El 2019 recibe a ocho mujeres decanas y a una universidad que busca construirse “libre de machismo”

La transparencia que les atribuimos a los cristales no parece tal si pensamos en las estructuras bajo las que se organiza la Universidad de la República. Al menos en lo que a equidad de género se refiere. Sin embargo, 2019 se presenta como el primer año en la historia de esta institución en que ocho de 15 facultades tiene decanas mujeres.

La Universidad de la República (Udelar) se crea el 18 de julio de 1849. Más de cien años después se promulga la Ley Orgánica, en 1958. Allí se establece que la Universidad está integrada por facultades, institutos y servicios. Actualmente, son 15 las facultades: Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo; de Veterinaria; de Medicina; de Química; de Agronomía; de Humanidades y Ciencias de la Educación; de Ciencias Sociales; de Ciencias; de Información y Comunicación; de Enfermería; de Ingeniería; de Psicología; de Ciencias Económicas y de Administración; de Derecho y de Odontología.

Los órganos de la Universidad, establecidos por la ley, son el Consejo Directivo Central (CDC), el rector, la Asamblea General del Claustro, los Consejos de facultades, los decanos, las Asambleas del Claustro de cada Facultad y los órganos a los cuales se encomienda la Dirección de los Institutos o Servicios.

Cada Facultad, además, se organiza a partir de un Consejo, integrado por 12 miembros: el decano; cinco miembros que representan el orden docente; tres miembros que representan el orden de egresados y tres miembros por parte del orden estudiantil. Además, cada Facultad tiene un Claustro, integrado por 15 docentes, diez estudiantes, diez egresados y un presidente, que elige el propio Claustro. La Asamblea del Claustro es, además, la encargada de elegir, también, al decano. Esta organización, basada en el binomio “autonomía y cogobierno”, supone una democracia de base cristalina, pero con techos que más que por cristalinos se caracterizan por ser “de cristal”.

Historia de decanos, presente con decanas

El año 2018 marcó una fuerte tendencia de cambio en la elección de las autoridades de cada Facultad. El 10 de octubre de ese año tuvo lugar la elección del rector de la Udelar (Rodrigo Arim), pero no solo. Ese fin de año estuvo acompañado de un proceso de cambios de autoridades en general, esto incluyó la elección de representantes del Claustro, del CDC y también de decanos de varias facultades.

Más allá de las propuestas y programas particulares de cada uno de los decanos, lo que aquí queremos destacar es que por primera vez en la historia de esta veterana institución hay un número representativo de decanas mujeres. Si bien no es el primer año en que algunas facultades tienen a una mujer en el lugar de máxima autoridad, sí es el primero en que varias comparten el puesto, y el primero en que ellas son mayoría. El 2019 inicia con ocho mujeres decanas:  la Dra. Cristina Mangarelli (Facultad de Derecho); la Esp. Lic. Mercedes Pérez (Facultad de Enfermería); la Dra. Ana Frega (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación); la Dra. María Gladys Ceretta (Facultad de Información y Comunicación); la Ing. María Simon (Facultad de Ingeniería); la Dra. María José Bagnato (Facultad de Psicología); la Dra. Mónica Marín (Facultad de Ciencias) y la Dra. Carmen Midaglia (Facultad de Ciencias Sociales).

¿Y antes?

Un breve repaso por la historia de las facultades quizá nos permita dimensionar la relevancia que supone este nuevo ciclo.

-Facultad de Derecho

La historia de autoridades de la Facultad de Derecho, creada en 1838, con el establecimiento definitivo en 1849, junto con el de la Universidad, es difícil de rastrear, pero la actual decana, Dra. Cristina Mangarelli, no es la primera mujer en este cargo. En el período 1999-2002 estuvo la escribana Teresa Gnazzo y en los períodos 2006-2010 y 2010-2014 estuvo la escribana Dora Bagdassarian, quien fue la primera mujer reelecta en este puesto.

