18 de noviembre: Tocan Acorazado Potemkin y Flopa en Bluzz Live
El nombre de esta banda de rock recuerda al barco que se sublevó. No se sublevaron las planchas de metal, sino los marineros –y pronto lo harían otros más en Kiel, en Kronstadt…
De los mares del norte en revolución a una música hecha en Buenos Aires con un oído puesto en la condición sociopoética de ese Litoral del que las ciudades platenses nunca se desgajan por completo.
Labios del río (viene de una palabra guaraní que indica distinto lo que “orillas”: tembe´y) es el tercer disco que sacan juntos tres hombres entrados en los cuarenta, la edad en la cual algunos griegos creían que los seres humanos alcanzaban su acmé, su momento de máximo despliegue. Como cada uno de sus álbumes, Labios del río está disponible en internet, desde la misma salida y por iniciativa de la banda.
En alguna entrevista, mientras presentaban Mugre (2011) o Remolino (2015), dijeron que llamarse así iba en homenaje a la chispa con la que empieza algo.
Al encendido característico que consiguen es posible acercarse desde distintos ángulos. Uno sería a partir del pulso todo menos tímido cuando lo lleva en andas un bajista como Federico Ghazarossian, entreverándose con los arpegios y distorsiones en guitarra de Juan Pablo Fernández y la batería tonante de Luciano Esaín (que en vivo a veces saca los brazos de Vishnú). Temas enteros se dejan seguir como si la tensión común tuviera en el bajo a su organizador predilecto.
Aunque Fernández últimamente aproveche los momentos periodísticos para declararse en permanente intento de fuga de lo que Simón Reynolds denominó “lirocentrismo”, y lo logre, en honor a la verdad hay que decir que también sus letras pueden ser las organizadoras predilectas. Poemas que trabajan con indicios del sentir concreto y saben balancearse en la ambigüedad sin volverse crípticos.
¿Pero cómo separar las letras de la interpretación, cuando nos referimos a un fraseador exquisito? Si eso lo emparenta con algunos grandes cantantes del tango (no necesariamente los más conocidos), se aleja de la continuación de cierta tradición tanguera por otros medios gracias a sus canciones de final de pareja que no cargan resentimiento ni regodeo en la angustia, para empezar porque nunca le achacan perfidia a la otra o el otro. En las contemplaciones enérgicas del zafarrancho de tristeza–a veces pasa– encuentra una clave para que la tristeza valga como metamorfosis de un amor en retirada; quizás regalarse ambos autoironía, huir hacia el costado y adelante, casi un paso de baile.
Entonces resulta impreciso calificar su música de “oscura”, toda vez que usen la palabra los que no distinguen entre el hollín y el salto de un gato negro en la noche, o entre las tinieblas y la sombra fresca.
No es que vaya a gustarle a todo el mundo. Inclusive a quienes somos sus seguidores, algún villancico demencial tarda en ganarnos. Después terminamos pidiéndolo en los recitales.
Frontales y discretos para acompañar distintas luchas, tal vez tenga sentido destacar, por darse en un contexto de colegas donde el machismo es una peste, hasta qué punto llega la presencia de mujeres en sus discos: autoras de canciones que versionan (Adriana Calcanhotto, Lila Downs), escritoras de poesías que convierten en temas (Rosa Lesca, Josefina Saffioti, algún verso de Diana Bellessi o Juana Bignozzi), cantantes e instrumentistas con participaciones cruciales (Flopa Lestani, Paula Maffia, Juliana Moreno, Mariana Päraway, Christine Brebes, Elbi Olalla), además de varias otras en producción y fotografía.
Sobre la cubierta de esta nave –un poco a la manera de la Ibis en Mar de amapolas– se cruzan y reacomodan diferentes lenguas y dialectos; los sujetos de enunciación cambian sin artificiosidad, como nos hizo notar una amiga; cualquier capitán es revocable y cada quien en la tripulación, imprescindible.
Hay una pregunta tácita recurrente en el rock y en el punk:“¡¿Hacia dónde vamos con esta energía?!”.Las respuestas que da Acorazado Potemkin son de las que no quedan encapsuladas en esquemitas sobre economía de fuerzas. Maduran mezclando lo simple en apariencia y lo efectivamente simple. Intensidad compuesta de detalles.
Decididamente recomendamos ir a escucharlos el sábado 18 de noviembre. Por lo dicho y sugerido hasta acá y porque en serio los temas son lanzados a una nueva dimensión cuando suenan en vivo.
PD: al cierre de esta nota supimos que en el recital de Montevideo estará Flopa de invitada. Ella es otro de los secretos mejor susurrados de la escena independiente de Buenos Aires, con una amplia trayectoria como solista y también en dúos y tríos. A través de discos como Dulce grave fuerte o La piedra en el aire, donde la guitarra acústica da el elemento base, fue cultivando una especie de existencialismo cálido (parece que no era imposible). Su voz pasa con naturalidad de esos climas a lo hecho junto a Acorazado en “La mitad”, ya un clásico del grupo, que tiene la suerte de tenerla como aliada desde el principio.
Texto: Camilo Porta Massuco
Galería de fotos: Tamara Grinberg
Foto de portada: Acorazado Potemkin