Solo deconstruyendo el amor podemos enamorarnos

El sábado 18 de Noviembre en el Salón Azul de la Intendencia de Montevideo tuvo lugar el encuentro de filosofía a cargo del filósofo, profesor y divulgador Darío Sztajnszrajber. El evento, organizado por Casa Almargen, tomó forma de disertación, que los cerca de 400 asistentes escucharon atentamente durante 3 horas. Bajo la consigna “Pensar al otro. Entre el amor y la posverdad”, la charla se inició con una afirmación provocadora: “Pensar al otro es imposible”. Tras las risas provocadas por la sentencia que podría haber dado por finalizado el encuentro, llegó el alivio: “la Filosofía es la experiencia de lo imposible” (concepto tomado de Derrida). ¿Por qué es imposible pensar al otro? Sztajnszrajber explicó que la otredad, es aquello que nos excede, que no logramos comprender, que no se amolda por completo a nuestras categorías de conocimiento. El otro es, por lo tanto, imposible. Podemos tratar de conocerlo haciéndolo pasar por el filtro de nuestros propias molduras epistemológicas, y en ese caso el otro deja de ser tal, es “desotrado” (no accedo a su ser sino a lo que yo puedo interpretar de ese ser). Pero también podemos pensar al otro a partir de la deconstrucción de nuestras propias categorías, deconstruir “el sentido común” que tenemos sobre él. Pensar al otro a partir de pensarnos a nosotros mismos. Es en este ejercicio, donde tiene lugar la duda filosófica, porque “hacer filosofía es rascarse donde no pica” (concepto tomado de Rorty), es abrir preguntas sobre ese sentido común instalado. Deconstruir es entender cómo ese sentido común esconde un interés, un control, un tipo de poder, explicó el filósofo. Un paso en esa deconstrucción es identificar quién es y cómo se construye “el otro”. Según el sentido común dominante, el otro es asociado con la nada, con la carencia: la mujer, que en lugar de pene tiene nada, el negro, que no tiene color, el alumno que no tiene saber. Desde el punto de vista de las naciones, el otro es el extranjero, pero también es el local que se excluye del ser nacional. En Argentina, por ejemplo, el otro es “el negro”, “el boliviano”, “el chino”: todos argentinos, pero invisibilizados en la “marca país”. Introducida la cuestión de la otredad, Sztajnszrajber avanzó en la problematización de dos prácticas que revelan la imposibilidad de acceder al otro y la tendencia a disolverlo en nuestras propias estructuras: el amor y la posverdad. El amor fue el tema al que el filósofo le dedicó más tiempo y también el que pareció despertar mayor atención del público. La pregunta disparadora fue: ¿El amor tiene que ver con el otro o con uno mismo? Si lo primero, el amor duele, perturba, angustia, porque siempre va a haber una parte del otro que nos desborda, que nos es inalcanzable; si lo segundo, el amor es siempre satisfactorio, en la medida que se vuelve una especie de acuerdo económico, sostenido en la ganancia personal. El amor no es ni una cuestión biológica ni metafísica, es una cuestión literaria, un relato, afirma Sztajnszrajber. Son las historias que nos narramos a nosotros mismos acerca de nuestros vínculos. Este relato tiene un guión repetitivo que encaja en un dispositivo: una forma de orden que moldea nuestra afectividad. Nuestros relatos del amor, vuelven una y otra vez a lugares comunes que se reiteran en los relatos fundantes del ideal de amor occidental: El Principie azul, Adán y Eva, Romeo y Julieta, Don Quijote y Dulcinea, la media naranja. Estas historias narran una forma de amor como fusión –donde el otro pasa a ser de mi propiedad–, monogámico, último –para siempre– y que completa –como si hubiese alguien incompleto y alguien capaz de completar. Un amor donde el otro no importa más allá de mi necesidad. Nuestras relaciones afectivas se encajan permanentemente en estas narraciones, estas formas de amor pre-construidas. La metáfora de cine y la “construcción romántica” es lo que domina, la idea de que el amor “te hace feliz”, de que “completa”. Deconstruir la idea del amor implica cuestionar este sentido común y asumir que el amor puede ser duro, nos puede hacer sufrir y que puede no encajar en el modelo reproductivo heterosexista sin convertirse en “anomalía”. La ruptura con estos modelos de relacionamiento afectivo, advierte Sztajnszrajber, trasciende las experiencias personales, implican una ruptura con los dispositivos que los sustentan. El amor es político: se inscribe en la lucha de relatos sobre el amor que pugnan por imponerse como parte del sentido común. El otro eje para abordar la otredad, menos desarrollado en esta instancia, pero trabajado por Sztajnszrajber en otras ocasiones, es el de la posverdad. La posverdad es un concepto que remite a la creación de discursos donde los argumentos que sustentan el discurso importan mucho menos que el modo en que este encaja con el sistema de creencias de quién lo produce y quién lo recibe. Da cuenta de la forma en la que asumimos como verdades únicas ciertas ideas sobre la realidad, aún sabiendo que no son verdaderas y/o que no son únicas. Esta pretensión de verdad absoluta de un discurso, que nos resulta cómodo, termina por anular las verdades del otro, que se nos presentan como desestructurantes. Para el filosofo, la mejor definición de posverdad es el “autoengaño”. Si el autoengaño absoluto fuese posible, este dejaría de ser un autoengaño: si creo completamente en algo ya no se trata de una mentira, aunque no sea verdad. “¿O no es la verdad, se preguntaba Nietzche, la mentira más efectiva?, o sea aquella mentira que ha logrado imponerse y que todo el mundo elije”. Estas y otras ideas fueron desarrolladas durante una charla que a pesar de contar con la densidad conceptual propia del pensamiento filosófico fue amenizada por el abordaje de temáticas cotidianas, tratadas con cuotas de humor. Al cierre del encuentro, las conversaciones de los asistentes en el trayecto de salida, que retomaban, afirmaban o contrariaban las ideas expuestas por el filósofo, daban la pauta de que la charla no solo fue amena sino que también generó un efecto reflexivo entre el público.

Texto y fotos: Fanny Rudnitzky y Ximena Vargas

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