Tiempos modernos

Las ciencias sociales son una herramienta con mucho más potencial del que se explota y muchas veces termina siendo funcional al sistema actual en vez de erradicarlo, ya es momento de utilizarla de manera activa para el cambio y no solo para la observación: “es una herramienta para generar transformaciones, no solo para entender cómo funciona el mundo”.

El sociólogo y docente de la Universidad de la República, Ignacio De Boni visitó Trazos para charlar sobre su área de estudio y nuestra sociedad hoy en día.

Las Ciencias Sociales (SC) son una herramienta con mucho más potencial del que se explota y muchas veces termina siendo funcional al sistema actual en vez de erradicarlo. Nuestro invitado opina que ya es momento de utilizarla de manera activa para el cambio y no solo para la observación: “es una herramienta para generar transformaciones, no solo para entender cómo funciona el mundo”.

Además de estudiar la actualidad de nuestra sociedad, que es lo que se ha hecho durante décadas, las CS pueden ayudar a develar ciertos aspectos de ella que son invisibles a simple vista y así lograr, idealmente, cambiar lo que haga falta cambiar.

Dentro de ese estudio del presente para el cual las CS son la herramienta principal, De Boni opina que hoy en día una de las características más potentes en nuestra cultura es la idea del emprendedurismo. Este concepto en sí no tiene nada de malo, es una potencia positiva de creación y construcción. Sin embargo, hoy en día se relaciona instantáneamente con el de lucro económico, productividad, ganancia. Ya no se trata de crecimiento personal sino sobre todo económico.

Hace tiempo que se viene inculcando la filosofía del emprendimiento laboral e independiente como algo positivo, “cool”, moderno, entretenido. Esto hace cambiar la visión que se tiene del gran empresario capitalista sin tener que salirse mucho de la regla: en vez del típico millonario poderoso que nos imaginamos como dueño de una empresa, los empresarios son cada vez más percibidos como jóvenes provenientes de ámbitos acomodados con ideas creativas para generar dinero. Pero una crítica crucial que hace De Boni es que el emprendedurismo, al cambiar un poco las apariencias de la clásica empresa capitalista, nos hace pensar que ya no hay explotación ni cadenas de poder, cuando sí lo hay: simplemente con un disfraz más amigable y simpático.

Continúa la reflexión con la idea de que mediante el emprendedurismo se transmiten más que ideas, modos de vida, que es algo que no muchos han podido lograr, y quizás esta es la razón: mientras que los neoliberales critican a la izquierda o el gobierno por querer dictar cierta forma de pensar y de vivir, los emprendedores hacen lo mismo pero con otro look –en vez de militancia política o imposiciones directas, dan charlas motivadoras y suben contenido amistoso a las redes sociales–. Es por ejemplo, lo que se da en  las charlas TEDx, que consisten básicamente en jóvenes emprendedores compartiendo su experiencia y sus aprendizajes, como si hubieran descubierto la verdad y nos estuvieran haciendo un favor en compartirla. Si bien De Boni aclara que muchos pueden tener intenciones sinceras, también opina que la simple idea de que exista una instancia en donde una persona le dice a cientos cómo hacer las cosas bien, no es más que imponer su verdad sobre las otras.

Otra crítica que el sociólogo realiza a esta filosofía moderna es que no distingue ni reconoce diferencias entre la audiencia. El concepto que manejan constantemente los emprendedores es que “el que quiere puede” y todo se puede lograr con esfuerzo y trabajo. No hace falta profundizar mucho para admitir que eso no es así ni nunca lo fue, que vivimos en una sociedad con ciertas estructuras y aspectos que en la mayoría de los casos determinan nuestros caminos: económicos, sociales, psicológicos, educativos, familiares, etc. No es igual de fácil comenzar un negocio independiente para un joven de familia acomodada que para uno de clase baja, y eso es indiscutible.

Esto tiene sus consecuencias, aunque queden en segundo plano: la idea que se transmite de que todos tenemos las mismas oportunidades y podemos lograr cualquier objetivo que nos propongamos sin importar nuestro contexto se impone sin diferenciar a quién a pesar de que no se pueda aplicar a todos. Y ese discurso, al no ser verdad en la mayoría de los casos, puede terminar generando frustración personal, enojo, desmotivación; sentimientos que uno puede ponerlos en contra de sí mismo o en contra de los demás. Por ejemplo, el 2016 fue el año en el cual hubo más suicidios en Uruguay desde la crisis del 2002, con 709 casos en total. Claro que no se puede decir exactamente a qué se debieron, pero no podemos ignorar una creciente desmotivación y frustración en nuestra población y esta podría ser una las razones; no poder alcanzar los objetivos que nos inculcan desde chicos, sentir que no somos suficiente.

Aunque parece difícil, hay maneras de zafar. Una de las soluciones que propone Ignacio es la de buscar cada uno, aunque sea de forma personal, modos alternativos de vida a la regla que nos imponen: dejar de intentar encajar en el molde y permitirnos ser diferentes, transmitir otras ideas, crear nuestros propios objetivos y caminos para llegar a ellos. Entre otras, el feminismo sería una de estos caminos, ya que cuestiona la hegemonía presente y busca alternativas a la regla opresora. Es una de las esperanzas que hoy en día prometen más.

Texto: Martina Vilar del Valle

Ilustración: Fab Ciraolo – https://www.fabciraolo.com/

Escuchá la charla completa aquí:

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