Filosofía a martillazos

El tercer filósofo presentado por el argentino Darío Sztajnszrajber en el ciclo de charlas Filósofos Lunáticos está repleto de paradojas y tiene infinitas lecturas. Vivió sus últimos 11 años en un hospital psiquiátrico, hizo filosofía a martillazos y enfermó los cánones tradicionales. Se trata de Friedrich Nietzsche.

Friedrich Nietzsche nació en Röcken, reino de Prusia, en 1844, y murió 56 años después en la ciudad de Weimar, del ya constituido imperio alemán. Fue filósofo, poeta, músico y filólogo. Sus textos distan de ser lineales y explicativos, sus ideas no se hacen lugar sutilmente en el pensamiento, sino que entran a golpes, abruptamente, rompiendo la estructura anterior de manera ruidosa.  

Según Sztajnszrajber, uno de los problemas fundamentales que aborda la filosofía nietzscheana es el que ataca a su propia obra: el problema de la interpretación. Esto se debe a que un texto es un horizonte abierto a interpretaciones infinitas, y los textos del filósofo que nos convoca no están exentos de esta particularidad. Por el contrario, han estado librados a múltiples lecturas, lo que hace imposible tratar de definir a este filósofo.

Por ejemplo, para Gianni Vattimo, filósofo italiano contemporáneo, nacido en 1936, la filosofía de Nietzsche se constituye como el origen de la posmodernidad. En cambio, para Martin Heidegger (1889-1976) es un filósofo tradicional.

Sin embargo, los esfuerzos para ubicarlo en una escuela o definir su pensamiento también son paradójicos si tenemos en cuenta que una de las singularidades del autor fue deconstruir todos los –ismos, es decir, doctrinas, creencias o posturas, principalmente en su obra La voluntad de poder (1901).

De hecho, parece haber triunfado la lectura de que Nietzsche fue un nihilista. Nihilismo es un término que viene del latín nihil, que significa ‘nada’. Por lo que, a simple vista, Nietzsche sería un adepto a la nada. Pero, ¿se puede proponer la nada? Probablemente, la respuesta sea no, en tanto el nihilismo implica la nada pero como negación de todos los principios y valores del ser. E incluso más, a partir de que hay una propuesta, hay algo. Entonces, una lectura más cabal del nihilismo sería no tomar nada de lo que se nos propone como certeza o verdad evidente.

Los textos están muertos

El filósofo argentino muestra que la obra de Nietzsche pierde claridad con el paso del tiempo. Las primeras obras son claras y legibles, como por ejemplo El origen de la tragedia (1872). En cambio, sus últimos textos, entre los que se encuentra Así habló Zaratustra (1891), son, aunque fascinantes, imposibles de conectar con la racionalidad, y están repletos de metáforas y ambigüedades. Esto es, según explica Sztajnszrajber, lo que determina que las principales nociones postuladas por el filósofo alemán, maduradas en su última etapa, como son la del superhombre (en alemán, Übermensch), la voluntad de poder, el eterno retorno, así como el postulado de la muerte de Dios, puedan ser interpretados de maneras tan diferentes como infinitas.

Al respecto de la metáfora, Sztajnszrajber entiende que esta figura retórica tiene la característica de que “la leés como se te canta”, y es solo una de las tantas formas que admite múltiples interpretaciones. ¿Qué quiere decir Nietzsche en el primer discurso de Zaratustra con la frase “Las tres transformaciones del espíritu son: la del espíritu en camello, la del camello en león y la del león en niño”? Estas preguntas surgen con frecuencia en la lectura del autor pero no existe para ellas una respuesta verdadera.

“De eso vivimos los que hacemos filosofía, de las lagunas de la interpretación. Si el lenguaje no fuera vago, ambiguo, vulgar y confuso, sería matemática. La filosofía existe gracias a la confusión del lenguaje”, comenta Sztajnszrajber.

Los alcances de esta ambigüedad, sin embargo, tienen consecuencias inmensurables. Por ejemplo, el concepto de superhombre describe un estado elevado del ser humano en que es dueño de sus actos y pensamientos y se gobierna a sí mismo sin necesidad de ser guiado. Este tal superhombre puede ser interpretado como un hombre superior o como un hombre nuevo. Así, aunque a primera vista lo parezca, no es extraño que Nietzsche, entonces, haya sido texto de cabecera de, por un lado, Hitler y, por otro, de Lenin.

