El billete… ¿no aparece?

La interna del Partido Nacional sigue complicada y con dificultades para ocultar las irremediables diferencias. El tema de discusión, ahora, es el financiamiento de la campaña electoral.

El desembarco en la política local de un millonario hombre de negocios que se fue de Uruguay hace muchos años y que, curiosamente,   nunca ha votado en nuestro país, ha sido el detonante para que sus correligionarios comenzaran a preocuparse, cada vez más, por el protagonismo que ha ido ganando el joven de la supuesta y prometida creación de 100.000 puestos de trabajo. Su éxito repentino a nivel de marketing político, con una impronta mesiánica (casi al estilo del Bolsonaro del jingle que repetía la megalómana frase que aseguraba que o mito chegou, pero que, en el caso criollo, presenta un perfil con más olor a Davos que a verticalismo marcial) y un discurso repleto de propuestas customizadas, lo ponen en el ojo del huracán de su novel partido y molesta a los otros precandidatos nacionalistas que sienten que, de la noche a la mañana, un ignoto personaje los hace parecer poco actualizados y aburridos en los términos y las formas que aparentemente tendría la nueva lógica que intenta imponerse en la política de estas latitudes.

Ante este escenario, la pregunta que muchos se hacen es de dónde proviene el dinero que sostiene la campaña del recién llegado, a lo que, sin complicarse demasiado, el involucrado responde que se la financia él mismo. Hace algunos días, le respondió (de manera poco sutil) al precandidato  autoerigido como el paladín encargado de poner fin a prácticamente todos los actos delictivos, que su preocupación es cómo se financian los partidos políticos. Y es precisamente en este punto donde conviene recordar algunas cosas.

A fines del año pasado, con los votos de la oposición y el del representante de Maldonado e integrante de la Liga Federal, Darío Pérez, la Cámara Baja impidió que el proyecto de ley para regular el financiamiento de los partidos se aprobara. Por ese motivo, a alguien podría sorprenderle esta clase de reproches recientes, atribuibles, en un esfuerzo encomiable por practicar la ingenuidad, a una extraña falta de memoria de los aspirantes a candidatos por el Partido Nacional (presentarse como un outsider tendrá sus ventajas,  pero verse en la obligación de integrar un partido lleva a echar mano de herramientas poco deseables para los integrantes del statu quo a los que se les recuerda en la cara sus omisiones parlamentarias).

De esta manera, el tema volvió a instalarse en el debate público, bien lejos de las propuestas programáticas y la discusión de ideas.

La decisión deliberada de no darle luz verde a la iniciativa de la Cámara de Diputados está emparentada con una extraña concepción de democracia, en la que el pueblo (los votantes, para ser más exacto) no tendría el derecho a conocer la forma en la que las instituciones políticas que dicen representarlos reciben el dinero que alimenta sus arcas, el mismo dinero que, cuando aparece alguien que parece medir relativamente bien en las encuestas de su partido y poner en peligro la popularidad de los otros precandidatos, dicen no tener, situándose en una cómoda y, quizás beneficiosa, posición de víctima (¿será por los gastos de la campaña que se propone implementar un shock de austeridad en caso de ganar?).

Justamente la carencia mencionada en el plano del pensamiento y en el modo de concebir una campaña electoral es lo que evidencia cuáles son las prioridades en lo inmediato, que se hace patente en una letanía quejosa que asume y se reafirma en la creencia que para ciertos actores políticos, convencer con ideas es una quijotada al lado de la plata invertida y el peso absoluto y divino que creen que esta tiene.

Esa misma que se niegan a transparentar con bloqueos legislativos.

Texto: Facundo Berterreche

                                                                      Foto: Flickr

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