La llama arde, pero el chocolate no se derrite*

Power Chocolatín Experimento dio muestras de virtuosismo y piromanía bailable en su regreso a los escenarios.

Ante la caída de las muertes y casos de COVID-19 y el atípico calor de agosto, buena parte de los y las montevideanas salimos a las calles, ya fuera para hacer un asado en la vereda, juntar a la cuerda de tambores del barrio, tomar una birrita en la esquina, colmar bares, asistir a espectáculos con aforo reducido o zambullirnos en un show de altos decibeles. En este último tenor tuvo lugar la presentación de Power Chocolatín Experimento, un toque más allá del tiempo y el espacio, un trance tribal donde los cuerpos no podían dejar de moverse  sin saber muy bien cómo, puesto que la conquista musical desmitificadora de la banda incurre en complejidades rítmico-estructural-sonoras.

Todo intento de crónica meramente informativa ─en los entendidos tradicionales─ sería vano. Lo que sucedió la noche del sábado solo puede transcribirse de la manera en que se transcribe un sueño al despertar. Esto no deja más opción que recurrir a neologismos e incorrecciones gramaticales, puesto que son la única vía de acceso para quien pretenda expresar en palabras eventos sonoro-performáticos más allá de cualquier lengua.

Hecha la advertencia, podemos dar cuenta del “estilo” noise-trashgresivo de un viaje a través de pasajes multiformes y cientos de puertas, donde a cada apertura se precipita un mundo nuevo con sus propias (i)lógicas que parecen querer hacer pedazos lo que acaba de sonar, para luego volver a esos espacios a los que parecía que no se iba a volver jamás, es decir, estamos ante una banda con una capacidad ya no solamente metafísica, sino física, equiparable al súper poder del Doctor Manhattan ─de la tira Watchmen, de Alan Moore─ que puede destruir y restituir mundos a su antojo.

Uno de los principales valores de este power-experimental-trío uruguayo es su carácter ruidoso, disruptivo y simbiótico (electro-valvular) que altera cuerpo y mente por igual. La experiencia se torna un viaje lisérgico capaz de atrapar incluso a los oído-cuerpos más escépticos. Más allá de la potencia, el virtuosismo y el descaro, el trance propuesto (o más que propuesto, impuesto mediante una tiranía gozosa y efímera) asalta con sus armas (bajo, guitarra, batería, voces distorsionadas, sintetizadores, octapads, samplers y efectos) que disparan trazos deformados que van del noise a las cadencias afrorítmicas y alguna nota de música disco.

Algo de lo que parece disfrutar la banda es de quitar la alfombra sónico-bailable de la pista, terminando los temas donde les da la gana. La experiencia no implica un coitus interruptus, sino el efecto de una buena broma asesina (sí, otra vez Moore), la carcajada del absurdo cuasi dadaísta del silencio entre cada episodio sónico.

En cuanto a lo meramente informativo, Power Chocolatín Experimento surgió como proyecto horizontal en 2009. Está integrado por Bruno, Demian y Pablo Berocay, quienes comparten la autoría e incurren en versiones imposibles de alguna que otra canción del catálogo de la música popular uruguaya. Como proyecto alternativo-marginal que se precia de tal, tiene sus trabajos disponibles en Bandcamp y formatos físicos (sí, también en caset, como dicta el manual de estilo alternativo, al fin y al cabo no todo es romper las difusas reglas). También puede encontrarse su obra en Spotify o YouTube. Un Juan Carlos Scelza del periodismo cultural podría adjetivarlos como descarados, sucios, alegres, festivos, psicodélicos, shoegazers, indies, progresivos, progresistas, parodistas, electrónicos, rockeros, irreverentes, insumisos, autodeterminados, antimíticos, arrítmicos-ultra-rítmicos, ezquizofónicos, experimentales, atrevidos, electro-tribales (puede el lector o la lectora agregar lo que quiera en la línea punteada): ………………………………………………………………………………

Más allá de cualquier intento de afirmar o difamar lo que pudo haber sucedido en esta presentación, sí se puede dar cuenta de las alegrías reeditadas después de tanto tiempo, así como del reencuentro con una parte profunda de nuestra esencia individual y colectiva.

Ante la pregunta acerca de si el rock está muerto, recomiendo a quien dude darse una vuelta por un toque de Power Chocolatín Experimento y después me cuente.

*Buena parte del espíritu y el estilo del presente trabajo están inspirados en el libro Más Brillante que el Sol, del crítico británico Kodwo Eshun. Asimismo, los términos “polirritmaquinales” y “esquizofónicos” fueron tomados textualmente de dicha obra.

Texto: Pablo Olivera Pulp

Foto: Felipe Aris

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