El camino de la hembra misteriosa: disidencias y experimentación

Es muy difícil empezar a escribir de Feminoise sin su manifiesto, es un reflejo fiel del colectivo; dejar afuera una parte afecta su totalidad.

Feminoise es poner el ojo donde hemos sido (y somos) invisibilizadas. Es pisar los lugares que se nos han negado.

Es deconstrucción, devenir menor, grito.

Es mostrar que el capitalismo explota. Que ha dominado cuerpos y que esos cuerpos ya no soportan.

Es estar en desacuerdo con la globalización de la explotación, la violencia del sexismo, el machismo en todas sus formas: racismo, paternalismo, meritocracia, esclavismo, individualismo, totalitarismo.

Es descolonizar.

Sembrar semillas para mejorar nuestras condiciones de vida.

Armar la resistencia colectiva.

Porque no somos ni queremos ser una máquina de producción. Ni de reproducción.

Feminoise es arte y lo que queda fuera del arte.

Es entrelazar y contaminar disciplinas.

Es darle un abrazo a lo vulnerable que somos. En nuestros puestos de trabajo, en la calle, en los escenarios, en lo cotidiano. En nuestro imaginario.

Feminoise es atrevernos. Estar alertas. Ser astutas.

Es la intensidad de poder darnos un abrazo por el terror que nos han impuesto. Con el que nos quieren callar los mandatos sociales y el garrote.

Feminoise es RUIDO. Es inventar el lenguaje del juego. De la experimentación colectiva mutante. De aquello que ha permanecido en secreto.

Es autogestión, trabajo organizado en forma colaborativa y no remunerado, sabiendo que no contamos con espacios físicos propios ni subsidios, ni queremos patrones.

Es tomar consciencia de nuestra precariedad y al mismo tiempo de nuestra fuerza. Una fuerza que se hace en lo colectivo, en lo apasionado, en el hacerlo porque sí, porque no nos acobardamos ante nuestra electricidad sonora.

Queremos sumar, entrelazar, abrir rumbos y sitios y agujeros y túneles, y no únicamente enredarnos en las redes.

Queremos habitar, compartir y hacer.

Porque no tenemos techo. Porque estamos a la intemperie.

Y hay calor en nuestros fogones de ruido, perfume de incienso en las venas, los cables de nuestra fugacidad aullada.

El pasado 26 de setiembre palpitamos la primera edición en Uruguay de Feminoise. Y por supuesto que no pasó inadvertida por tratar una realidad que afecta a todas las mujeres (y disidencias en general) en el arte y que nos explota en la cara: la invisibilización y la necesidad de buscar nuevos espacios, gestionados por y para mujeres, trans y no binarias, que generen espacios libres de machismo y paternalismo. Un ambiente que en particular me reconforta y me interpela a la vez es buscar caminos frente a la crisis política de la masculinidad hegemónica, cambiar lo que se nos ha inculcado. Cambiar porque el patriarcado duele y tiene que quemarse, y porque el camino feminista es abierto. Y lo más importante: hay lugar para todes.

Feminoise surgió en Argentina con la salida de una publicación discográfica que compilaba sesenta mujeres dedicadas a la música experimental. Fue la primera publicación del sello Sister Triangla, impulsado por Maia Koenig (Rrayen), y en poco tiempo se convirtió en un festival y se extendió por varias ciudades de Latinoamérica.

En Uruguay, como antecedente tuvimos en el año 2016 el festival Toquen tetas. “Las tetas nos organizamos y decidimos entrar en acción. Las tetas tocamos para gente con y sin tetas”, decía la descripción de aquel evento. En este festival las bandas participantes tenían al menos una integrante mujer.

Feminoise Montevideo logró nuclear a unas veinte mujeres (entre música, visuales, sonido y feria de emprendedoras). Esta nota recoge algunos testimonios de las involucradas en su organización y desarrollo.“Tiene que ver con una búsqueda política, también de espacios para une y la experimentación como base. Todas estas unidas por la experimentación y la disidencia. Ver el otro lado de las cosas y no creerse todo lo que te dicen que tiene que ser. Estoy experimentando la libertad de ponerle el significado que quiero y después soltarlo, es como una sanación”, explicó Ingrid Palacios, organizadora del evento en Uruguay.

Comenzamos a preguntarnos si la experimentación es mujer o si uno de los caminos hacia la igualdad es la sensación de horizontalidad que nos brinda ese ruido; quizás ambas, lo importante es preguntárselo. Al respecto, Ingrid remató: “El cuestionarse es transversal a lo que tengamos ganas de hacer. Ahora es el sonido, en otro momento fue la política y en otro momento el arte. En el colectivo encontramos un lugar de confianza y de poder generar tus propios espacios para liberarte y hacer lo que tenés ganas, es tremendo. Hacer por hacer con el error como algo positivo, el aprendizaje continuo, abierto y a la vez dotado de convicción; puede ser eso lo que estamos buscando. Ponerle el cuerpo ya es todo. Me gusta generar esos espacios para que las mujeres sonidistas, para que nuestra voz también se reivindique en lugares masculinizados. Y pese a que manejamos el no binarismo, la reivindicación de lo femenino dentro de estos espacios también está bueno. Lo normal me hace ruido, con lo experimental me pasan cosas por otro lado, me erizo, lloro. Cada uno tiene su búsqueda”.

