés, que admirás intelectualmente, está tan grabado a nivel psíquico y en lo colectivo que es muy difícil salirse de eso”, dice Ana. “Hay ciertos odios que pudimos ir erradicando de nuestros círculos, círculos en los que entendemos que el lenguaje es una herramienta poderosa. Dejamos de usar palabras, incluímos otras, pero nunca se revisa la violencia hacia la gente gorda porque está absolutamente naturalizada, nadie se avergüenza o repara en hacer un chiste de gordos”.
El chiste siempre está en la búsqueda de alguien más, de un otrx, siempre implicará comunicarse. Pero, ¿qué pasa en términos de lo que pensamos? Me escucho decir “qué gorda” cuando siento que estoy comiendo para tramitar mi ansiedad. Pero no, no soy gorda. Y no voy a tener corporalidad gorda por comer un alfajor. La que me dice qué gorda es mi voz gordofóbica, la voz de la norma que controla mi cuerpo en los parámetros del éxito hegemónico y lo hace existir como sujeto-objeto de consumo y deseo. Este control, el adelgazamiento como forma de existencia, es una experiencia transversal a todas las mujeres, pero quienes encarnan el rechazo son las corporalidades gordas. Un cuerpo gordo debe ser cambiado u ocultado.“Parece que no podés quererte”, dice Ana, “y si te querés tampoco hacés la diferencia”. Se pregunta: “Al final ¿qué es quererse?”. Se contesta: “Yo me siento bien conmigo”.
Pero atentas todas: el amor propio no es el antídoto ni el escudo para la gordofobia. Se cristaliza, a veces, como un mandato inalcanzable. ¿El poder es tuyo? Ana es muy clara: “Nos hacen creer que la solución es individual y nuestra (de las gordas), en vez de colectiva”. En este sentido, Ana abraza y no tiene exigencias con las gordas, con aquellas que no pueden mostrar su cuerpo o amarse a sí mismas, No crean que es su responsabilidad y que son ellas quienes no están permitiendo la revolución.
Si nos metemos en la espiral del deseo, Ana afirma que hay una tendencia a desexualizar a lxs gordxs. Un combo de características que te resultan atractivas en alguien, posiblemente te caliente, pero, ¿si las reúne un cuerpo gordx? Tal vez quede en la esfera de lo canchero o la buena onda, sin plantearte la posibilidad de coger. “Cuando puse el ojo sobre mi deseo, me di cuenta que nunca había estado con una gorda, podía ser una casualidad estadística, pero apenas atendí a eso mi sexualidad se amplío”. Nuevos sabores. “Estamos educadxs para que el gordx nos parezca no-bello. Hay que superar obstáculos personales para poder hallar deseable a una persona gorda”.
En este sentido, belleza y gordura aparecen muchas veces como incompatibles. Alguien dice que está gordx y nosotrxs contestamos: “No, estás muy lindx”. Esa coma es lo que separa, en términos binarios, lo lindo de lo gordo. Si se cuela la apreciación de belleza, será una belleza gorda hegemónica, con la bombacha por encima del ombligo.
En el imaginario, muchas veces se alimenta esa imagen del gordx sedentarix, yendo a la heladera todo el día y pensando en postres. Pero se le da al gordx la oportunidad: podés cambiar, podés ser mejor, y si no querés será que “te mereces esta marginalidad social a la que condenamos”, dice Ana cambiando la voz. Pesa la culpa. En sus palabras, “si yo muestro que no estoy eligiendo este cuerpo, que quiero cambiarlo, tal vez seguiré siendo incogible, pero me odiarán un poco menos”. La gordura entonces como campo de resistencia, como decisión.
En esa vuelta, aparece siempre la carta de la salud. La medicina siempre indiscutible, nos permite terminar cualquier intercambio diciendo “es por tu bien”. “Parece que con solo saber el peso de la persona, ya sabés cómo es su salud”. Gordura y patologización, un discurso para desarticular, para atender qué más hay. Qué lógicas violentas apaña el capacitismo y la no- autonomía.
Ahora sí y para profundizar: activismo gordx. Ana me habla de la colectiva feminista interseccional La Mondonga. Resistencia gordx como forma de entender las disidencias corporales. Gordxs y disidencias organizadas en Uruguay, desde 2019 y creciendo. Entonces, a continuación, me conecto con Luna Benvenuto Prieto para charlar de gordura en clave de colectivo y activismo. Aquí la joven historia de La Mondonga, salud y autonomía, trabajo hacia adentro, corrientes del activismo gorde, cuando el humor es hacer un “mandado al patriarcado”, acciones. Escuchen la voz de Luna, representando a su colectiva. Dice La Mondonga: “No es feminismo si no nos ves”
Texto: Valentina Britos