Ser o no ser: esa es la (otra) cuestión

“¿La obra excede al autor?” Esta pregunta fue una de las primeras con las que Darío Sztajnszrajber presentó al nuevo filósofo de su ciclo de charlas Filósofos Lunáticos. Si no lo excede, ¿debe aceptarse que le pertenece por completo y que su presencia es una constante en su obra?

Tratándose de una disciplina (o género) a la que le interesan más las preguntas que las posibles respuestas, lo importante parece ser no contentarse con hallar una justificación ante la interrogante formulada sino dejar la idea a un lado, pero sin descartarla o darse por satisfecho con haber ensayado una posible respuesta, y que la duda al respecto sea una compañera de viaje durante las más de dos horas que duró la charla.

¿De quién hablamos?

La vida y obra de Martin Heidegger (1889-1976) fueron el hilo conductor de la noche: negado por muchos (“genera múltiples rechazos”, afirmaría Sztajnszrajber), eliminado de programas curriculares y siempre señalado, con fundamento, de ser un convencido de una de las ideologías más nefastas del siglo pasado (sin haberse excusado de su filiación partidaria ni explicitado su rechazo a los crímenes perpetrados por las huestes hitlerianas), petulante y con una imagen de superioridad autoadjudicada, una de las aseveraciones más contundentes hecha por el disertante fue la de que se trató de “el pensador del siglo XX”.

1927 es el año en el que Nicaragua es invadida por marinos estadounidenses, pero también en el que tropas británicas desembarcan por primera vez en Shanghai, con la consiguiente huelga general realizada en señal de protesta por ese hecho. En marzo, luego de aprobarse la propuesta de la Sociedad de Naciones, entra a regir la Convención sobre la Esclavitud, que consiste en un tratado en el que se establece que esta práctica es ilegal y se empieza a trabajar persiguiendo a quienes la practiquen. Un día después, las tropas albanesas son movilizadas temiendo un ataque de las tropas yugoslavas.

En abril, técnicos de la Bell Telephone Company llevan a cabo la primera transmisión de imágenes a distancia. Mayo será el mes en el que los británicos rompan relaciones con la Unión Soviética, debido a sospechas de espionaje. En nuestro país, las mujeres sufragan por primera vez en el continente. En noviembre, luego de la expulsión de León Trotsky de la Unión Soviética, Iósif Stalin asume el poder. En el mismo año, Alemania e Italia firman un acuerdo para realizar la construcción de una autopista que conecte las ciudades de Hamburgo y Milán, mientras que, poco después, la Conferencia de los Embajadores (integrada por las Potencias Aliadas y países asociados, cuyo fin era hacer cumplir tratados de paz y terciar en conflictos entre naciones europeas) acepta que Alemania fortifique sus fronteras sur y este, con la condición de que realice un desarme real y efectivo.

Ser y tiempo, obra cumbre de Heidegger, es de 1927, y en ella el autor teoriza sobre un tema tan antiguo como irresoluto.

Este libro “resume lo que es el primer Heidegger”, explica Sztajnszrajber, dividiendo su obra en dos: este primero y el de la posguerra. A esta bisagra se la define como “el giro”, con el segundo que “potencia, exacerba” al primero.

El nazismo, espada de Damócles que pende sobre el autor, asume en 1933, y entre sus medidas está la destitución del filósofo y matemático moravo Edmund Husserl, a causa de su condición de judío. El encargado de reemplazarlo no será otro que su discípulo Martin Heidegger, que asumirá con el discurso sobre el rectorado, cuyo título formal es “La autoafirmación de la Universidad alemana”. Como cabría esperar, este discurso tiene una marcada impronta nazi. Al año de asumir, el autor de Ser y tiempo renuncia al puesto.

