¿Dónde está Santiago Maldonado? La trama burda y la trama delicada

¿Queremos hacernos una idea de quién nos falta a causa de que desaparecieron a Santiago? Entonces nos conviene ir a sus personas más cercanas. Escuchemos las declaraciones de su hermano, Sergio, que lo busca cada día. Leamos “Un poema para que aparezcas”, de su amiga Eliana Cossy —tampoco ella deja de escribirle—. Prestemos atención a los testimonios de quienes lo conocieron en el sur, de cualquier lado de la cordillera, y en otros lugares donde pasaba o habitaba un tiempo. Es el mejor antídoto contra la campaña de mentiras que orquestaron en Argentina políticos, dueños de medios y periodistas cómplices.

¿Queremos hacernos una idea de quién nos falta a causa de que desaparecieron a Santiago? Entonces nos conviene ir a sus personas más cercanas. Escuchemos las declaraciones de su hermano, Sergio, que lo busca cada día1. Leamos “Un poema para que aparezcas”, de su amiga Eliana Cossy —tampoco ella deja de escribirle—. Prestemos atención a los testimonios de quienes lo conocieron en el sur, de cualquier lado de la cordillera, y en otros lugares donde pasaba o habitaba un tiempo. Es el mejor antídoto contra la campaña de mentiras que orquestaron en Argentina políticos, dueños de medios y periodistas cómplices. Sobre la vida de este joven libre y solidario, así como sobre el pueblo mapuche, hicieron correr las versiones más disparatadas. Cada vez que una de esas versiones se hizo indefendible armaron otra más con tal de distraer de la única hipótesis que se sostiene: a Santiago se lo llevó la Gendarmería, la fuerza represiva que se ocupa de controlar las fronteras.

A cada momento el Estado argentino, en sus distintos poderes, lo sigue desapareciendo. Empezó a hacerlo el 1º de agosto en la provincia de Chubut, durante el operativo violento para desalojar la ruta que cortaba la comunidad mapuche Pu Lof en Resistencia. Esa cacería tuvo la dirección, o al menos la supervisión directa, con una reunión previa y la presencia en el sitio, de Pablo Noceti, jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad, un individuo que forjó su trayectoria en la defensa legal e ideológica de militares genocidas. Su jefa, la ministra Patricia Bullrich, los respaldó, a él y a los gendarmes; mencionó públicamente el nombre de un “testigo protegido”, Ariel Garzi, amigo de Santiago; maltrató a las exponentes de organismos de derechos humanos; dijo que en tiempos de dictadura “los demonios no eran tan demonios, ni los ángeles tan ángeles”, etc. El intento de nublar de impunidad la causa tiene, además, resortes judiciales (la fiscal no recibe a los familiares; el juez tardó más de cuarenta días en llamar a declarar a los gendarmes, a pesar de que hace tiempo la carátula es “desaparición forzada”). Que renuncien esos funcionarios del Ejecutivo, Bullrich y Noceti, sería lo mínimo necesario para romper la maquinaria de un encubrimiento escandaloso.

El 1º de septiembre cientos de miles marchamos en varias ciudades para exigir la aparición con vida de Santiago. Algunos no entienden por qué insistimos tanto en este reclamo. Insistimos porque es justo, porque no olvidamos la enseñanza histórica de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y tal vez porque ahora (tentativas de aprovechamiento electoral aparte) más gente esté comprendiendo que los que violan los derechos humanos nunca pueden ser los encargados de garantizarlos. Anteriores casos de desapariciones en democracia —la de Iván Torres durante el kirchnerismo, por ejemplo— también tuvieron la participación evidente de actores estatales. Sin complicidad social y política tampoco se explica que haya más de tres mil mujeres desaparecidas por las redes de trata. ¿Cómo podría ser esto compatible con una valorización y defensa de la vida? ¿Cómo podría serlo el modelo extractivista que se promueve desde hace años? Por eso son tan incómodas las comunidades mapuches y muchas otras: porque sus planes de vida simplemente no encajan en este esquema de poder2.

Macri no habla del tema, ocupado en reuniones con Pence y Netanyahu. La avanzada reaccionaria de su gobierno se percibe en la acción cotidiana de las fuerzas de seguridad. Cuando la última manifestación en Buenos Aires ya había desconcentrado, arrestaron a más de treinta personas en “incidentes” con la actuación de varios policías de civil, según quedó documentado gracias a los medios alternativos. Ese fin de semana, se mantuvo a los detenidos en pésimas condiciones; la Policía se encarnizó especialmente con las mujeres, una vez más. En Córdoba, el día anterior, se efectuaban once operativos simultáneos en bibliotecas populares, espacios culturales y locales de organizaciones que habían participado en la marcha contra el gatillo fácil.

La trama delicada es la de una solidaridad directa desde abajo. Delicada por frágil cuando vuelve la fe en las mismas instituciones que ofician el desastre. Delicada por artística y flexible, como se nota en las marchas y muestras de dignidad en aulas y lugares de trabajo, o en el compromiso de abogados que defienden a quienes son perseguidos. Se están formando y redefiniendo comités y colectivos donde quizás este impulso solidario pueda vivirse de manera más sostenida.

La trama burda es la que conecta a los agrupamientos de patriarcas y patrones (de estancia o de fábrica), entre ellos, un Estado que siempre produce su parte de crímenes y encubrimiento.

Cierto, en la vida hay bastante entremezclado, por suerte, pero la vida tiene marañas de las que es necesario salir. ¿Con cuáles fibras seguir tejiendo? Nos da algunas pistas un “artesano tatuador” (así les gusta decir en los medios), libertario, amante y estudioso de la naturaleza, capaz de aprender, enseñar, relacionarse con gente muy diversa. Santiago estaba en su magia y se acercó a la lucha por el territorio de uno de los pueblos más castigados en esta franja del mundo.

Texto, desde Argentina: Camilo Porta Massuco

Fotos: Colectivo argentino de fotografía SADO (cobertura colaborativa)

1. La familia de Santiago sube la información que considera importante a santiagomaldonado.com.
2. Dice Jorge Nawel, de la comunidad mapuche de Neuquén, en la nota de Sergio Ciancaglini Los malos de la película (revista Mu nº 115): “Desde el racismo nos ven como salvajes. Pero lo que vemos es que estas formas de progreso son planes de muerte. No somos atrasados, ni involucionados. Sabemos que el planeta no da más. Por eso pensamos en planes de vida”.

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