Otro punto interesantísimo es la manifestación de los cuerpos, poner el cuerpo a las palabras, para empezar a pensar primero y luego expresar e intentar cambiar estas preocupaciones: el no querer vivir en un mundo que limita mediante barreras artísticas, energéticas, económicas, emocionales, culturales y políticas. ¿Cómo se manifiestan los cuerpos ante el “no” permanente?. Un camino claro parece ser el de la autonomía.  

“Si no logramos conseguir los espacios, tenemos que ir nosotras mismas y autogestionarlos”, sostuvo Lucía Chamorro, otra de las organizadoras de Feminoise, activista desde el arte y realizadora de acciones sonoras por los derechos de las mujeres. Agregó que “La idea es visibilizar la lucha por los derechos de las mujeres, ocupar lugares ocupados por hombres. Logramos un compilado de sonidos de marchas del 8 de marzo, grabaciones de Lima, Buenos Aires, Bogotá, Valparaíso, sonando todas juntas con distintos idiomas, compartiendo la energía de lucha”.

Durante agosto en el Tundra Bar, Laura Rodríguez, Lucía Chamorro e Ingrid Palacios llevaron a cabo el taller de experimentación sonora. Al respecto Ingrid comentó: “En el taller vamos más por el lado analógico, valoramos mucho el vivo, lo efímero y sacar para afuera”, con la idea de abrir las puertas del deseo emancipatorio a cualquiera que se preciara de tener sensibilidad para asumir las consecuencias de este deseo compartido desde la igualdad. Fue un taller que buscó generar ruido en un sistema podrido, para combatirlo con ideas que no encajan, con maneras de hacer que deshacen inercias y tabúes, y con cuerpos capaces de transmitir el ritmo difícil de una vida no sumisa. La presentación final del taller Cráter fue el 27 de octubre. Fue un paseo a ciegas, multisensorial y lúdico, demasiado hermoso para describir con palabras. También hubo intervenciones sonoras en el festival internacional de compositoras Sonora.

El colectivo Feminoise también se encuentra en plena convocatoria al primer compilado uruguayo de artistas experimentales, cuya fecha límite para recibir proyectos es el 16 de diciembre.

El camino a la forma femenina

Hablar de invisibilización y discriminación hacia las mujeres en el arte no es nuevo, pero no es un mal ejercicio mantenerlo presente y compartir experiencias para poder transmitirlas y repensarlas.

Me encuentro saliendo del programa Paren las rotativas, de Radio Pedal, dispositivo escénico-radial que busca nuevas formas de hacer radio, co-creado por Valentina Britos y Gimena González. Ese viernes el programa contó con 2 invitadas: Maité Gadea (cantautora y actriz) y Josefina Licandro (artista gráfica y audiovisual). Aprovechando la ocasión, pude preguntarles sobre el tema y, cerveza mediante, les conté sobre Feminoise y mi idea de escribir esta nota, y les pregunté qué lugar ocupa la experimentación en su vida y en su trabajo.

Según Gimena, “Vos me hablás de experimentación y yo pienso en lanzarse al vacío, tomar lo que sea que te interese y ver cómo eso se interconecta con otras cosas. Ahora estoy ensayando teatro, dirigiendo un proyecto del que estamos investigando y actuando. La manera siempre desde el presente, lo lateral, lo lúdico, lo no lineal. Hay un lugar en lo lineal que nos bloquea más de lo que nos protege”.

Valentina cuenta que para ella la experimentación “tiene que ver con esta búsqueda, como un encuentro hacia adentro, que es hacia afuera también en lo que tiene que ver con el arte. Tiene que ver con el vínculo, entre todo lo que te compone y que compone a los otros para generar algo. En mi caso, intento sintetizar o hacer una unidad entre todo lo que me compone, soy psicóloga, soy profesora de yoga y tengo proyectos de arte escénico. Mi búsqueda siempre fue cómo puede esto ser una unidad, cómo puedo trenzar estas tres cosas para generar algo de arte. Siento que la experimentación está en el presente con otros, qué podemos intercambiar de lo que somos y lo que nos interesa, para poder generar una nueva capa, que tal vez es un nuevo lenguaje. Encontremos nuestros lenguajes, que tenga que ver con nosotros, con lo que pensamos y que no tenga que ver con los barrotes. Siempre estoy golpeando puertas, golpeo puertas para experimentar; y el teatro experimental no tiene que ver con estar cuatro horas improvisando, tiene que ver con encontrarnos con nuestras herramientas, intercambiarlas y construir un instrumento nuevo. Tiene que ver con el arrojarse y el exponerse”.

