…para llorar

“¿Por qué voy a querer que me recomienden películas para llorar?”, se preguntarán ustedes, y yo les diré que ni idea, que capaz que lo necesitan o simplemente quieren saber qué deben evitar.

“¿Por qué voy a querer que me recomienden películas para llorar?”, se preguntarán ustedes, y yo les diré que ni idea, que capaz que lo necesitan o simplemente quieren saber qué deben evitar, así no les pasa lo que me pasó a mí una vez que estaba medio bajón y decidí ver algo llamado Felicidad, de Todd Solondz, y terminé hecha un bollito debajo de una frazada. Además, estas tres películas no generan un llantito trucho de pianito triste y golpe bajo: son historias muy bien contadas que se meten en nuestro organismo, cambian los órganos de lugar y nos hacen sentir con intensidad. Y es por eso que las recomiendo.

Dare mo shiranai (Dirección: Hirokazu Kooreda. Japón, 2004). Unos tiernos hermanitos de Tokio viven con su madre, una mujer muy simpática y divertida aunque sin el instinto maternal desarrollado. Los pibitos juegan y compran golosinas y parecen ser felices, pero no van a la escuela y no desarrollan rutinas demasiado saludables. La cosa empeora cuando la madre se enamora, les deja algo de plata a sus niñitos y se va. Entonces los pobres tienen que arreglárselas e intentar ser adultos. El dinero y la comida van desapareciendo, la suciedad aumenta y el llanto explota en una película que, a mi humilde entender, todo el universo debería ver porque es absolutamente maravillosa.

Dancer in the Dark (Dirección: Lars von Trier. Dinamarca, 2000). Selma, una inmigrante checa interpretada por la cantante islandesa Björk, se muda a Estados Unidos con su hijo. Ambos tienen una enfermedad degenerativa que los hará ir perdiendo gradualmente la vista, entonces Selma trabaja mucho y ahorra moneditas para que su hijo pueda operarse y evitar la ceguera. Selma también canta y empieza a flashear musicales que le meten un poco de magia a su miserable vida. Porque las cosas le empiezan a salir mal a Selma. Y peor. Y cuando pensamos que ya su vida no puede ser más terrible siempre pasa algo más angustiante. Y uno mira la historia de la pobre Selma y es como si nos bajaran de una trompada y una vez en el piso nos pegaran patadas y ya no nos quedara superficie del cuerpo sin lastimar. Todo esto, pero acompañado por la extraordinaria voz de Björk.

Mar adentro (Dirección: Alejandro Amenábar. 2004). Ramón Sampedro era un atlético jovenzuelo que tuvo la mala idea de tirarse de cabeza al agua, se golpeó y quedó cuadripléjico. Luego de 30 años de vivir algo que no se parece mucho a la vida, Ramón quiere morir. Necesita ayuda para lograrlo pero en España la eutanasia no es legal, así que se convierte en el embajador del derecho al suicidio asistido y recorre los medios españoles para lograr su cometido. Ramón existió realmente y Javier Bardem lo encarna de forma sensible y magistral. La historia está cargada de pequeños momentos de belleza y amor que van picando nuestra corteza como un pájaro carpintero hasta llegar finalmente a la ansiada (al menos en esta columna) fibra lacrimógena.

Texto: Micaela Dominguez Prost

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