De esta manera, hay una apuesta directa en Nietzsche por provocar con el lenguaje. Pero como no hay manera de enunciar al lenguaje si no es desde el mismo lenguaje, incurre en lo mismo que cuestiona, reproduce lo mismo que crítica. Es entonces cuando se vuelca a la poesía, intentado escapar de estas estructuras. Cambia el registro del lenguaje para cuestionar la racionalidad, según interpreta Sztajnszrajber.

Los textos no se resisten a las interpretaciones, ni a los cambios, ni a las traducciones. Los textos están ahí. Fríos, quietos, secos, los textos están muertos y sus autores en algún momento también lo estarán.

Nietzsche ha muerto

Cuando Friedrich Nietzsche entra en la locura pide que sus manuscritos inéditos no sean publicados. Estos, entiende Sztajnszrajber, son textos claros y lúcidos que incluso explican algunos muy complejos publicados en varios de sus libros. La hermana, Elisabeth Förster-Nietzsche, aprovechó su internación psiquiátrica y publicó todo bajó el nombre Fragmentos póstumos. Obra completa, constituida por: Volumen I (1869-1874); Volumen II (1875-1882); Volumen III (1882-1885) y Volumen IV (1885-1889). Varios años después, en 1933, fundó el Archivo Nietzsche, que recopila toda la obra inédita. Para la inauguración del evento, invitó a Adolf Hitler. Esto explica que, tal como se demostró años después, Elisabeth, una mujer con claros vínculos nazis,en más de un texto cambió palabras antes de publicarlos, incluso en un fragmento borró la palabra perro y la sustituyó por judío. Pero las sombras del nazismo no fueron las únicas proyecciones con las que este filósofo tuvo que vivir.

Dios debe morir

Dios ha muerto y los seres humanos no podemos dejar de creer en sus sombras.

Uno de los postulados que más resuenan en la filosofía de Nietzsche es la muerte de Dios. Sztajnszrajber habla de una disolución de Dios. Porque Dios no es más que una mascarada de algo más profundo y nocivo. ¿Quién es peor que Dios? ¿A quién representa Dios en Nietzsche? A la verdad. Dios es luz, todo lo esclarece, el resto es oscuridad. Dios es lo iluminado, lo claro, lo visible y, por tanto, lo entendible. Pero el problema no es Dios, es la verdad. El problema es creer que hay un orden único y sistemático, no importa cómo se lo nombre. Dios es una metáfora que está obsoleta, es necesario reformularla; en palabras del argentino “es como una moneda que ha perdido valor, la miramos y solo vemos metal”.

La verdad usa diferentes nombres. Lo novedoso es pensar fuera de este paradigma pero, ¿es posible?

Para Nietzsche la luz tapa, solo comprendo cuando oscurezco. Entonces hacer filosofía es un antídoto, una anestesia para obturar la lucidez de entendimiento que genera angustia. La filosofía no resuelve nada. Es solo una forma de lidiar con el miedo a la muerte, del cual siempre alguien saca una tajada, siempre alguien se aprovecha de ese miedo. Pero, a diferencia de Marx, en Nietzsche, así como el Heidegger, Foucault y Derrida, no hay corporización de este poder, las estructuras de poder son ontológicas, estructurales.

La diferencia entre el bien y el mal es que los buenos siempre somos nosotros. Y esto no es más que una apuesta política para legitimar el poder.

Tradición y filosofía

Entre tanta paradoja, hay quienes ubican a Nietzsche fuera del canon filosófico y lo muestran como un crítico de la cultura. Para Sztajnszrajber esto implica su victoria, en realidad, porque lo que busca es salir de la línea, romper la estructura. Pero al mismo tiempo significa su derrota, dado que lo desapropian de su carácter filosófico. Esto es significativo, ya que, si queda afuera de la filosofía, no puede contaminar o enfermar la filosofía tradicional, porque el virus debe meterse en el cuerpo para actuar. ¿Por qué entonces Heidegger ubica a Nietzsche dentro de los filósofos tradicionales? Porque piensa en él como un ontólogo, como parte de la tradición que intenta conocer el fundamento único, la verdad del ser.