Fundamentos y dos viejos conocidos

Luego de definir al pensamiento contemporáneo como postheideggeriano, Sztajnszrajber inicia un repaso de lo establecido en el ideario del alemán. “Se pelea con la metafísica, sugiere destruirla”, apunta. Para Heidegger, esta “necesita encontrar un principio ordenatorio”, recordando que nuestra Historia, en tanto occidentales, es la Historia de la búsqueda del fundamento último. Precisamente, la pregunta por el ser es la pregunta por ese fundamento. Para dar cuenta de estas ideas, se habló de las diferentes concepciones que se fueron ensayando a lo largo del tiempo para dar respuesta a una pregunta tan compleja: del cosmocentrismo se pasa al teocentrismo y de este al antropocentrismo. Para esta explicación, “todo lo que me rodea es lo que es porque, en el fondo, el ser humano construye sentido de ese modo”. Así, el antropocentrismo pone el foco en el sujeto. “El ser es el fundamento último de todos los fundamentos últimos”, afirma Heidegger.

Una de las mayores distinciones hechas durante la charla fue la que define, por un lado, al ser y por otro, al ente. De acuerdo a lo dicho por el autor, es una confusión que se da a menudo. En esa línea, realiza una crítica a Occidente por no haber visualizado la diferencia entre uno y otro concepto. “El ser se nos presenta siempre sustrayéndose”, dirá el disertante parafraseando al autor, a lo que luego agrega que para él no hay nunca un ser absoluto, sino que se lo interpreta de maneras diferentes.  Para lograr una mejor comprensión de lo que es un ente, Sztajnszrajber puso como ejemplo varios elementos utilizados en la vida cotidiana, como son los números. “Las palabras hablan la lengua del ente”, aseguró, luego de explicar, con otro ejemplo qué es un ser.

¿Qué dos categorías no son entes?, lanzó a la audiencia. Ante la respuesta del público, que respondió que el ser humano no es un ente, aseveró que este sí lo es, ya que es “el ente que se pregunta por el ser y le da cabida a todo esto”. Ahí resuelven uno de los problemas: la nada no es un ente. La otra categoría está conformada por el ser. Este “es lo que hace que el ente sea”, complementa.

De acuerdo a lo que dijo, el ser y la nada “convergen” en el ente, agregando que para el autor hay “una relación dialéctica” entre estos conceptos. Precisamente la nada “es lo que distingue a un ente del otro”.

La pregunta por el ser no tiene que ser contestada, explica, agregando que este cuestiona el sentido común. Lo más importante de Heidegger es “mostrar lo desfondado del fondo”, asegura el argentino.

Cuestionar la certidumbre

Sobre las diferentes concepciones e ideas que se tuvieron a lo largo del tiempo respecto a asuntos universales que han preocupado a la Humanidad, en la búsqueda de definiciones que mitiguen la carencia de explicaciones razonables, afirma que no hay ninguna teoría que haya permanecido idéntica a sí misma: en este punto, las diferentes interpretaciones que se tengan de un hecho o fenómeno serán claves para darle una vuelta de tuerca más a lo que en apariencia resulta único e inmutable. “Muere la idea de que hay un ser absoluto”, las diferentes concepciones variarán de acuerdo a las épocas, explica que no se trata de una determinada persona y de la conformación que se hace de determinada cosa, sino del “mundo”. Creer que hay algo “pasible de ser interpretado es un formato de interpretar la realidad”, explica agregando luego que preguntarse por el ser es formular una interrogante que “subvierte los sentidos”.

Considerando esto, ¿estamos en lo cierto si afirmamos que lo que pretenden responder preguntas como las que venimos haciendo es obtener una respuesta (que sería, usando el sentido común más elemental, el único motivo por el que efectuamos una pregunta)? Lejos de que esto sea así, la interrogante sobre el ser apunta a mostrar que las cosas pueden ser de otra manera, o, dicho en palabras de Sztajnszrajber “pregunto por qué para que te des cuenta que aquello en lo que crees de manera dogmática se resquebraja”.  No resulta difícil encontrar en esto un contraargumento a lo que mencionamos respecto a las diferentes concepciones del mundo, su fin último y, en definitiva, a la inutilidad que parece tener el hecho de aspirar llegar a una aseveración absoluta y capaz de contestar y decretar verdades a prueba de balas.  