-Facultad de Ingeniería

La Facultad de Ingeniería tiene también un largo tiempo de vida. En el período de 1888-1893 comienza su actividad como decano el Arq. e Ing. Juan Monteverde, y no va a ser hasta 1998 que se elija como decana a una mujer: la Ing. María Simón (1998-2005). A este período le siguió el decanato del Ing. Ismael Piedra-Cueva (2005-2010); el del Ing. Héctor Cancela (2010-2015) y luego, y hasta ahora, de nuevo la Ing. Simón (2015-2019), quien se postula por tercera vez para el período siguiente. Al día de hoy, el Claustro de esta facultad no ha decidido entre sus candidatos.

-Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE)

La FHCE se fundó en 1943 y quien fue, en principio, su director, Carlos Vaz Ferreira, fue decano hasta que le siguieron Justino Jiménez de Aréchaga, Fructuoso Pittaluga, Emilio Oribe (como decano interino), luego, por dos períodos consecutivos, vuelve Vaz Ferreira, a quien le siguieron Emilio Oribe, Rodolfo Tálice (en dos períodos consecutivos), Arturo Ardao y Mario H. Otero.

Durante la dictadura cívico-militar (1973-985), el régimen de facto fue el encargado de elegir decanos: intervinieron la FHCE Miguel Ángel Klappenbach​ y Rodolfo Gori Carrara. El período de reapertura democrática encontró en funciones de decano a Mario H. Otero, Carlos Zubillaga, Adolfo Elizaincín, José Seoane y Álvaro Rico. Será recién en 2018 que esta Facultad elige una mujer por decana: la historiadora Ana Frega.

-Facultad de Ciencias

Esta facultad se crea en 1990, teniendo como primer decano a Mario Wschebor (1990-1998); luego, al Dr. Ricardo Ehrlich (1998-2005); posteriormente, al Prof. Julio Ángel Fernández (2005-2010) y al Dr. Juan Cristina (2010-2018) y, también en 2018, esta casa de estudios elige por primera vez a una mujer como decana, la Dra. Mónica Marín, para el período 2018-2022.

-Facultad de Ciencias Sociales

Esta facultad se crea en 1989, pero comienza a funcionar en 1991. Su visa de autoridades comienza con la gestión de José Claudio Williman (h) (1991-1995), al que le siguieron dos períodos de Jorge Landinelli (1995-2002), sucedidos por el Dr. Luis Bértola (2002-2006), el Prof. Mag. Ing. Agr. Diego Piñeiro (2007-2010) y, por la gestión, en 2011, de la primera decana mujer de esta facultad, la Dra. Susana Mallo Reynal (2011-2014). El siguiente período vuelve a ser electo el Dr. Diego Piñeiro, hasta 2018, cuando vuelve a ser una decana la autoridad: la Dra. Carmen Midaglia.

-Facultad de Psicología

En la Facultad de Psicología, creada en 1994, hubo dos instancias en las que una mujer estuvo como decana. El primer mandato se inauguró con el Prof. Psic. Alejandro Scherzer (1994-1998), a quien le siguieron dos períodos del Prof. Psic Víctor Giorgi (1999-2003 y 2003-2005). El siguiente (2005-2007) estuvo en la gestión la primera mujer decana de esta institución, la Profa. Psic. Sylvia Castro. Luego, el período del Prof. Psic. Luis Leopold (2007- 2015) y ahora, de nuevo una mujer, la Dra. María José Bagnato (2015-2019).

-Facultad de Enfermería

La Facultad de Enfermería se crea en 2004. En este caso —poco paradójico, quizás—, siempre hubo por decana una mujer: la Lic. Raquel Mazza (desde la creación hasta el 2009); luego la Lic. Alicia Cabrera (2009-2012), a quien le siguió la también reciente decana electa, la Lic. Mercedes Pérez (2013-2022).