Josefina explica su experiencia así: “Lo que más hago es audiovisual, fotografía y collage, y en realidad sí, experimentar es lo primero que hago siempre y el arrojarse es muy difícil. Es ir a lo abstracto, soltarse y no querer manejar todo, no pensar todo previamente, sino ir a lo primero que se te viene a la cabeza o a ideas que parece que no tienen sentido, pero después si. Muchas cosas no se entienden mentalmente, no podés darles una explicación directa, se entiende de otras formas y en realidad no es entender. Como que entregarse al no entender también es una manera de ver las cosas, y lo experimental atiende al no entender y el que experimenta es como el científico que está buscando nuevas formas y descubrir el universo. Creo que en el momento de hacer cosas que no son aceptadas o que no cumplen cierto canon estructurado hay como una desconfianza en mí sobre qué va a pensar el otro. Me cuesta mucho tirarme al agua y mostrarme frente a los demás. Los hombres artistas tienen más facilidad, la pelan más fácil y a mí como mujer me cuesta muchísimo mostrarme, en el arte es donde más me duele”.

Para Maité, ella no cataloga su música “como música experimental, pero sí en mi búsqueda no tengo que cumplir con nadie más que conmigo, y eso es una experiencia y es una elección de vida. Doy talleres de canto y podría elegir tener un formato de clase donde hacemos escalas, enseño solo técnica vocal, algo más clásico, y lo que más hacemos es jugar y experimentar. Hay gente que no le gusta y ya me acostumbré a eso, se queda la que se anima a verse, y ver el espejo con el otro, a poder experimentar(se) y conocerse, el que se anima a arrojarse y salirse de la zona cómoda. Me pasa que estoy haciendo un laburo re zarpado conmigo misma de desaprender y vivir de la experimentación, tanto en mis clases, ensayos, mis toques, performances o lo que haga. También es eso, la experiencia conmigo misma y de compartir con el otro, y por supuesto de desaprender, de sacarme los miedos”.

Gimena subraya que “hay diferencias entre hombres y mujeres, no es lo mismo por muchas razones. Hay un lugar que yo reivindico que es una constante lucha y un habitar, de exponer ciertas cosas que sí pasan y es doloroso. En mi caso, feminista interseccional, disidente en muchos sentidos, hay diferencia, se te cierran muchas puertas por ser piba y por verte de una manera particular, por no elegir un camino ya transitado para la mujer. Hay un lugar para la mujer en el arte y está bastante marcado, y hubo bastantes mujeres empoderadas que dijeron ‘juntemos todos los poderes y no me importa que sea un ámbito dominado por hombres’ y trazaron un camino que de otra manera estaría invisibilizado. Estoy habituada a tener que generar mis propios espacios, mis propios proyectos, a tener que contactar yo con quién quiero trabajar. Tengo que superar un montón de capas de resistencia, y así como yo te digo esto no te puedo explicar lo que es para una piba trans hacer algo, lo que sea, y más hacer algo relacionado al arte. Creo que hay un montón de lugares de privilegio que el hombre ocupó y sigue ocupando, nos vamos secularizando de a poco de eso, pero a base de muchísimo laburo y muchísima insistencia, yo lo veo desde un lugar alegre, pese a tirar todo este bardo”.

Valentina sigue con su reflexión: “tener un movimiento instituyente en el que podamos quebrar con eso que la institución misma nos dio. O decir ‘gracias institución por esto que nos diste, ahora voy a utilizar esto para prenderte fuego’. Mi búsqueda es asumir que somos tejedoras de lo nuestro, y eso es un acto de militancia”.

Josefina concluye: “una vez que hacés consciente que hay un montón de estructuras que te limitan, hay veces que delante de la hoja en blanco realmente soy libre, soy yo frente a eso y puedo hacer lo que quiera. Pero ¿qué tan libre me permito ser? Yo podría ser mucho más libre de lo que me dejo ser. La historia está hecha por hombres, es como una incertidumbre pensar qué tienen las mujeres adentro que todavía no está dicho. Vas a una institución y te enseñan cosas que enseñaron hombres; de alguna forma tenés que romper con absolutamente todo, porque va a haber una forma femenina y todavía no la descubrimos”.

Esta es una nota testimonial de mujeres forjando camino desde lo experimental y la disidencia. Gracias a todas las que prestaron minutos de su tiempo. Y, si estás leyendo esto: no estás sola, siempre hay espacio para experimentar.

Texto: Leonardo Borges

Ilustración: Leonardo Borges

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