La Tribu quiere bailar

PH: Fernando Nathan IG: @foothan

Pasaron casi seis meses de Inchalá, que fue probablemente el festival más importante de psytrance en Uruguay y seguramente uno de los últimos festivales de estas características en el mundo, ya que se realizó muy cerca del brote a nivel mundial del COVID-19. Dicho festival fue facilitado por los representantes locales del trance psicodélico en nuestro país: Dark Tribu, a quienes he entrevistado en varias oportunidades y con quienes he desarrollado un gran cariño y hermandad (¿qué otra cosa es acaso el psytrance?).

El pasado 8 de agosto fue el festejo del ‘aniverpsyco’, los 5 años de Dark Tribu, una fiesta diferente a años anteriores, teniendo en cuenta el contexto sanitario. En esta ocasión la concurrencia se limitó a amigxs cercanxs y se realizó una transmisión por YouTube y Twitch, las plataformas de transmisiones en vivo que, junto a Zoom, han sido sin duda dos de los principales beneficiados de esta pandemia a nivel económico. De hecho, la combinación de ambas ha decretado la “nueva normalidad” de las fiestas a nivel mundial y hasta el mismísimo Goa Gil, leyenda del goa/psytrance, utiliza estas dos plataformas de forma simultánea, transmitiendo por Twitch y dando paso a una pista de baile virtual por Zoom donde se va interactuando con pequeñas pantallitas, con personas bailando adentro. Suena horrible, ¿no?.

Entonces, ¿qué pasa con las fiestas?

Desde el gobierno no hay dos lecturas: se castigará a quienes hagan fiestas sin autorización. La misma avanzada punitivista tan a tono con la LUC. “A la barra joven: no se pueden hacer fiestas. Vamos a ser muy contundentes y muy firmes con esto. Vamos a inspeccionar y a multar, porque esto atenta contra todas las medidas sanitarias”, declaró Luis Lacalle Pou hace un mes. “El que anda sin tapabocas es por desidia o por egoísmo”, agregó. Mas recientemente, sobre la noche de la nostalgia, dijo: “Hay que saltearse este 24, que lo hagan con voluntad porque si no lo hacen con voluntad aparte vamos a salir a fiscalizar. Sería mucho más lindo que los gurises digan “no nos vamos a juntar, hacemos el concierto vía Zoom. No queremos generar alarma, pero acuérdense lo que pasó en una fiesta cuando el coronavirus no andaba en la vuelta. Ahora anda en la vuelta”.

Según Álvaro Suárez, director de Contralor de la Intendencia de Canelones, en dicho departamento hay comercios que no suelen desempeñarse como boliches bailables y “a cierta hora de la noche terminan siendo actividades fuera del marco de lo permitido” (algo parecido a los speakeasy, durante la ley seca).

Además, Facundo Pérez, gerente de la División de Convivencia de la Intendencia de Montevideo, afirmó que multaron con hasta 440 mil pesos a 26 establecimientos que hicieron fiestas fuera de la reglamentación en un solo fin de semana. Una cantidad de dinero desorbitante para casi cualquier local bailable.

Por otro lado la Comisión de Constitución, Códigos, Legislación General y Administración de la Cámara de Representantes está tratando el proyecto de ley de sanciones a quienes violen las normas dispuestas para la emergencia sanitaria. El proyecto cambia el artículo 224 del Código Penal y, según expresó el diputado blanco Mario Colman a La Diaria, el proyecto apunta a quienes ponen a sabiendas en peligro la vida de la gente, por ejemplo, a quien, teniendo COVID-19 va a una fiesta, cuando debía estar haciendo aislamiento. La redacción actual penaliza a quien viole las disposiciones sanitarias causando “daño a la salud humana o animal” con entre tres y 24 meses de prisión, e introduce como circunstancia agravante especial “si del hecho resultare un grave perjuicio a la economía nacional”. El diputado dijo expresamente que “va dirigido a aquellos que ponen a sabiendas en peligro la vida de la gente; por ejemplo, si tenés COVID-19 y te vas a una fiesta, cuando se te dijo que hagas aislamiento”.

Desde el ala científica, Rafel Radi, presidente de la Academia Nacional de Ciencias y experto asesor del gobierno declaró: “Nos genera preocupación porque fiestas muy numerosas y en lugares hacinados es el cóctel perfecto para los contagios”.

Por último Jorge Larrañaga, sobre los controles para el 24 de agosto, declaró: “Vamos a hacer operativos antes y durante la jornada porque creemos que una libertad responsable nos impone un esfuerzo adicional en este momento. Tenemos que cuidarnos y vamos a elaborar operativos conjuntamente con las intendencias, Ministerio de Salud Pública y Ministerio del Interior”.

En conclusión: tenemos que aplicar la libertad responsable como ellos quieren. Recordemos que la LUC ya está vigente y que nos pueden pedir documento en la calle, preguntarnos a dónde vamos y que si no respondemos puede ser agravio a la autoridad policial. Este es el mensaje pre noche de la nostalgia desde el lado del gobierno.

¿Y qué pasa en la calle?