-Facultad de Información y Comunicación

La más novel de las facultades, conocida como FIC, se crea por resolución del Consejo Directivo Central el 1 de octubre de 2013, luego de nueve años de trabajo conjunto entre la ex Licenciatura en Ciencias de la Comunicación y la ex Escuela Universitaria de Bibliotecología y Ciencias Afines. Una vez creada como tal formalmente, a propuesta de la Comisión para el Desarrollo Académico del Área Información y Comunicación, el CDC designa a las autoridades provisorias del Consejo de la nueva FIC y también a la Profa. María Urquhart como decana interina hasta 2016. A ella le siguió la actual, la Dra. María Gladys Ceretta.

¿Y las otras (facultades)? En parte, de los otros…

Son algunas de las instituciones más veteranas las que se caracterizan por la ausencia de mujeres decanas —lo cual tampoco es paradójico—. La más longeva es la Facultad de Medicina, que se funda en 1875. En la década del 2000 es electa su primera decana, para el período 2002-2006, Ana María Ferrari Castillo. A esta Facultad le sigue, en desarrollo disciplinar, la de Arquitectura: los estudios en esta área comenzaron en la Universidad de la República en el año 1886, como parte de la Facultad de Matemáticas y Ramas Anexas. Recién el 27 de noviembre de 1915 se crea por ley la Facultad de Arquitectura. La primera persona egresada de esta carrera y, al parecer, la primera titulada en América Latina, fue Julia Guarino, en 1923. Desde entonces, hasta la creación, el 27 de noviembre de 2015, de la nueva Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, han sido hombres los decanos.

En 1904 comienza a sentar sus bases la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, que, para llegar al día de hoy, pasó por varios nombres hasta 1932: Facultad de Comercio (1904-1908); Escuela Nacional de Comercio (1908-1916) y Escuela Superior de Comercio (1916-1932), y por varios hombres como decanos.

Dos años más tarde, en 1906, se crea la Facultad de Veterinaria, que, desde entonces, en los registros de decanos solo se encuentran hombres hasta el decanato interino de Elsa Garófalo, en 2014. Su casi melliza Facultad de Agronomía se crea un año después, en 1907, y no marcó grandes diferencias en cuanto a consignar mujeres en roles de autoridad.

La Facultad de Química, por su parte, surgió como el Instituto de Química de la Facultad de Medicina, en 1908; en 1912 se creó el Instituto de Química Industrial (dependiente del Ministerio de Industrias), y en 1929 se unieron los dos para crear la Facultad de Química y Farmacia de la Universidad de la República, que en 1959 pasó a llamarse Facultad de Química. Desde entonces fueron hombres los decanos, pero el 2014 también aquí encontró a una mujer en funciones de decana, a la Dra. María H Torre, a quien le siguió el actual decano, Álvaro, W. Mombrú.

La menor de estas, la Facultad de Odontología, que se crea como tal en 1929, recién elegirá a una mujer como decana en la década del 90, a la Profa. Dra. Delia Gago con cargo interino por el período 1991-1993. Desde entonces, la misma historia…

Rompiendo los cristales

El decano de cada facultad es designado por la Asamblea del Claustro respectiva por un período de cuatro años. Para poder ser electo como máxima autoridad de una Facultad, la Ley Orgánica establece que es necesario ser ciudadano natural o legal en ejercicio y ser profesor titular (grado 5) en actividad en la respectiva Facultad. Pero parece ser que estos no son los únicos requisitos, al menos explícitos, para ser la autoridad máxima de una Facultad, y que ser mujer u hombre no parece ser precisamente un requisito facultativo…

La historia de estas facultades dice mucho respecto de las posibilidades de alcanzar posiciones de poder en la órbita universitaria. Se suele referir a estas limitaciones mediante la expresión “techo de cristal”. Este término hace alusión a la barrera que dificulta que las mujeres accedan a cargos de dirección dentro del mercado laboral. Si bien la historia de este término parece encontrar su origen en las esferas de trabajo privadas, la transparencia de este material es muy clara para referir, también, a la estructura de la única universidad pública de Uruguay.

