¿Qué vas a buscar cuando consultás un diccionario? ¿Con qué te encontrás? Quizá la primera pregunta parezca obvia: definiciones de palabras o cómo se escribe una palabra, entre otras cosas. Pero, más allá de esta información, estas obras, que aparentan neutralidad y brindan claridad y la verdad absoluta al usuario en lo que se refiere a la lengua, esconden cosas que quizá nunca imaginamos… ¿Cómo nos define a nosotros mismos un diccionario?
En el programa de hoy nos zambullimos en un aspecto de los diccionarios que no suele aparecer definido explícitamente: las ideologías subyacentes. Así, en este programa proponemos un viaje al interior no solo de las definiciones que contiene un diccionario, sino también de aquellos textos que acompañan estas obras y que reflejan cosas que van mucho más allá de la lengua. Y además, proponemos un viaje en el tiempo; nos remontamos a principios del siglo XX para ver qué se gestaba desde el área de la aún inexistente ciencia que estudia y elabora diccionarios: la lexicografía.
Nuestra invitada de hoy, Claudia López, es maestra especializada en educación inicial, licenciada en Lingüística (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación-Universidad de la República —FHCE-Udelar—), magíster en Informática Educativa (Universidad Tecnológica Metropolitana de Chile) y en Ciencias Humanas, Lenguaje Cultura y Sociedad (FHCE-Udelar); diplomada en Evaluación de los aprendizajes (Facultad de Ciencias Humanas-Universidad Católica del Uruguay) y formadora de formadores en Lengua y Didáctica.
Claudia estudió dos diccionarios en particular: El lenguaje del Río de la Plata, de Washington y Sergio Bermúdez, y el Vocabulario rioplatense razonado, de Daniel Granada. El primero, consiste en un diccionario de voces, modismos y refranes de uso corriente que comenzaron a escribir en 1885. Está integrado por 24 volúmenes con 9.530 folios manuscritos o mecanografiados y más de 200.000 acepciones con notas, comentarios críticos y citas de periódicos, documentos y autoridades. En 1901, lograron editar el primer fascículo del volumen, que estuvo dedicado a los verbos, desde abachichar hasta abandonar. No se llegó a publicar en su totalidad, pero se puede consultar en línea en la página de la Academia Nacional de Letras de Uruguay: academianacionaldeletras.gub.uy. Por su parte, el vocabulario de Granada se publicó en 1890 con el objetivo de inventariar las voces y refranes propios de la variedad de esta región de América. Se encuentra disponible aquí.
A partir de estas dos obras, Claudia distingue entre diccionario, vocabulario y glosario; a la vez que cuenta acerca de los tipos de diccionarios que hay, por ejemplo, estos dos diccionarios, al igual que el Diccionario del español del Uruguay (DEU), publicado en 2011 por la Academia Nacional de Letras, son diccionarios contrastivos, esto es, incluyen todas las palabras que se usan en determinada variedad lingüística, por ejemplo, la de Uruguay, pero que no se usan en España y, por tanto, no aparecen en el Diccionario de la lengua española, de la Real Academia Española. Tal es el caso, por ejemplo, de planchita, que en su primera acepción el DEU define como “Aparato eléctrico compuesto de dos superficies que se calientan para alisar el cabello”. Por el contrario, un diccionario intergral incluye todas las palabras del español general.
Lo que se desprende de lo dicho es significativo si consideramos que un diccionario puede ser una herramienta de legitimación de una variedad lingüística, en este caso, no solo de lo que se habla en Uruguay o en el Río de la Plata, sino aun más, de cómo se habla en distintas partes de América, pero, y lo singular, en oposición a la lengua de la madre patria. Existe, por ejemplo, el Nuevo diccionario de americanismos, dirigido por los alemanes Günter Haensch y Reinhold Werner, publicado en 1993.
Esto, desde ya, es prueba de que el diccionario acarrea cuestiones que van mucho más allá de intereses e inquietudes estrictamente lingüísticas. El diccionario constituye, pues, una herramienta política. Y como tal, no está exenta de prácticas y discursos políticos e ideológicos que aparecen, aunque solapados, escondidos.
A principios del siglo XX uno se podía encontrar con joyitas como que un bichicome es un “Atorrante de la peor especie”. De hecho, nuestra invitada de hoy investiga de qué manera aparecen estas ideologías subyacentes en diccionarios de principios del XX en Uruguay, y, además, intenta responder cómo es posible que estos instrumentos sean fieles soldados de la construcción de nuestro imaginario colectivo.
Para saber más sobre estas herramientas, ya no solo normativas sino político-ideológicas, escuchá la entrevista completa aquí:
Texto: (H)ablando ciencia
Imagen: El lenguaje rioplatense, de Washington y Sergio Bermúdez. Extraído de www.academianacionaldeletras.gub.uy
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