Retomando lo propuesto por Heidegger, se alude al concepto de Dasein. El término, acuñado por el pensador germano, “es la esencia del ser humano”, o “el ser humano que asume su condición existencial”.  Ante este escenario, es que los individuos optan (deliberadamente o no) por huir a lo cotidiano, dejando de ser Dasein. “Hay una oscilación pendular entre la muerte y su relación con el tiempo”, dirá, citando al autor. Esto es algo que está presente en la distancia temporal con la que cada uno percibe su propia muerte, creyendo que falta mucho tiempo para que ocurra. Esto dio lugar a una reflexión entre lo paradójico que resulta que, pese a saber que la vida es finita, el ser humano no quiere que esto suceda. Heidegger hace una distinción entre el “perecer”, el “fallecer” y el “morir”: “perece lo vivo”, dice el docente, estableciendo diferencias entre el uso que se les da a esas palabras en virtud de a quién le suceda. Para ejemplificarlo, recurre a lo que le sucede a otros seres vivos (perros, vacas y cucarachas). Sobre “fallecer”, explica que es un verbo utilizado por la ciencia, carente de contenido existencial. “La ciencia explica por qué nos morimos, la filosofía demuestra que esa explicación no alcanza”, sentencia.

Elegir nunca fue tan fácil

“Si el ser humano es proyección, es poder ser” es porque “no somos seres acabados, cerrados”, establece Heidegger. Ser posibilidad refiere a la cantidad de cosas o hechos que podrían suceder en lugar de una única que está teniendo lugar. “Elija lo que elija elijo una y dejo miles” de otras opciones: esto no se trata de elegir la alternativa menos apropiada, sino que responde a una sola posibilidad entre muchas. Lo curioso aparece cuando esa posibilidad llega a su fin: “hay una posibilidad que es la más propia”, asegura, esgrimiendo que “la muerte es la posibilidad de la imposibilidad de las posibilidades”. Llegado este punto, aparece la noción de “auténtico” (que en alemán tiene la misma raíz que “propio”), dejando claro cómo puede interpretarse una probable concepción  del modo en que se afronta la existencia.

Se define al sentido común como “la dictadura del uno”. Cotidianamente se utilizan expresiones que contienen la palabra “uno”, en su acepción que representa a lo obvio e incuestionable. Lo esperable, las cosas que deben hacerse (el “personal se”, que es la manera en la que el alemán alude al sentido común, la “vida normalizada, donde no somos auténticos”). Y es precisamente en esa experiencia carente de autenticidad en la que se refleja fielmente la falta de preocupación por la muerte.

Dicha concientización sobre la finitud haría que mantuviéramos una relación distinta con las actividades de fuga, que impiden que continuemos con esa falta de autenticidad. De alguna manera, y a su modo, Heidegger ya hablaba de las “habladurías”, anticipándose a una de las características más representativas de nuestro tiempo, marcado por lo mediático (y su consiguiente e innegable relación con cualidades o carencia de estas, tan propias de los individuos). A esas “habladurías”, el autor las definirá como “charla sin fundamento”, donde se tratan los temas de manera superficial. El otro elemento es la necesidad casi obligada de “ser original”, esto es la “avidez” por lograr algo que nos permita estar por encima del otro.

Todas estas preguntas, intentos de respuestas, conjeturas y nuevas incógnitas que surgen invitan a pensar sobre cosas en las que habitualmente no se repara, costumbre que, como se ha demostrado, va más allá del tiempo y su despreocupado e indolente transcurrir.

Texto: Facundo Berterreche

Fotos: Mariana Tenenbaum

El lunes 3 de setiembre Darío  Sztajnszrajber estará ofreciendo una nueva clase, que tendrá como autor a abordar a Michel Foucault, finalizando el 1° de octubre con Jacques  Derrida. Todas las charlas se realizan en la sala Zitarrosa y el horario de comienzo es a las 19:30 hs.

Por más información, se puede consultar la página de Facebook Filósofos Lunáticos – Curso – Darío Sztajnszrajber en Montevideo.

Las notas sobre las charlas anteriores de Spinoza, Marx y Nietzsche las podés leer aquí:

Filosofia a martillazos

La escuela de la sospecha

La primera, y única, substancia: Spinoza

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