En ese momento, con cerca de 200 contagios activos, a gran parte de la población esto le suena a poco (más aún si lo comparamos con los países vecinos) y ciertamente no lo suficiente como para dejar de saludar con un beso, darse abrazos, juntarse con amigxs o salir a bailar. De hecho, una semana después del mensaje del presidente a la “barra joven”, el gremio de Estudiantes de Medicina festejó el egreso de una nueva generación de médicxs en Parque Batlle sin “permiso”. No es la intención de esta nota relativizar los peligros del virus y de un potencial rebrote, el punto es que claramente la prohibición nunca funciona y no hace más que afectar a lxs trabajadorxs menos agraciadxs económicamente hablando y criminaliza (aún más) a sectores de clase media-baja siendo, a partir de ahora, genocidas en potencia.

Pero hay más factores que hacen que la prohibición no funcione, porque como muchxs sabemos, lo prohibido se vuelve más tentador y las fiestas clandestinas se vuelven cada vez más frecuentes, la cantidad de cumpleaños o de asados en casas, han proliferado ante la pasividad de la curva de contagios. Esto hace que se realicen fiestas en espacios menos seguros, sin reglamentación y en espacios urbanos donde lxs vecinxs son los principalmente afectadxs. Esto se suma al ridículo protocolo para bares y boliches que muy pocos locales pueden garantizar. Sobre esto hablé con dos amigos dueños de bares en Montevideo: Alejandro Fernández (Barra 7) y Nahuel Trianon (Tundra Bar). Este último comentó: “Desde que empezó la pandemia en marzo cambió la realidad de los bares, empezando por el endeudamiento debido al cierre por precaución los primeros meses, siendo poco el apoyo recibido por el estado. Por un lado está lo que afecta al bar en sí y por otro a la movida cultural, desde la reapertura las medidas de higiene incluyen distanciamiento y reducción de concurrencia por lo que acota el trabajo y obliga a reducir costos. En cuanto a lo cultural, los protocolos establecidos no se adaptan a espacios chicos como Tundra, por lo que optamos por no tener espectáculos hasta que este protocolo se flexibilice. La nueva anormalidad nos quiere guiar a una sociedad más separatista y obliga a que exista la clandestinidad en cuanto a lo cultural”.

Por otro lado, Alejandro manifestó: “Sobre las fiestas (bailes), por el hecho de que al pasar la noche se puede descontrolar, creo que las medidas están bien. Lo que no creo es que sean justas en todos los espacios. Ya sabemos que los ómnibus, los hospitales y en muchos lugares no se respeta. Sobre el tema de los ómnibus, al principio de todo esto, CUTSA salió a quejarse de que no le daban los números, y enseguidita permitieron que se llenen como latas de sardinas para facturar. También cuando se empezaron a abrir los eventos en vivo, los primeros que se reúnen con el Presidente son los músicos grandes (Uruguay es Música) y las salas grandes y superproducciones con el hijo de Astori. Está bien, pero ahí se preocuparon por ese sector y los lugares chicos y músicxs sin tanta visibilidad quedaron relegados en esa negociación. Quedó en evidencia que el amiguismo de la Intendencia de Montevideo, con estas grandes producciones, hizo que se activaran dichas actividades relegando a los teatros y lugares under, aunque estuvieran habilitados. Se vio que trabajan codo a codo para hacerles publicidad y que ganen todo. Tienen el monopolio de alguna manera, y lo hacen con plata de los demás”.

En cuanto a su experiencia con el protocolo en Barra 7: “Nosotros, ante lo que está pasando, decidimos hacer eventos con la gente que la Intendencia de Montevideo nos habilitó, y la verdad que no ha estado tan mal, por el hecho de que no podemos hacer eventos sin tener un control. El tema de reservar, de tener una trazabilidad y de cobrar una entrada anticipada hace que las cosas salgan mejor para los artistas. Lo malo es que el aforo no deja que sea rentable para bandas de hasta 4 músicos. Si para solistas o dúos”.

El baile y la expresión artística en general, son sumamente necesarios y todxs durante el último par de meses asistimos y escuchamos de una fiesta clandestina (o privada, depende del status social de quien/es la organicen). Encontrarnos a alguien un domingo o un lunes exclamando aliviados: “Pah, que ganas tenía de tirarme unos pasos”, la expresión más pura de descompresión de quienes, ya hace varios meses, no dejan de toquetearnos los derechos y el bolsillo, y eso sí es “el cóctel perfecto” para la insurrección popular.

Y como siempre lxs primerxs en ser rescatadxs son quienes pueden permitirse un concierto con una entrada de más de mil pesos sacada con tarjeta de Club El País. Lxs que disfrutamos de la espontaneidad de la noche y las salidas sin un mango a ver a la banda de lxs amigxs están censuradas y nadie da una solución. ¿La reacción? La clandestinidad y la economía solidaria, dos viejas amigas.

Se nos viene la noche de la nostalgia, más tarde llegará la primavera y esta necesidad se hará cada vez más evidente. Depende de nosotrxs divertirnos con responsabilidad. Quedate en tu casa si tenés síntomas, evitá grupos grandes y espacios cerrados. Seamos inteligentes. No andes por la calle tomando alcohol, salí con cédula, no quemes todo en la terraza de un amigx, respetá a lxs vecinxs y nunca, nunca llames a la yuta.

Texto: Leonardo Borges

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