Nada en los reglamentos de esta institución impide de manera explícita que las mujeres avancen en su carrera académica y accedan, al igual que los hombres, a cargos de poder. Sin embargo, la opacidad de la lógica universitaria no hace honor a la transparencia que caracteriza al cristal: la proporción de mujeres que ha alcanzado, y alcanza, estos puestos es más que clara (o, al menos, pasa a serlo) si tenemos en cuenta los datos del apartado anterior.

Hace exactamente un año (en la mesa de diálogo “Techo de cristal, academia e igualdad”, en el marco de las primeras actividades preparatorias de las Jornadas Nacionales de Extensión 2018), el entonces prorector de Extensión y Relaciones con el Medio, Mario Barité, presentó los siguientes datos respecto del orden estudiantil y el orden de egresados: dos de cada tres personas que entran a la Udelar son mujeres y dos de cada tres egresados son mujeres. Ahora bien, si nos cambiamos los cristales para ver qué pasaba con el orden docente, observábamos que dos de cada tres grados 5 (máximo grado que un docente puede alcanzar en la Udelar, y requisito para ser electo como decano) son hombres. Este dato refleja algo claro: las mujeres de la Udelar se ven impedidas, por algún motivo, a acceder a los puestos de máxima autoridad y, por ende, de decisión y de poder.

Este año 2019 presenta algunas diferencias significativas en lo que se refiere a estos datos, y lo significativo acá está en los cargos de poder. En 2018 eran cinco las decanas: María Torre, por la Facultad de Química; Mercedes Pérez, por Enfermería; María Ceretta, por Información y Comunicación; María José Bagnato, por Psicología y María Simón, por Ingeniería. En 2019, son ocho. Además, la Asamblea General del Claustro de la Udelar también determinó que 2019 arrancara con paridad de género en los cargos de prorectores (cargos especializados para acompañar la gestión del rector): de los cuatro cargos destinados, dos son ocupados por mujeres: Cecilia Fernández (continúa en Investigación, ya que ocupaba este cargo en la gestión anterior) y Mariana González Guyer (en Extensión), además de Juan Cristina (en Enseñanza) y Luis Leopold (en Administración).

Despegarse del suelo pegajoso

Para entender las dificultades que se les presentan a las mujeres a la hora de alcanzar posiciones de autoridad o poder, no basta con contemplar el fenómeno del “techo de cristal”. Su contracara, el “suelo pegajoso”, también hace sus aportes. Esta expresión se usa para referir a las condiciones que mantienen a las mujeres en la base de la pirámide económica. Retrata las fuerzas que dificultan que las mujeres se realicen personal y laboralmente. Esto se debe a que son, al día de hoy, las que continúan haciéndose cargo de las tareas de crianza y de cuidados. Esto las obliga, en (no pocas) ocasiones, a reducir su jornada laboral, lo que trae como consecuencia que también disminuyan sus posibilidades de continuar desarrollándose en sus puestos y en su formación. Estas características también parecen haberse pegado a la esfera pública.

Andar sobre estos suelos ha generado que, desde algunas instituciones, como el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), del Mides, y también por parte del Sistema Nacional Integrado de Cuidados se planteen medidas que pongan a disposición de las mujeres servicios y espacios que les permitan conciliar la maternidad, por ejemplo, con el trabajo remunerado.

En el marco de un convenio entre Inmujeres y el Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales, se publicaron, en 2012, una serie de trabajos, entre los que destacamos “Argumentos que transforman” (de Karina Batthyany y Natalia Gentaque). Las autoras consideran que “las mujeres modifican su rol en el mercado laboral pero mantienen su participación en el trabajo no remunerado y de cuidados [mientras que] los varones no incrementan su participación en el trabajo no remunerado”. Por lo tanto, sostienen que la división sexual del trabajo continúa vigente en nuestra sociedad, y esto determina la asignación de rol de proveedor económico, de “generador de riqueza”, a los varones, y el rol de las “tareas cotidianas, invisibles, de reproducción social” a las mujeres.

