Les niñes y las madres últimas

Desde niña me acuerdo que en las películas, cuando había alguna catástrofe (terremotos, guerras, matanzas), había que salvar “primero a les niñes y a las mujeres”. Hoy en Uruguay vivimos una catástrofe. No necesito desarrollar mucho lo que cada une de nosotres vive cotidianamente desde marzo del año pasado y, como imaginarán, no hablo solamente de la pandemia. No se necesita recurrir a los manuales de economía sobre neoliberalismo ortodoxo donde el mercado, la familia y el individuo son responsables de todo y el Estado solo pasa a encargarse del “orden”, para saber de dónde deriva la mayor catástrofe.

Lo que esos manuales no van a reflejar es la crudeza del día a día: nada dicen de lo que se vive en la casa de cada una, con lo que a cada quien le haya tocado (material y afectivamente) para arreglárselas como pueda, en un contexto donde, frente a una catástrofe, el Estado se retrae y se deslinda de todas sus obligaciones frente al pueblo, haciendo desapàrecer la mayoría de los derechos -desde los más básicos, hasta aquellos conquistados con mucho esfuerzo por la sociedad organizada y algunos de los que deberían hacerse presente frente a estas emergencias-. Y aunque no se puede decir que algo de esto no nos huele familiar, la retracción del Estado llega a ser mayor que en los ´90, porque esta vuelta hasta la escuela se nos retiró (y con cinismo desmesurado, se nos exige concurrir igual virtualmente).

Ni siquiera voy a intentar transmitir lo que es el día a día de las madres (que tenemos techo, alimentos y wifi, menos podría atreverme a narrar el día a día de quienes no tienen las necesidades más básicas cubiertas) porque quienes lo viven saben que no alcanzan las palabras para describir todo lo que hacemos y menos para expresar las emociones que recorremos a lo largo de 24 horas. Sí pretendo plantear algunas preguntas que me inquietan y frente a las cuales me siento cada vez con menos herramientas y exhortada a estar cada vez más sola -callada y encerrada- para dar respuestas: ¿por qué si se sabe que les niñes tienen probabilidad de contagio mucho más baja que los adultos son quienes tienen que quedarse en casa y no, por ejemplo, les trabajadoras y trabajadores de servicios que no son esenciales?. ¿Qué pasa con el derecho de los niños a educarse? ¿y a recrearse?, ¿qué pasa con el desarrollo de les niñes en una etapa estructurante de sus vidas como es la primera infancia, infancia y adolescencia? (porque un mes te la llevo que no altera pero cuántos meses vamos encerrados ya), ¿cómo hacemos las familias, que en la gran mayoría de los casos somos las madres- para cumplir con el teletrabajo o trabajo presencial, para cumplir con las tareas del hogar, para cuidar y criar a nuestres hijes y ahora también para cumplir con las tareas de las instituciones de enseñanza?, ¿cómo se hace para cumplir con todo esto? ¿y con todo esto al mismo tiempo, en 24 horas, cada día lo mismo, sostenido en el tiempo?, ¿cómo se hace. además. para no estar agotada, estresada, re podrida?. ¿cómo se hace para mantenerse y mantener a les hijes saludables (pero sin COVID-19, por supuesto)? 

Si hay algo que no está en cuestión es que esta distribución social no es nueva ni empezó con el COVID-19 y que esta catástrofe no hace más que agudizarla. Pero, ¿no se les estará yendo un poquito la mano al cargar también a les niñes y madres con la responsabilidad de la salida a la pandemia en nuestro país?, ¿o será que el remedio termina siendo mucho peor que la enfermedad?

1 Según la American Academy of Pediatrics (Academia Estadounidense de Pediatría) y la Children’s Hospital Association (Asociación de Hospitales para Niños), en los Estados Unidos les niñes representan aproximadamente un 13% de todos los casos de COVID-19. Algunos estudios de investigación permiten suponer que es menos probable que les niñes de entre 10 y 14 años se infecten con el virus que causa el COVID-19, en comparación con personas mayores de 20 años.

Texto y foto: Mariana Tenenbaum

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