Sztajnszrajber muestra el postulado de Heidegger mediante un recorrido por algunos filósofos presocráticos y modernos: para Tales el fundamento único era el agua, para Anaxímenes el aire y en Anaximandro es lo indefinido. Para Pitágoras es la matemática y según Empédocles son los cuatro elementos unidos al amor y el odio. Para Platón son las ideas y en Aristóteles es la sustancia. Para todos los filósofos cristianos, es Dios. Para Descartes, la razón, en Kant es el sujeto, en Hegel el espíritu absoluto, en Marx la lucha de clases. ¿Y en Nietzsche?, ¿cuál es la verdad del ser en Nietzsche? Según Heidegger, su verdad última es que no hay verdad.

El expositor argentino da un paso más y muestra que la ontología (sobre el ser) y la hermenéutica (sobre la interpretación) se dan la mano en Nietzsche, la única verdad que existe es que no existe una verdad. No hay hechos sino interpretaciones. La realidad es un texto. No hay verdades sino lecturas. La historia es la pugna por las interpretaciones, hay una interpretación que se instala y parece ser la mejor, pero no es necesariamente más válida que las demás. No hay verdad, hay mentiras que logran sostenerse, que no han sido descubiertas.

Jesús, Platón, Dioniso y Apolo

La versión occidental sobre cuál es la verdad última o fundamento del ser es la dominante y para saber cómo llegó occidente a imponer su lectura, su verdad, Nietzsche hace un trabajo genealógico, deconstructivo y entiende, según Sztajnszrajber, que la versión triunfa porque es tranquilizadora, hay absolutos y valores claros, hay un bien, hay una verdad y hay un amor que nos ayudará a superar toda vicisitud. Ganó Dios, la metáfora ordenatoria del mundo y la vida.

Para Nietzsche este triunfo es la decadencia, porque la tradición occidental mata la vida, los dos grandes culpables son Jesús y Platón, que sostienen que la vida está “más allá”… y más allá no hay nada. La metáfora del alma denosta por completo al cuerpo, en base a ella lo sujetan y controlan. Para Nietzsche el cristianismo es antes moral que religión. El cuerpo es tránsito y debemos saber cómo comportarnos para alcanzar el cielo.

Pero existió algo antes de la decadencia occidental cristiana: el mito griego. El mito no es fe, es según el filósofo argentino “explicación vivencial”. Nietzsche se detiene en el análisis de dos dioses: Apolo y Dioniso. Ninguno es mejor, ambos son adorados por igual como el resto de los dioses, no hay juicios de valor sobre ellos. Apolo es el dios más bello, pulcro y armónico. Es el dios de la palabra, ordena las cosas mediante la individuación, nombra y jerarquiza. Dionisio es el dios de las orgías y la embriaguez. El dios de lo indefinido, lo entreverado, de los instintos inmediatos, de lo indómito. Ambos conviven, Apolo media y Dioniso desborda. Apolo filtra, Dioniso impulsa. Lo que sucede es que occidente construyó una moral apolínea y se molesta cuando aparece Dioniso. Occidente hizo una construcción binaria según la cual Apolo es el bien y Dioniso es el mal. Ahora todo lo relacionado con el cuerpo, la carne y lo animal está domesticado por la religión, la ley y la cultura.

Entonces, si no hay hechos, solo hay interpretaciones; si el orden y la verdad última no existen, si el lenguaje nos engaña y la cultura dominante mata la vida, ¿qué hacemos? Filosofía, para remediar y percutir las estructuras, para indefinir.

La filosofía de Friedrich Nietzsche cuestiona el orden sin proponer alternativa, cuestiona la verdad sin traer otra. No busca un nuevo Dios. Es desaliento y ansiedad. Es poesía. Es una interpretación eterna que no podemos frenar. Es el martillazo que nos duerme, porque todo es un gran sueño y no queda otra que seguir soñando.

Texto: Valentina Machado

Foto: Lucía Villamil

El lunes 6 de agosto, Darío Sztajnszrajber presentó a Martin Heidegger. Pronto podrán leer la nota aquí. Las siguientes clases serán sobre Foucault, el 3 de setiembre, y por último, sobre Derrida, el 1 de octubre. Ambas instancias, como cada una de las anteriores, son en la sala Zitarrosa a las 19.30.

Por más información, se puede consultar la página de Facebook Filósofos Lunáticos – Curso – Darío Sztajnszrajber en Montevideo.

Las notas sobre las charlas anteriores de Spinoza y Marx las podés leer aquí:

La escuela de la sospecha

La primera, y única, substancia: Spinoza

 

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