Estos estudios consideran que hay una gran ausencia de políticas de cuidados hacia las mujeres, y ante la carga de responsabilidad que recae sobre ellas, “modifican, reducen o abandonan su rol en el mercado de trabajo y aumentan la dedicación al trabajo no remunerado”. Ante esta situación, se considera que “para una verdadera corresponsabilidad es necesario pensar en medidas que apunten a involucrar al sector empleador en la necesidad de cuidados de los/as trabajadores/es así como generar una mayor provisión de cuidados de parte del Estado para sectores con dificultades de articulación”. Pero, para esto, “se requieren medidas que permitan otorgar mayor flexibilidad para el cuidado en las empresas, licencias más extensas y/o copagos para centros infantiles, así como una mayor oferta de servicios públicos de cuidados para trabajadores/as de sectores medios, entre otras”, concluyen las autoras.

De nuevo, la Udelar no parece estar exenta de estas realidades, ni de estos pegotes. Un hecho que ejemplifica la interna de esta institución es la manifestada necesidad de habilitar espacios de cuidados y salas de lactancia para todas las mujeres que integran y conforman la Udelar (docentes, funcionarias y estudiantes). Según el Servicio Central de Bienestar Universitario, hoy en día hay salas de lactancia en Oficinas Centrales de la Udelar, en la Facultad de Ingeniería, en la Escuela de Nutrición, en la Facultad de Veterinaria, en la de Ciencias Sociales, en la de Química y en la de Agronomía. En otras facultades, no obstante, aún es incipiente la idea de una implementación semejante. Cabe señalar, además, que, en muchos casos, alcanzar estos objetivos depende estrictamente de la organización interna, más precisamente, de la organización de las mujeres, de cada Facultad. Es decir, tampoco existe ninguna reglamentación que equipare estas a otras necesidades.

De hecho, en 2018 las cinco decanas que hasta el momento había en la Udelar coincidieron en destacar que el techo de cristal se empieza a notar precisamente a partir de los grados 3, y que ello se relaciona precisamente con la edad en que muchas mujeres tienen hijos. Por el contrario, los grados 1 y 2 son ocupados, en la  mayoría de los casos, por mujeres. Esto da una ecuación semejante a una vida cotidiana de las facultades sostenida por mujeres y con dirección a cargo de hombres. Una consecuencia concreta de esto es que en muchas facultades no hubo decana, dado que no había docentes mujeres que alcanzaran el grado más altos de la escala jerárquica.

El conjunto de las decanas que compartieron funciones en 2018 manifestó ciertos reparos en lo que se refiere a las políticas de discriminación positiva, que supone contemplar cupos para mujeres. A este respecto, en la mesa de diálogo mencionada, entendieron que la igualdad consiste en alcanzar ciertos puestos de trabajo porque se merece alcanzarlo, no por una condición biológica. Sin embargo, la lógica meritocrática de la Universidad supone justamente que quien tiene más méritos alcance, a su vez, más méritos. Y así sucesivamente.  

Sin techo pero con paraguas

Justamente por esta razón es que quizás también sea importante, ante esta nueva realidad que se observa en 2019 en relación con las autoridades de la Udelar, no dejarnos deslumbrar por la equidad de género y preguntarnos a qué se debe, dónde radicó el cambio, qué supuso o supone a nivel estructural, cómo se relaciona con la dimensión del decir, del proclamar, del postular discursos políticamente correctos, y cómo dialoga con esta lógica meritocrática en otros ámbitos que no necesariamente están atravesados por la clave de género, pero sí por la marca de desigualdad.

Se puede construir un discurso que suponga la construcción de “una Universidad libre de machismo”, se pueden escribir pancartas que contengan los discursos; se pueden elegir a ocho decanas o incluso seguir hasta tener una universidad de mujeres. Pero no perdamos de vista en ese camino los mecanismos que lo habilitan y las razones, para dejar que se pegoteen nuestros pies, pero también para no darnos la cabeza contra el… techo.

Texto: Cecilia Bértola y Ema Zelikovitch

Foto: Portal Universidad de la República

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